Una Navidad feliz y provechosa por Jorge Urosa Savino - Runrun

ARC_Navidad2

Los venezolanos anhelamos una feliz Navidad. Naturalmente. Sin embargo, es conveniente preguntarnos si nuestra “Navidad feliz” es una Navidad provechosa, útil, que nos deje algo realmente bueno y grande, que vaya más allá de los festejos, los estrenos, las comilonas y los regalos. Más allá incluso de los viajes, de la necesaria visita a la familia, del muy merecido descanso.

Y digo esto porque nosotros, que somos un pueblo muy fiestero, estamos igualando la Navidad al Carnaval. Y muchos caen en el ocio –ausencia de trabajo que paraliza el país–, en el derroche, en el libertinaje y el despilfarro. Seguimos teniendo innecesarios accidentes en las carreteras, y rechazamos, claro está, la violencia asesina que también se da en estos días, y el aumento de la delincuencia estimulada por el alto volumen de dinero en la calle. Además, muchos tendrán que ir en enero al médico como consecuencia de los excesos en el comer y beber. Esa Navidad es una Navidad frívola, con “n” minúscula, vacía y pagana, para nada provechosa, sino perjudicial y no cristiana.

Debemos ir a algo más sustancial, profundo, auténtico. Y por eso conviene recordar el auténtico sentido de la Navidad. La clave nos la da el ángel de Belén: “Les anuncio una gran alegría: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, el Mesías, el Señor”. La Navidad, de verdad, verdad, es el natalicio, el cumpleaños de Jesucristo. El centro de la Navidad es Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que es “el camino, la verdad y la vida”. La Navidad es una fiesta esencialmente religiosa. Y en Navidad Jesús nos invita a recibirlo en nuestros corazones con una fe viva, acompañada por las obras, especialmente el intenso amor a Dios y a nuestros hermanos.

Al recibir a Cristo disfrutamos la felicidad de la fe. Recordemos las palabras de santa Isabel a María Santísima, la madre del divino cumpleañero: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Pues bien: ¡también nosotros tenemos la felicidad de la fe! Por gracia de Dios, por regalo divino, hemos recibido esa luz maravillosa que nos hace ver la existencia, la bondad, la grandeza de Dios, y sentimos su presencia a través de Jesucristo, su Hijo amado, que vino para que el mundo tenga vida y vida abundante. Agradezcamos al Señor ese don maravilloso, y sepamos valorarlo, fortalecerlo y defenderlo en un mundo secularizado que quiere sacar a Dios de la sociedad y de las vidas de la gente.

En preparación para la Navidad es preciso que pidamos a Dios que aumente nuestra fe. Y que, con su ayuda, nos mantengamos firmes en ella, a pesar de las dificultades de nuestros tiempos; por los embates de la superstición, por la ficción de la nueva era con el inexistente y falso “espíritu de la Navidad”, que es vana idolatría y debemos rechazar frontalmente. También está amenazada por la expansión de la santería, que es una religión distinta y contraria al cristianismo, incompatible con la fe en Cristo. Y está amenazada también por nuestra debilidad humana, que nos hace olvidar que nuestra felicidad está en amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

En medio de esas circunstancias, los cristianos debemos permanecer firmes en la fe, y vivir de acuerdo con nuestra excelsa condición de hijos de Dios, discípulos de Jesucristo, y miembros de la santa Iglesia Católica. En el hogar, en el trabajo, en nuestras relaciones humanas, en la vida social y política. Tendremos una Navidad provechosa si en estos días fortalecemos nuestra fe y nuestra práctica religiosa. Tendremos una Navidad provechosa y feliz si acogemos el reto de vivir como hermanos, practicando la solidaridad, rechazando la corrupción, perdonando a quienes nos ofenden, trabajando por el país, luchando por los derechos humanos, la libertad y la justicia.

Más allá, pues, de los festejos y las maravillas gastronómicas de estos días, vivamos una Navidad auténtica y cristiana, no frívola ni pagana, realmente provechosa. ¡Llenémonos de Dios! Vivamos esta Navidad con gratitud al Señor y celebrémosla en familia con una actitud realmente cristiana. Participemos en la Santa Misa el 25 de diciembre y el 1° de enero, que son días de precepto y, por supuesto, todos los domingos, que son el Día del Señor, de Cristo resucitado. Y para ser auténticos, pidamos a Dios la gracia de una fe viva, firme, ardiente, que nos lleve a amar a Dios de todo corazón, y a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado.

 

*Cardenal arzobispo de Caracas

 

El Nacional