Ángeles y demonios en el cielo caraqueño por Alejandro Armas
Alejandro Armas Nov 27, 2015 | Actualizado hace 2 semanas
Ángeles y demonios en el cielo caraqueño

#27N92

 

Si en la cola en la autopista Francisco Fajardo, sentido este, en la entrada a Altamira, alguna vez no han estado demasiado pendientes de los motorizados, quizás habrán notado una imagen curiosa en la fachada de la Comandancia General de la Aviación. Ella muestra a Hugo Chávez, Nicolás Maduro, unas impresionantes aeronaves de combate y una fecha con los colores patrios: 27 de noviembre, la fecha del viernes de esta semana.

El 27 de noviembre es otro día de gloria en el calendario litúrgico del culto revolucionario. No confundir con el Caracazo, que estalló también un 27, pero de febrero. Se trata de otra cuestión que comparte con aquellos momentos de saqueos y represión un carácter tristemente sangriento. Lo que el chavismo celebrará el viernes son los 23 años del segundo intento de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez.

Seguramente cuando se habla del golpe contra el gocho lo primero que viene a la mente es el difunto comandante con su flamante boina roja y su “por ahora”. Es normal. El 4 de febrero fue, guste o no, la irrupción en la escena pública de uno de los pocos individuos de los que realmente se puede decir que cambiaron los rumbos de Venezuela.

Pero el 27 de noviembre tiene sus propias razones para ser recordado. Para empezar, el número de caídos. Mientras que, oficialmente, el 4 de febrero murieron 14 personas, la segunda intentona terminó con las vidas de al menos 171.

Los militares alzados estaban vinculados al Movimiento Bolivariano Revolucinario-200 (MBR-200), la logia conspiradora que Chávez fundó una década antes. Pero, mientras que los golpistas del 4 de febrero pertenecían sobre todo al Ejército, el 27 de noviembre cobraron protagonismo oficiales de la Armada y la Fuerza Aérea. Además había algunos civiles.

Por eso hubo plomo en tierra y también dese el aire. A los insurrectos no les importó que las calles de Caracas, como cualquier día, estuvieran atestadas de civiles. Llevaron a cabo el plan de abordar unos aviones que rompieron la barrera del sonido y bombardearon varios puntos estratégicos de la capital, incluyendo los alrededores de Miraflores. Las cámaras captaron cuando las bombas cayeron frente al palacio presidencial y Sergio Novelli, entonces un reportero novato, narró el suceso con voz entrecortada.

Probablemente el hecho de ese día que mejor quedó grabado en la memoria colectiva fue el asalto de Venezolana de Televisión por un comando de militares alzados, que para entrar mató a unos vigilantes del canal. A la cabeza de los atacantes estaba el entonces teniente Jesse Chacón, el mismo que hace poco salió del ministerio de Energía Eléctrica con la “satisfacción de haber cumplido el deber”. Cito esta declaración porque escribo desde una calle que lleva casi un año sin un solo poste funcionando. Sé que es solo una de pocas en igual condición.

De vuelta a 1992, el golpe fracasó a las pocas horas. Varios de sus cabecillas fueron detenidos. Otros tuvieron mayor suerte y pudieron huir a Perú. Alberto Fujimori, con cuyo gobierno CAP cortó relaciones por el autogolpe que el país andino había experimentado ese mismo año, no dudó en dar cobijo a los venezolanos desertores.

Al igual que sus predecesores del 4 de febrero, los militares de noviembre quedaron libres de cualquier responsabilidad por decisión de Rafael Caldera. Los presos fueron liberados y los exiliados volvieron.

En tiempos de revolución, el golpe del 27 de noviembre se convirtió en otro mito de la versión chavista de la historia nacional. Para el llamado proceso bolivariano es la efeméride del “verdadero nacimiento de la Fuerza Aérea”. Aunque varios de sus máximos líderes han mantenido un perfil relativamente bajo, cada año, cuando llega la fecha, el Gobierno los homenajea como héroes en solemnes actos militares, siempre ricos en proclamas a favor de la causa revolucionaria que violan el carácter apolítico de la FANB, consagrado en la Constitución.

Hasta a un personaje menor de los acontecimientos del 92, el “gordito de la camisa rosada” (que apareció, fusil en mano, en el video que los alzados difundieron por VTV), le ha ido bien. Según el portal Aporrea, en 2007 este individuo fue nombrado presidente del Colegio de Abogados de Yaracuy.

Ahora bien, en este contexto, confieso que me sentí perplejo cuando dirigentes del PSUV denunciaron en febrero de este año que descubrieron un plan en el seno de las Fuerzas Armadas para liquidar al presidente Maduro. La macabra conspiración consistiría en usar aviones brasileños, modelo Súper Tucano, para bombardear Miraflores y otros blancos clave en Caracas. Con su característica vocación por las declaraciones pasionales, la cúpula roja anunció la detención de los militares y civiles implicados.

Después de haber pasado casi un año detenidos, se suponía que los acusados pasaran a juicio a esta semana. José Rafael Urbina, abogado de uno de ellos, ha manifestado que el proceso ha presentado irregularidades, como el nombramiento de un juez accidental a pesar de que había uno que por jurisdicción debía conocer la causa.

Mi perplejidad proviene del hecho de que, por un lado, el chavismo celebra una lluvia de bombas que dejó cientos de venezolanos muertos, y por el otro, denuncia a unos supuestos conspiradores que pretendían hacer exactamente lo mismo. ¿Por qué unos son ángeles y los otros demonios?

Recuerdo claramente a los oficialistas especular con expresión de estremecimiento sobre el hipotético número de víctimas si los complotados hubieran ejecutado su maniobra, motivados por el ciego deseo de acabar con la “revolución”. ¿Y qué hay de las víctimas que sí perecieron aquel elogiado 27 de noviembre? ¿Ellas no cuentan?

Ojo, este texto no busca de justificar ninguna acción golpista. Creo que los venezolanos estamos hartos de eso. Con suerte hemos aprendido la lección sobre los peligros de las aventuras revolucionarias uniformadas. Con suerte, insisto, este contradictorio Gobierno recibirá un escarmiento para nada militar, sino electoral. Entonces la victoria pacífica y civil del 6 de diciembre desplazará al desastre del 27 de noviembre como fecha digna de celebrar.

 

@AAAD25