Comandante feminista y mujer con guáramo por Armando Martini Pietri
Entre sueños y pesadillas: Comandante feminista y mujer con guáramo por Armando Martini Pietri

siluetas

 

Disfrutando en una noche cálida, acompañada únicamente de sus pensamientos y recuerdos, de momentos de merecido reposo de las tantas actividades diarias que debe atender, María Corina Machado  recibe un beso y las buenas noches de sus hijos, a quienes da la bendición y se van a dormir, como en todo hogar venezolano.

 

En el porche se intensifica la oscuridad y comienzan a cantar ranas, ranitas y grillos cuando de repente un extraño silencio inunda el ambiente y de la nada se escucha la voz inconfundible del comandante supremo Hugo Chávez Frías: “María Corina ¿como estas?”

 

Con aplomo y displicencia, ella, que no es de las que se asustan por sombras y menos por silencios ni voces sorpresivas, le responde con ironía: “¿entonces cómo y qué águila no caza mosca?”

 

Chávez, incómodo pero comprensivo, buscando exhibir el buen talante, le responde “sigues tan hostil y áspera como te recordaba, pero cálmate que sólo vengo a conversar en sana paz”

 

La mujer con guáramo, ya experta de mil batallas, muchas en soledad, no se deja envolver: “Aja, usted dirá”

 

Chávez, en tono pausado, manifiesta: “primero te aclaro que no estoy de acuerdo con tu inhabilitación a pesar que te pusiste a inventar en la OEA la tontería de representar a Panamá sin medir las consecuencias, y eso todavía me molesta”. Recuerda un segundo y sigue: “además fíjate me llamaste ladrón -por aquello de expropiar- en cadena nacional y no pasó nada, tuviste tus minutos de gloria y se acabó”

 

“¡Pero Presidente!” interrumpe con su firmeza característica María Corina, “¡eso es una injusticia, es una infamia y además, es ilegal. Sus herederos han investigado toda mi vida, se han metido en mis correos ilegalmente, en mis cuentas bancarias, en los gastos de mis tarjetas, en mis conversaciones telefónicas” y precisa: “¡y no han encontrado nada, ni van a encontrar por muy empeñados que sigan!”

 

El comandante, en tono paciente, expresa: “Puede ser, no conozco el detalle, pero como dijo Diosdado: yo era quien frenaba las locuras y ya no estoy, piensa en eso”.

 

La lideresa de Vente Venezuela y de buena parte de la oposición, con indignación y osadía busca una respuesta clara del comandante supremo: “¿Por qué el PSUV me tiene tanta rabia, no les basta con perseguirme, atacar mi honor y el de mi familia, golpearme, prohibirme salir del país, acusarme de traición a la patria y confiscar mi curul; ahora además inhabilitarme?” Y acusa de inmediato: “yo creo que es miedo, ¿por qué tanto temor?”

 

Chávez se le queda mirando e insiste en su tono afable, casi de padre comprensivo: “Muchacha, me sorprende que seas tan inocente y ciega que no veas la realidad. No solamente te tienen animadversión en la revolución por tus demostraciones de valentía, tú irreverencia y hasta tu insolencia, sino también algunos en la oposición te tienen miedo y envidia, te consideran malcriada, librepensadora y hasta odiosa; te has ganado muchas rivalidades por cuatriboleada, y me disculpas la expresión. La verdad y para serte sincero molestas e incomodas en ambos bandos y en sus planes tú no tienes cabida”.

 

Se detiene un momento el comandante eterno, y agrega: “Además, tus detractores creen que estás obsesionada con el poder y había que disminuirte  los delirios de grandeza; impedirte la postulación, era necesario.” Se calla otro momento, la mira de frente: “Y te repito, no sólo en el chavismo, también entre algunos de tus camaradas muchos no son camaradas, son adversarios tuyos”.

 

María Corina respira, piensa un poco, analiza: “¿Qué es lo que no entienden? Si mi propósito es liberar a Venezuela. Conquistar el sueño de construir una democracia en la cual todos, como nación, podamos tener libertad, autonomía y oportunidades ¿qué hay de malo en eso?”

 

Chávez sigue respondiendo con paciencia, como el buen maestro al alumno inteligente pero arisco: “ya no sé como decírtelo o explicarlo, tus posiciones como ‘la salida’, la transición o la renuncia y todo lo que esté en esa línea ni son convenientes, ni compartidas, ni apoyadas por las cúpulas, son las elecciones parlamentarias el único objetivo y lo que se interponga en ese camino se pone de lado. Tú dificultas todo y tienes agenda propia por eso estás inhabilitada, había que sacarte del juego, ¡más claro no canta un gallo!”

 

Hugo Chávez comprende bien con quién conversa, y señala: “Pero igual te vas a postular, ¿no? Y si no te aceptan ¿qué vas a hacer, impugnar?”

 

María Corina mira con firmeza al comandante, respira profundo la brisa que alivia el calor, afirma: “Me voy a postular, y el CNE está obligado a aceptar mi postulación”. Hace una breve pausa, una especie de ligera concesión y añade: “de todas formas los abogados están evaluando las opciones. Pero le reitero que no existe nada que impida mi inscripción como candidata; además los lapsos procesales me lo permiten”.

 

Chávez no tiene muchas ganas de seguir en esa discusión, cambia de tema y va a lo que vino. Retoma su rol y le pregunta María Corina “¿cómo percibes las políticas del gobierno?”

 

A Machado no le tiembla la voz, nunca le ha temblado, se siente cómoda, en su casa, en su elemento y, menos desconfiada, responde: “Mire, Chávez, la ineficacia de este Gobierno que nos dejó es vergonzosa, no pega una, los venezolanos sufrimos vejámenes a diario, cuando no es una cosa es otra. La economía, la educación, la salud, la sociedad, los valores, los principios, la ética, todo está devastado, desvalijado y ruinoso. Es realmente sorprendente la falta de capacidad” continúa María Corina sin pausa ni medias tintas: “he pedido a Maduro -por el bien del país- que renuncie y comience la transición hacia una mejor Venezuela que al principio usted idealizó y que después equivocó”.

 

El comandante, con molestia y disgusto, le reitera: “no insistas con ese discurso, es inviable, no existe manera de sustentarlo. Vamos directo a las elecciones  parlamentarias y nada las detendrá; a menos, claro, que se complique la situación con Guyana por lo del territorio Esequibo”. Continua tentando Hugo Chávez, ¿no puede ser que no le veas nada bueno al gobierno de Nicolás? Y responde María Corina inconmovible, fulminante, categórica sin titubear, “nada” y agrega: “todo tiempo pasado fue mejor”.

 

Chávez sorprendido de la contundencia, da un viraje y pregunta “¿Qué vas a hacer ahora sin plataforma parlamentaria y sin ningún representante afecto en la Asamblea?, la MUD los vetó a todos, ¿no?”.

 

La lideresa de Vente Venezuela no flaquea para responder, ella no es mujer de dudas, percibe que el presidente Chávez que tiene enfrente es el mismo de siempre pero es también el que algo aprendió en quince años de mando –llamarlo Gobierno es mucho llamarlo, piensa María Corina, Chávez no gobernaba, mandaba-, y se aviene a confiarle: “Bueno, Hugo Rafael –como lo llamaba Liliana-, solicitamos la legalización de nuestro partido político pero el CNE la negó, estamos evaluando qué hacer y cómo hacerlo. Por lo pronto me postulo y si el ministerio popular para asuntos electorales persiste y no acepta mi petición, los denunciaré internacionalmente y me dedicaré a hacer de Vente Venezuela una referencia política fuerte y vigorosa para competir contra los desmanes y abusos del oficialismo”

 

Chávez, incisivo y mordaz, recuerda: “Y a  los -no pocos- desesperados de la MUD no los olvidarás, me imagino, porque ellos no son tan inocentes de todo esto, ¿no te parece?”

 

María Corina no evade el reto, ha aprendido: “Si hay que luchar contra ellos, se luchará, pero le advierto que no es mi propósito ni intención ser factor de división”

 

Chávez no puede evitar la tentación de ser insistente, y le dice con tono un tanto burlón: “Por cierto por allí te quedan varios juicios pendientes, uno de ellos, por traición a la patria que está diferido en la Fiscalía, solicitado hace unos años por ciertos diputados de aquella Asamblea Nacional”.

 

A la dirigente el recuerdo no deja de molestarle, le desagrada, se crispa y responde con rudeza y voz altisonante: “no pierdo el tiempo hablando de desleales y perjuros, saltatalanqueras y ahora “y que líderes” de la MUD. ¡Que bajo hemos caído! La verdad nunca fui del agrado de ellos, desde que estábamos en Súmate no pueden verme ni en pintura. Pero igual si se plantea el juicio lo enfrentaré como lo he hecho siempre”.

 

La respuesta claramente se la esperaba el comandante, deja el tema de lado y pasa a otro que le interesa más: “¿Qué piensas de la resolución del CNE sobre igualdad de géneros?”

 

“Usted conoce bien”, responde ella quizás ya un poco cansada porque por muy enérgica que sea, el sueño pega. “La opinión que tengo sobre el CNE, es que es un apéndice del gobierno y harán lo imposible, incluyendo trampas, si son necesarias, para que el oficialismo triunfe, eso no es nuevo. De hecho el fraude -con las inhabilitaciones- comenzó para las parlamentarias. Pero algunos honorables que fueron incapaces de prevenir trucos y sorpresas porque tienen exigua materia gris, casi pierden la chaveta cuando salió el anuncio sobre la igualad de géneros, despotricaron contra la medida que los obligaba a reorganizar lo ya negociado, pero a mí en lo particular me encanta; por si usted lo ha olvidado en la oposición hay mujeres vergatarias, como las llamaría usted, presidente, y además me gusta porque especialmente los chavistas les tienen terror, pánico y culillo a las mujeres opositoras porque saben que no nos andamos por la ramas y somos nosotras quienes les han puesto siempre un parado, nosotras ni nos rendimos ni negociamos”.

 

Chávez le cambia el tercio consciente de que la mujer está agotada, le da combustible nuevo: “María Corina, el pueblo te percibe como sifrina y ricachona ¿no crees que deberías hacer algo para cambiar esa imagen?”

 

Pero Machado no se deja sorprender, responde de inmediato: “eso no es verdad, yo soy una mujer sencilla, pero supe aprovechar la oportunidad que me dio la vida y el sacrificio de mis padres, para educarme y así superarme –con esfuerzo- y eso precisamente es lo que más deseo para todos mis compatriotas. La única manera que conozco para destacarse en la vida es preparándose y no pidiendo limosna”. Y contraataca a su vez: “Usted es un buen ejemplo, ¿o no? Después del 4 de febrero se puso a estudiar y a prepararse, ¿cierto? Claro, se equivocó en lo que escogió aprender, pero al menos estudió”.

 

María Corina se espabila, se impone y le pregunta a Chávez: “esos discípulos suyos están perdidos, incluso diría que desesperados, ahora usan al Contralor para inhabilitar a medio mundo opositor, ¿qué piensa de eso?

 

El comandante no tiene una respuesta sencilla, se limita a contestar: “dentro de la constitución todo, fuera de ella nada”.

 

Pero Machado no va a dejar de lado el tema sin pelea: “¿y estas declaraciones de Almagro donde expresa que “las únicas inhabilitaciones las hace el pueblo”, pero Chávez se muestra prudente: “no lo conozco, ya veremos”, y regresa a lo local: “¿Es verdad que estás alejada de Leopoldo López?”

 

María Corina es rápida y directa en la respuesta,  “para nada, estamos más unidos que nunca. Somos sin duda el futuro de la Venezuela que tanto anhelamos”.

 

Chávez vuelve a cambiar de tema, ahora no se dirige a la adversaria sino a la mujer que respeta: “Oye, María Corina, ¿no te da un poco de temor todo esto?”

 

“Yo no le tengo miedo a nada ni a nadie, comandante”

 

“Lo sé, María Corina”, casi murmura Chávez, “y eso es lo que me da más miedo”

 

La madrugada concluye y comienza a aparecer el sol en el horizonte, pájaros, loros y guacharacas inician su canto mañanero, la vida comienza una vez más, un nuevo día empieza a iluminar las oscuridades venezolanas. No se ve a Hugo Rafael Chávez Frías por ninguna parte. María Corina suspira con profundidad, se hace la señal de la cruz y exclama. “Dios mío gracias por estar viva, ¡que pesadilla la que tuve anoche!” Lo malo es que no está en su cama sino en el mismo porche de antes, nadie sueña de pie.

 

@ArmandoMartini