Esto según Carlos Ortega por Alicia Freilich - Runrun
Sendai Zea Ene 03, 2014 | Actualizado hace 10 años

Marcha-11-de-abril-de-2002

2002. El año que vivimos en las calles. (Editorial Libros Marcados) resume conversaciones entre dos veteranos, Carlos Ortega, dirigente sindical, actor y testigo presencial de los hechos que dan tema y el periodista Alfonso Molina.

Sobre abril 2012, quiebre de la estabilidad democrática venezolana, abundan versiones directas y análisis especializados que contraponen la historia oficial. Importantes y polarizados serán verificables en el juicio científico que otorga, sin pasión ni presión, la distancia en tiempos y espacios. Urge ese momento para deslindar con equilibrada precisión, culpas y disculpas, equivocaciones y aciertos, realidad y ficción, lacras ancestrales y correctos logros de nuestro ser, quehacer, deshacer y componer político durante el reciente medio siglo, pero con una visión de futuro a corto y mediano plazo.

Y sería obligatorio un propósito de enmienda por parte de las dirigencias en el poder y la oposición, más la indispensable voluntad ciudadana de practicar la fórmula del error y cuenta nueva ya que los ciudadanos de un país no son extraterrestres ni comiquitas.

Es necesario un balance del alma cara a cara, la individual y colectiva. Se desconoce otra manera de superar la inmadurez crónica en el plano íntimo y comunitario. Así lo hicieron la Alemania post-nazi, los Estados Unidos luego del macarthismo y Vietnam, la Suráfrica de Mandela y el actual Perú, entre otros. Ejemplos para dar pie a un comité regional (¿existe la OEA?) que investigue a las cúpulas de la fuerza armada chavista, ya ni nacional ni bolivariana, pues su concepto central, el Plan Ávila, permite aplicar armas de guerra contra la opositora población desarmada y violar sin tregua la carta magna vigente por tres lustros ilegales anula entre otros, los derechos constitucionales a la desobediencia civil y al debido proceso. Un prontuario de lesa humanidad que no prescribe según la Justicia Internacional.

La confrontación entre el poder civil gubernamental (hoy, aquí, bajo mandato castrocomunista) y el militar (ahora incompetente y corrupto), meollo en toda dictadura a diestra y siniestra, es el núcleo básico de esta memoria testimonial absoluta pues Carlos Ortega persiste como el eje controversial del gremio obrero, movimiento sindical autónomo de la clase trabajadora, emanado de la venedemocracia, antes, durante y luego de 2012. Preso, fugitivo del régimen chavista , exiliado en Perú.

El confuso ciclo de quince años, entre manifestaciones de protesta civil y represión oficialista, amenaza y resistencia, avance y retroceso, legalidad y arbitrariedad, dispersos en el caos de escenas manipuladas, alcanza por fin la secuencia de un guión coherente por la destreza y honestidad profesional de Alfonso Molina, matizadas por su experiencia crítica del arte fílmico. Comunicador avezado, controla su posición demócrata disidente, indaga y repregunta, duda y replica con datos certificados que promueven la reflexión sobre los graves vacíos informativos y vicios de organización previos y durante episodios cruciales como el despido público del personal directivo de Pdvsa, la gigantesca marcha general que pidió la renuncia de Hugo Chávez y su sangrienta represalia, la salida y el retorno presidenciales, Pedro Carmona y su elección ilegítima, la fallida rebelión militar en plaza Altamira, sucesos recontados al detalle por la verdad del sindicalista, cuestionada por el preguntón de oficio. En vías de su tercera edición, este documento único por su inmediatez y veracidad aún discutible con el protagonista, sería material primario en la hora de urgencia que a tiempo detenga este proceso destructor de la Venezuela independiente.

¿Sobrevive alguna reserva institucional democrática, civil o militar, capaz de activar todos los estratos de nuestra desmoralizada sociedad y evite su dirigido suicidio político?

El Nacional