The New York Times: Paso a paso, Venezuela se ha paralizado
The New York Times: Paso a paso, Venezuela se ha paralizado

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FOTO: Meridith Kohut / The New York Times

 

¿Las Cortes? Cerradas la mayoría de los días. ¿El departamento para fundar una empresa? Lo mismo. ¿La oficina del defensor del pueblo? La han convertido en un banco de alimentos para empleados del gobierno.

Paso a paso, Venezuela se ha paralizado.

Nicholas Casey y Patricia Torres para The New York Times

Traducido por Runrun.es

 

Desde ya hace un tiempo, este país se ha acostumbrado a una escasez dolorosa, hasta de alimentos básicos. Pero Venezuela continúa su rumbo hacia territorio inexplorado.

En las últimas semanas el gobierno Venezolano ha tomado lo que puede ser la medida más desesperada nunca antes vista para salvar su electricidad: El cierre de muchas de sus oficinas todos, menos dos, días de la semana.

Esto es solo el comienzo de las aflicciones del país. Electricidad y agua están siendo racionadas, y grandes áreas del país pasan meses con muy poco de ambos.

Muchos no pueden realizar llamadas internacionales desde sus teléfonos, tras disputas entre el gobierno y compañías de teléfonos por tasas y regulaciones monetarias.

Coca-cola Femsa, la compañía Mexicana que embotella Coca-cola en el país, anunció que pararía su producción de refrescos azucarados por falta de azúcar

La semana pasada, protestas se violentaron en varias partes del país cuando protestantes demandaron que supermercados vacíos fueran abastecidos. Y el viernes, el gobierno declaró que las semanas de trabajo truncadas continuaría por 15 días adicionales.

“Han habido muchos problemas, pero una cosa que no había visto hasta ahora eran protestas simplemente para obtener comida,” dijo David Smilde, un analista con sede en Caracas por la oficina de Washington para América Latina, un grupo de Derechos Humanos, en referencia a las demostraciones de la semana pasada.

La creciente crisis económica- alimentada por los bajos precios del petróleo, el principal producto de exportación del país; una sequía que ha paralizado la habilidad de generar energía hidroeléctrica; y un largo declive en fabricación y producción agrícola – se ha convertido en una crisis política intensa para el presidente Nicolás Maduro. Este mes, declaró un estado de emergencia, el segundo este año, y ordenó ejercicios militares, mencionando amenazas extranjeras.

Pero el presidente parece estar cada vez más cercado.

Funcionarios estadounidenses dicen que la creciente crisis ha llevado a Maduro a caer en desgracia con los miembros de su propio partido socialista, quienes creen que pueden voltearse a su líder, llevando el caos a las calles.

Viejos aliados como Brasil, cuya presidenta de izquierda, Dilma Rousseff, fue destituida este mes a la espera de un juicio político, ahora critican abiertamente a Venezuela. José Mujica, el ex presidente de izquierda de Uruguay la semana pasada acusó a Maduro de estar “loco como una cabra».

Tensiones regionales alcanzaron un punto crítico la semana pasada, cuando Maduro insulto en televisión a la Organización de Estados Americanos, quien había previamente criticado a Venezuela por su mal manejo de la crisis económica y política. Maduro disparó contra Luis Almagro, el secretario general, llamándolo “traidor desde hace tiempo” y dando a entender que era un espía.

Almagro respondió con una demoledora carta abierta al presidente, pidiendo que permita el revocatorio que sus opositores piden para sacarlo de su cargo como presidente.

“Traicionas a tu pueblo y a tu supuesta ideología con tus diatribas sin contenido”, escribió Almagro. “Negar la consulta al pueblo, negarle la posibilidad de decidir, te transforma en un dictadorzuelo más, como los tantos que ha tenido el continente”

Mientras la lucha continua, Mariangel González, de 32 años, madre de dos hijos, está primordialmente preocupada por el repliegue del gobierno de la vida diaria.

Las escuelas públicas del país están cerradas los viernes, otro intento de ahorro de electricidad. Así, Mariangel, esperaba en la fila del cajero con su hijo mayor, mientras su esposo cuidaba del menor en casa.

“Ahorita, mi hija menor debería estar en primaria, y el menor en preescolar” dijo. “Mi esposo y yo hemos tenido que reorganizar nuestras rutinas”

Mariangel, una abogada independiente, vivió una vida de clase media hasta hace poco. Pero dice que el cierre del gobierno la ha dejado a ella sin trabajo, y a su familia sin comida.

“Mi hija mayor, quien entiende lo que está pasando me dice, ‘¿Que hay mamá? ¿Pan, arepa, o nada?’” Lo dijo una noche reciente que la familia comió una cena de pasta y ketchup.

Para Vanessa Arneta, quien vive con siete familiares en un apartamento en las afueras de Caracas, es la ausencia de agua lo que está causando el mayor dolor. El agua llega solo una ves a la semana, los jueves, a su vecindario de San Antonio de los Altos.

Los jueves, las tareas se dividen rápidamente. Un sobrino se ducha mientras otro lava los platos, dice Vanessa. Un hermano limpia el baño, mientras alguien más llena baldes con agua para después.

Pero Vanessa dice que el agua llega ahora de un color marrón y está enfermando a su familia. Muchos Venezolanos dicen que han sufrido de irritaciones en la piel por ducharse, o por la incapacidad de bañarse y lavar sus sábanas y toallas.

“Su cuerpo está lleno de pequeñas burbujas, y pican horriblemente” dice Vanessa de una de sus hermanas.

El Gobierno Venezolano dice que los problemas son el resultado de una “guerra económica” protagonizada por la élite del país quienes acaparan suministros, así como de los esfuerzos del gobierno estadounidense para desestabilizar el país.

Muchos economistas coinciden en que Venezuela está sufriendo las consecuencias de años de mala gestión económica, incluyendo la excesiva dependencia del petróleo, y un control cambiario que ha llevado a muchas empresas a parar su producción.

Las frustraciones de los Venezolanos se reflejan en protestas contra el gobierno. La oposición del Nicolás Maduro, quienes controlan la Asamblea Nacional, han estado realizando protestas semanales en apoyo al referendo.

El miércoles pasado, manifestantes se enfrentaron con agentes policiales quienes dispararon bombas lacrimógenas a los protestantes y recibieron botellas y piedras a cambio.

“La economía del país está colapsado,” Pablo Parada, un estudiante de derecho, quien participó la semana pasada en una huelga de hambre frente a las oficinas de O.A.S. en Caracas. “Ahora hay personas que mueren de hambre”

A menudo hay poco tráfico en Caracas, las calles se encuentran casi vacías simplemente porque muy pocas personas, ya sea por falta de dinero o trabajo, están saliendo.

Hace no muchos días, en las sedes del gobierno en el centro de la ciudad, peatones daban vueltas, pero casi todos los edificios- incluyendo varios museos, la oficina de registro público y un centro de la Seguridad Social- estaban vacíos, dando la apariencia de un día feriado.

Solo los guardias estaban en el trabajo.

“Está en las manos de Dios ahora,” dijo uno, Luis Ríos, repitiendo una frase común dicha acá.

Algunos señalan lo que consideran como absurdo: cerrar servicios para ahorrar energía.

“No los veo ahorrando energía de esta forma” dijo Youheinz Linares, una madre divorciada de 38 años, quien cuidaba a sus hijos, de edades 6 y 8, un viernes reciente cuando no había colegio.

“En la escuela, tienes 40 niños bajo un bombillo en un solo salon de clases” dijo. “Ahora, tienes 40 niños en casa con las luces prendidas, televisiones, tablets, consolas y computadoras prendidas todo el día. Es ilógico”