Osmel Sousa: “Yo no llevo ninguna red de prostitución. Si yo fuera celestino, sería millonarísimo”
Osmel Sousa: “Yo no llevo ninguna red de prostitución. Si yo fuera celestino, sería millonarísimo”

Foto: Ricardo Torres

@diegoarroyogil

MIAMI, FLORIDA – ESTÁ EN MIAMI, adonde vino a pagar los impuestos del año fiscal vencido. Mucha gente cree que vive aquí, pero no, vive en Caracas. Pasa temporadas en esta ciudad del sur de la Florida porque es empleado de la cadena Univisión, donde figura como protagonista del programa Nuestra Belleza Latina, en el que interpreta a un juez implacable en la evaluación de chicas que desean convertirse en misses y modelos. Es Osmel Sousa, y desde que existe como personaje en los medios de comunicación, es decir, desde los años setenta, es un hombre controversial. Excéntrico, si al principio se mantenía la mayor parte del tiempo detrás de cámaras, a medida que creció su fama como presidente del Miss Venezuela su presencia fue ocupando el escenario. Y un día Osmel Sousa ya estaba ahí, como un animal exótico a la vista de todo el mundo.

La familia Cisneros, propietaria del canal Venevisión, lo encargó de la dirección del certamen en 1981, luego del triunfo de Irene Sáez (a quien él preparó) en el Miss Universo. Debido a sus múltiples éxitos a lo largo de tantos años, todo el mundo pensaba que Osmel Sousa ocuparía el cargo hasta el día de su muerte, rey y señor como era de un dominio donde siempre tuvo la última palabra. No ha sido así. En un gesto inesperado, el 6 de febrero de 2018 anunció que renunciaba a la presidencia del Miss Venezuela. No dio explicaciones, y se desataron los rumores, porque a su renuncia siguió un trueno: de inmediato comenzaron a ventilarse trapos sucios que ponen en tela de juicio el funcionamiento de uno de los concursos de belleza más famosos del continente. La acusación principal señala que el Miss Venezuela está penetrado por el negocio de la prostitución. Sousa, que asegura que renunció a su cargo por razones que nada tienen que ver con este señalamiento, niega la información y se defiende.

Más temprano en la mañana en que transcurre esta entrevista, Osmel Sousa ha asistido a Despierta América, el magacín matutino de Univisión, donde ha dicho que no tiene nada que ocultar. No había aparecido en televisión desde que todo explotó. La cita es en un café. Justo antes de comenzar, se acerca una señora. Lo saluda. Le pide que se hagan una foto. Él acepta. Se hacen la foto. Ella se va. “¿Te fijas? –comenta–. Esto me pasa a mí a diario. A lo mejor esa señora es dueña de un burdel, esta tarde aparezco yo con ella en las redes sociales y la gente empieza a decir que soy un cabrón”.

–Pero usted está muy tranquilo.

–Sí, estoy tranquilo. Tranquilísimo.

–Hay gente que piensa que no debería estarlo tanto.

–Estoy completamente tranquilo porque cuando uno está con la conciencia limpia no tiene por qué estar inquieto ni preocupado. Todos los que me conocen saben quién soy yo y qué es lo que hago.

–¿Qué es lo que usted hace?

–Hacer el concurso Miss Venezuela, que las mujeres tengan éxito y trabajar por la belleza.

–Pero usted ya no es el presidente del Miss Venezuela.

–Me retiré porque llevaba casi 40 años dirigiéndolo y últimamente empecé a sentir que ya no era necesario que yo estuviera ahí. Todo ha cambiado allí dentro, donde han puesto a ejecutivos que manejan el concurso a su manera.

–“A su manera”, ¿que no es la suya?

–Que no es la mía, exactamente. Ahora hay personas que se involucran en todos los detalles, hasta en el color de los vestidos. Y eso es algo que nunca había ocurrido.

–Usted sintió que le quitaron poder.

–Sentí que me estaban quitando poder. Yo creo que los altos directivos no saben cómo se hace el concurso Miss Venezuela. Es un concurso de belleza y para que tenga éxito hace falta dinero.

–¿No estaban dando el dinero suficiente para hacer el concurso?

–No como antes. Ahora la restricción es demasiado fuerte. Después de 30 y pico de años haciendo esto, con tanto éxito, ¿es posible que yo haya tenido que pedirle dinero a unos amigos míos para poder ir al último Miss Universo, que fue en Las Vegas? Uno me pagó el pasaje, otro me pagó el hotel, y así.

–¿Por qué Venevisión no le pagó el viaje para ir al Miss Universo?

–Hace tres años eliminaron mis viajes a los concursos. Para recortar el presupuesto.

–¿Y por qué usted acude a sus amigos? ¿No tiene dinero para pagarse esos viajes usted mismo?

–No.

–Eso es difícil de creer.

–Pues que lo crean. ¿Tú sabes cuánto ganaba yo por ser el presidente del Miss Venezuela? 600 mil bolívares.

–¿600 mil o 600 millones de bolívares?

–No, no. 600 mil bolívares, es decir, 3 dólares mensuales. Eso a duras penas me alcanza para pagar el condominio.

–¿Cómo usted permitía eso? ¿Por qué no exigió que le pagaran un sueldo justo?

–Siempre me decían que lo que me pagaban era lo que se ajustaba al presupuesto, y como a mí me gustaba tanto lo que hacía, lo aceptaba.

–¿Eso siempre fue así? ¿A usted siempre le pagaron mal?

–Siempre, y esa es una de las cosas que Joaquín Riviera, mi gran amigo, me reclamaba. Me decía que yo tenía que hablar con los jefes para que me pagaran más y no una miseria.

–Si usted ganaba tan mal, ¿con qué dinero ha mantenido esa vida que a los ojos del público da la impresión de ser muy cara?

–Por varias vías. Lo primero, porque durante años he tenido un trabajo en Miami, he sido juez en el programa Nuestra Belleza Latina, que es muy popular, tiene mucho éxito y me pagan bien. Segundo, porque era imagen de las tiendas Traki, que por cierto hay gente que critica mucho mi relación con los dueños, no sé por qué, son amigos míos. Soy padrino de bautismo de dos hijos del dueño. Tercero, porque hago muchos tigritos, por ejemplo, tengo un stand en el Dutty Free del aeropuerto de Maiquetía, etcétera.

–Hay quien afirma que usted tiene dinero porque lleva una red de prostitución.

–Yo no llevo ninguna red de prostitución. Si yo fuera celestino, sería millonarísimo, porque te aseguro que lo haría muy bien.

–¿Por qué lo haría muy bien?

–Estoy siendo irónico. Esa es una acusación delicadísima y peligrosa. Todas las muchachas que han pasado por el Miss Venezuela saben muy bien que yo soy un hombre distante y de carácter severo, que trato de no demostrar preferencias por ninguna, que no soy amigo de ninguna, de modo que nunca he sido cómplice de marramucias.

–¿Alguna vez usted ha recibido favores o dinero por presentarle una muchacha a algún hombre?

–Nunca he presentado a nadie en ese plan. Y los que creen que yo le presenté a Maikel Moreno, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, a su actual esposa, Débora Menicucci, no conocen la historia. Débora Menicucci ya era novia de Maikel Moreno cuando participó en el Miss Venezuela, adonde llegó porque me la llevó Luisa Lucchi. Yo conocí a Débora en Italia, cuando ella tenía 13 años. Su papá era diseñador de zapatos y me estaba ayudando a hacer una colección para Lucchi. Cuando Débora creció, Luisa me la llevó. Débora es una muchacha muy seria y muy correcta, e hice una bonita amistad con ella después de que participó en el concurso. No veo cuál es el problema con eso. Desde que yo comencé a trabajar en el Miss Venezuela, hace muchísimos años, ha habido muchachas que llegan y resultan ser amigas o parientes de empresarios, políticos, periodistas, etcétera. Y mi regla siempre fue la misma: si la muchacha funciona, se acepta. Si no, no.

–Y así como usted es amigo de Menicucci, es amigo Moreno…

–Sí, desde hace muchos años, cuando él era profesor de la universidad. Teníamos un amigo en común y comencé a verlo en reuniones, almuerzos, esas cosas. Si yo tengo que echar el cuento de toda la gente a la que conozco, habrá que escribir 10 tomos, porque yo conozco a un gentío en todas partes. Siempre he tenido amigos y conocidos en el gobierno y en la oposición. No es distinto ahora. Lo que ellos hagan en política no es asunto mío, y no diré más.

–¿Usted cree que le están cobrando sus amistades con chavistas?

–No sé. Yo siempre he tenido amistades con gente que está en el poder, pero antes más que ahora. Antes todos los presidentes de la República recibían a la Miss Venezuela de cada año en Miraflores porque yo llamaba para pedirlo: Carlos Andrés, Caldera, Luis Herrera, Lusinchi. En cambio, Chávez no lo hizo, y Maduro tampoco lo hace. ¿Entonces? ¿Cuáles amistades?

–Hace unos días, en un programa en Telemundo, la ex Miss Venezuela Migbelis Castellanos dijo que, cuando ganó el concurso, usted le buscó a un patrocinante que le comprara la ropa que iba a necesitar para asistir a todos sus compromisos como reina de belleza, pero que ella se negó, porque no estaba dispuesta a entablar una “relación” con esta persona. ¿Qué responde usted ante eso?

–Eso no es verdad. Yo nunca he mandado a nadie a casa de nadie para que haga nada. Toda la ropa de Migbelis la consiguió ella misma. Cuando ganó el Miss Venezuela, me dijo que se venía unos meses para los Estados Unidos a estudiar inglés, y se vino. Su familia la mandó. Si tenía dinero para estudiar inglés en los Estados Unidos, ¿tiene sentido que yo haya tenido que buscarle a un patrocinante para que le compara ropa? El problema de Migbelis es que tiene un reconcomio ingenuo, tonto, conmigo.

–¿Debido a qué?

–A que cuando regresó de los Estados Unidos, a Venezuela, para prepararse para el Miss Universo, tenía 12 kilos de más. Ella es muy simpática, y llegó así: “¡Holaaa, aquí estoyyy!”, pero cuando yo la vi me dio un desmayo. “¡Muchacha!, ¿y tú qué hiciste?”. Para rebajar fue una tragedia, y yo estaba furioso. Si se quitó 5 kilos fue mucho. Fue gordita al Miss Universo, y los organizadores de los concursos de otros países se metían conmigo porque la Miss Venezuela parecía una embarazada.

–Usted la trató mal.

–Fui hostil, porque estaba bravo, y desde entonces ella me tiene reconcomio. Porque para colmo yo empecé a decir en público que Colombia iba a ser la ganadora, cosa que ocurrió. Qué lástima que Migbelis esté hablando tantas tonterías, cuando es tan bonita.

–No es la única que ha hecho afirmaciones duras. Vivian Sleiman, una chica que estuvo a punto de entrar en el Miss Venezuela en 2001, ha asegurado que en cierto momento alguien le dijo: “Tienes que ir adonde Fulano, uno de los patrocinadores más duros del concurso. Él tiene que verte y llévate el traje de baño, pues donde él pone el ojo pone la bala”. Sleiman dice que se preguntó por qué debía pasar por eso si usted ya la había visto y la había aprobado.

–Primero, ni siquiera recuerdo a esa muchacha, que no participó en el Miss Venezuela, y segundo, ella dice “me dijeron”, ¿quién le dijo? En este tipo de cosas no sirve “dar a entender”. Cuando las cosas se dicen, se dicen claro y raspao: “Fulano me mandó a que yo fuera a casa de Mengano a hacer tal cosa”, con nombre y apellido. ¿Tú sabes que en Venezuela hay gente que yo ni conozco que organiza “castings” con niñas y las engañan diciéndoles que yo voy a ir? Yo no tengo control sobre esas cosas.

–Pero, ante las denuncias, ¿usted está de acuerdo con que se investigue todo lo que se dice o no?

–Por supuesto. Que se investigue, y que se investigue de verdad, que se presenten pruebas, no chismes. Luego de casi 40 años, ¿tú crees que si el Miss Venezuela mantuviera una red de prostitución, Venevisión no se hubiera dado cuenta? Ahora bien, si hay alguna niña que luego de que sale del concurso hace una vida irregular, eso no es responsabilidad mia ni del Miss Venezuela ni de Venevisión.

–¿Esto lo dice por lo de la Fundación Diego Salazar, donde trabajaron varias ex misses?

–¿Y qué de malo tiene trabajar y que te paguen? Si a mí me llaman de un trabajo donde me van a pagar 2000 dólares, yo voy.

–Lo que sucede es que Diego Salazar está señalado como desfalcador de PDVSA.

–¿Y qué tiene que ver eso con prostitución?

–Es prostitución del dinero público.

–Sí, muy bien, pero el hecho de que unas ex misses hayan trabajado en su fundación no significa que sean prostitutas. Además, eso ocurrió después de que concursaron en el Miss Venezuela.

–Otro de los señalamientos que se hacen es que existen “patrocinantes” que año tras año están allí, dispuestos a “financiar” a concursantes del Miss Venezuela que no tienen dinero suficiente para costear los gastos de ser miss.

–Toda la vida ha habido tipos dando vueltas. Siempre. Y sabiendo perfectamente que eso es así, lo primero que yo les digo a las niñas que entran al concurso es que no cedan ante ofrecimientos. De esto pueden dar fe todas, porque todas me han escuchado dar el mismo discurso. Mientras ellas están en la Quinta Miss Venezuela, están trabajando en lo que les corresponde, se están preparando. Si alguna, a espaldas de nosotros, hace cosas indebidas, escapa de nuestras manos. Siempre existe la posibilidad de que se cuele una loca. Eso es inevitable, pero no siempre te das cuenta.

–¿Pero no hay ningún tipo de control?

–Claro que los hay, desde el comienzo. Cuando se tiene a un grupo considerable de muchachas que son aptas para concursar, esa lista se pasa al departamento de Seguridad de Venevisión. Ellos chequean a las muchachas y dicen: “Esta sí”, “Esta no”, “Esta sí”, “Esta no”.

–¿En función de qué?

–De averiguaciones que ellos hacen en las que yo no intervengo. Desde que comenzó a hablarse de los fulanos “patrocinantes”, en el Miss Venezuela tomamos la decisión de que estaba terminantemente prohibido que las concursantes fueran a la Quinta vestidas de marca, peinadas y maquilladas. El uniforme era un blue jean y una camisa que yo le pedí a un amigo que tiene una fábrica que me hiciera. Y él me las regaló. Así se vestían las muchachas, todas igualitas.

–¿Por qué usted tiene amigos que le regalan cosas?

–Ay, eso es así de toda la vida, desde que yo era cronista social. Yo pido y me dan. ¿Sabes cómo conseguí la ropa de Keysi Sayago, la Miss Venezuela 2016? Fui a comer con el dueño de la franquicia de Carolina Herrera en Caracas, y le pregunté si podía pasar por la tienda a buscar una chemise que yo quería para mí. Me dijo que sí y fui. No encontré la chemise para mí, pero fui al área de mujeres y agarré dos vestidos, cuatro blusas, una cartera y unos zapatos para Keysi. Este amigo mío después me llamó para decirme que me había llevado muchas cosas, pero yo lo convencí de que era una colaboración que nos hacía falta porque no teníamos dinero, y se quedó tranquilo. Eso no quiere decir que luego Keysi le “pagó” el favor. Ni siquiera lo conoció.

–En un comunicado que usted publicó en Instagram hace unos días, en que se defiende de la acusación de lucrarse de manera indebida a costa del Miss Venezuela, reconoce haber cometido algunas fallas. ¿Cuáles son esas fallas?

–Yo no me he lucrado de manera indebida a costa de nada. Todo lo que tengo, lo tengo porque he trabajado. En cuanto a las fallas, me refería al trato que les daba a ciertas muchachas, sobre todo a las que eran indisciplinadas. Reconozco que las trataba muy mal. He sido muy fuerte reclamando. Esa es la razón por la que algunas no me quieren.

–¿Está enterado de que la periodista Ibéyise Pachecho escribió una novela, Las muñecas de la corona, donde denuncia todo esto de lo que hablamos?

–Sí, tú lo has dicho bien, la periodista escribió una novela. Me pregunto por qué no escribió un reportaje.

–Pacheco también estuvo en el programa de Telemundo donde habló Migbelis Castellanos, y ante la pregunta de si ella creía que usted realmente había renunciado o si, por el contrario, lo habían botado, dijo que se inclinaba más por la segunda opción. ¿Usted renunció o a usted lo despidieron del Miss Venezuela?

–Yo renuncié. Pueden llamar a Venevisión y confirmarlo. Ellos fueron los primeros sorprendidos. No se lo esperaban. Todo el mundo pensaba que yo iba a estar ahí hasta que me muriera, por eso cuesta creer que haya decidido irme por mi propia voluntad, pero me da igual.

–¿Qué hay de cierto en que hay una lucha por la franquicia del Miss Universo? La información es que Venevisión cayó en deuda con el pago y que la franquicia podría pasar a manos de Globovisión.

–Yo supe que la gente del Miss Universo no estaba contenta con Venevisión y que estaban hablando con un canal de cable, Sun Channel, para darle los derechos, todo eso con la condición de que yo siguiera organizando el concurso. A mí eso me cayó como una bomba atómica y pensé: “Eso no va a pasar nunca”. Me quedé callado la boca y no dije nada.

–¿No se lo dijo ni siquiera a sus jefes de Venevisión?

–No.

–¿Por qué?

–Porque no, y ya está.

–Si llegan a darle la franquicia del Miss Universo a otro canal, ¿usted aceptaría irse a trabajar a ese otro canal?

–Lo tendría que estudiar. Yo estoy un poco cansado.

–¿Cansado de qué?

–Ya no es lo mismo que antes, cuando yo podía ir a Nueva York a comprar telas para los vestidos de las concursantes. Hubo una época en que incluso se operaba a niñas que luego no competían por múltiples razones, y no había problema. Quiero decir, había dinero para hacer bien el concurso, como lo quiere el público. Ahora ya no se puede hacer nada y surge todo este lío innecesario que me desagrada.

–¿Qué le parece a usted que Venevisión haya decidido suspender el Miss Venezuela hasta nuevo aviso? Dicen que van a someter el concurso a revisión.

–Me parece que los dueños del certamen tienen todo el derecho de hacer lo que crean conveniente.

–¿Tiene miedo?

–¿Yo? Ninguno. Pongo a la orden mis cuentas de banco.

–Usted era amigo de Gustavo Cisneros, ¿ha hablado con él en estos días?

–Yo no era amigo de Gustavo Cisneros, yo soy amigo de Gustavo Cisneros. Y no, no he hablado con él. En la actualidad es su hija la encargada de la empresa.

–¿Qué va hacer usted ahora?

–Ahora duermo hasta las 10. Después, ya veremos. Algo saldrá. Me queda tiempo todavía.

–¿Es verdad que usted no quiere llegar a los 80 años?

–Sí, pero cuando era chiquito decía que no quería llegar a los 40. Siempre le he tenido miedo a la vejez.

–¿Qué edad tiene usted?

–Eso es un secreto sumarial. Me siento de 30. Eso sí, el día que me vea en el espejo y esté muy anciano, hasta ahí llegué.

–¿Qué? ¿Se quitaría de en medio por su propia mano?

–No, se lo pediría a Dios y él me lo concedería. Y ya no quiero hablar más.