¿Puede la democracia? por Fabián Corral B. - Runrun
Sendai Zea Nov 11, 2013 | Actualizado hace 10 años

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¿Puede la democracia convivir con la dictadura? ¿Puede un caudillo gobernar con instituciones democráticas? ¿Es posible que un gobierno representativo dure medio siglo? ¿El partido único es un aval de la democracia? ¿Una revolución tiene derecho a quedarse para siempre dominando a un país? Se me ocurre preguntar porque hay quienes sostienen que lo que hay en Cuba es un ejemplo de democracia. Hay quienes decían, y aún dicen, que lo que hubo en Europa del Este antes de la caída del Muro de Berlín era la felicidad política. Se me ocurre preguntar porque yo estaba convencido de que la democracia existe cuando hay opciones entre las cuales elegir, cuando hay tolerancia, cuando los adversarios políticos no son considerados «gusanos», cuando hay alternabilidad entre gobiernos electos cada cierto tiempo, cuando hay libertad de expresión y no vocería única, cuando la gente puede viajar, irse del país, etc. Parece que yo estaba equivocado al entender a la democracia como un sistema político sujeto a reglas, sometido a jueces independientes, susceptible de escrutinio público. Pensaba yo que la democracia no podía soportar caudillismos eternos, ni podía inaugurar sistemas cuasi monárquicos de sucesión entre hermanos, esposos, parientes, como ocurre en Cuba, Argentina y Venezuela. Estaba yo bajo el entendido de que los autócratas al estilo del doctor Francia, los hermanos Castro, los herederos políticos de Perón y de otros patriarcas otoñales no podían jamás considerarse demócratas. Pero veo que estaba equivocado. Y que, a lo mejor, la democracia no es sino un método puramente electoral que sirve para legitimar cualquier gobierno o parlamento, y para practicar aquello de los poderes absolutos, de la afirmación de la propaganda y de la sustitución del pensamiento con el estribillo, el discurso y la consigna. Grave error el mío, por cierto. Si las cosas son así, ¿en dónde se aloja la libertad como valor? ¿En dónde queda el derecho a disentir, la aventura de pensar? ¿Seremos los ciudadanos únicamente datos, cifras en la contabilidad política; o sujetos con derechos? En esas circunstancias, ¿será la felicidad el esforzado descubrimiento de cada persona, o la receta impuesta por el poder, el uniforme cortado a la medida del sastre oficial? El fundamento de la democracia es el derecho a elegir, que no puede confundirse con sistemas de aplauso y resignación, ni con adhesiones incondicionales y temerosas a las revoluciones. La moral de la democracia es la tolerancia, porque ella alimenta el debate y las opciones. De la tolerancia nace la posibilidad real de escoger. Y nace una de las características de la humanidad: la probabilidad de equivocarse, que en todo caso es preferible a vivir sometido a lo que el «soberano» -dictador, caudillo o rey- decida como bueno, necesario y conveniente para los súbditos, silenciosos testigos del ejercicio del poder.

Fuente: www.elcomercio.com