Que difícil y cuesta arriba se hace en estos momentos lograr construir un mensaje lógico, coherente y positivo que nos permita diseñar el futuro del país para que se distinga de lo que percibimos de su presente.
Son muchas y variadas las emociones que nos embargan cuando nos sentamos a pensar ese país que queremos que en nada se parece al actual, desde rabia, temor, frustración, angustia, hasta esperanza, ilusión, y en todo este tránsito la primera pregunta que nos hacemos es ¿qué debemos hacer?
Las respuestas a esta interrogante también pueden ser múltiples y sin duda extremas y, sin querer desmerecer a ninguna de ellas, podríamos afirmar que van desde huir del caos, no hacer nada (no podemos cambiar las cosas) hasta involucrarnos desde ya en las transformaciones necesarias.
Esta última alternativa, obviamente mi selección personal, nos coloca a su vez en una disyuntiva, si se quiere en el plano moral, ya que para algunos, el involucrarnos en acciones concretas que ayuden en las transformaciones indispensables supone hacer aportes al actual régimen que de alguna forma podría significar cohonestar, por decir lo menos, la irresponsabilidad que nos ha llevado a la situación de caos actual. Irresponsabilidad por no designar las personas capacitadas ni ejecutar las acciones que la sensatez impone.
Sin embargo creo que quizás esta podría ser una apreciación muy simplista y desprovista de la reflexión profunda que requiere la difícil situación y nuestra “corresponsabilidad” lejana pero cierta.
Cualquier aporte que podamos hacer en estos momentos, y entiéndase que es a este régimen y no a otro distinto, que permita implementar correcciones del pasado aunque sean mínimas, será un enorme avance para el futuro ya que serán acciones que nos ahorraremos para dedicar las energías a otras.
Para muchos esta posición resultará poco menos que “indigerible” pero para ilustrar gráficamente un poco lo que propongo creo que el siguiente pudiera ser un buen ejemplo. Estamos viviendo en una casa, como inquilinos y ésta se encuentra en muy mal estado; sin embargo tenemos enorme interés en comprarla por lo que estamos llevando a cabo negociaciones con el propietario sobre el precio, la forma de pago, las condiciones de la entrega, entre otras. Como sabemos que llevará tiempo lograr el acuerdo que pretendemos le proponemos al vendedor, aún a riesgo de perder lo invertido, que nos permita ir haciendo algunos arreglos que nos ahorrarán tiempo y costos en el futuro. Somos muchos los venezolanos que nos consideramos hoy inquilinos de una vivienda muy deteriorada y que estamos dispuestos a entregar tiempo y esfuerzo hoy aún sabiendo que es posible que el vendedor se quede al final con la casa mejorada y decida no venderla, ya que en el peor de los casos si continuamos como inquilinos estaremos viviendo en una casa mejor y si tenemos suerte y al final logramos llegar al acuerdo que queremos y nos convertimos en propietarios, habremos adelantado muchas de las tareas e inversiones que de todas formas teníamos que hacer.
Es cierto también que el propietario pareciera no estar muy interesado en hacer arreglos de la casa, pero quizás si hacemos la propuesta razonable, de la forma adecuada a través de algunos de sus familiares cercanos podremos hacer aportes útiles.
Estoy convencida que si hoy dedicamos el talento de muchos venezolanos, sin mezquindad, a contribuir en tareas concretas que generen cambios positivos puntuales, obtendremos buenos resultados. Como bien lo ha resumido un buen amigo, un centímetro avanzado hoy nos ahorrará kilómetros en el futuro!
@malarcia
