Cinco años después por Walter Spurrier Baquerizo - Runrun

impuestos_0

El 20 de septiembre del 2008 colapsó Lehman Brothers, una de las más importantes casas de valores de New York, una vez que las autoridades estadounidenses decidieron no salvarla. Estalló una crisis financiera que llevaba años de gestación.

Habían explotado las burbujas inmobiliarias en Estados Unidos y Europa: caían los precios de los inmuebles. Perdieron su vivienda gente que la había adquirido poniendo poca plata y asumiendo mucha deuda, para beneficiarse de la plusvalía, la que ya había. Otros la devolvían a los bancos, puesto que el valor de mercado había caído por debajo de la deuda remanente.

Se inició el derrumbe de los grandes bancos del mundo. Pero los bancos centrales lo detuvieron mediante un colosal salvataje bancario. El mundo evitó repetir la depresión que vivió en los años 30 del siglo pasado.

No hubo depresión, pero sí recesión. Cundió el desempleo. Los consumidores, temerosos, no consumían; la industria automotriz también necesitó salvataje. Las empresas no invertían, puesto que no subían las ventas.

En Europa, la moneda común hizo crisis, y los países de economías más débiles: Grecia, Portugal, España e Irlanda, también necesitaron salvataje a cambio de drásticas medidas de austeridad.

Pero China no entró en crisis y los precios del petróleo y otras materias primas se mantuvieron elevados. Sudamérica se mantuvo boyante. Buena parte del dinero creado por los bancos centrales de Estados Unidos y Europa migró para Brasil, Chile, Perú y Colombia.

Ya quedó atrás el peligro de una recaída de la economía mundial a la situación del 2008. Estados Unidos se apresta a recortar el estímulo financiero porque si continúa durante la recuperación económica, se corre el peligro de inflar burbujas.

La crisis del euro no está resuelta, pero la intervención del Banco Central Europeo para defender a los países vulnerables desalienta a los especuladores. Ya no se teme la salida de Grecia, peor España, del euro.

La convalecencia de las economías centrales traería mayores dificultades para Sudamérica de las que causó la crisis. China ya no puede crecer a base de las exportaciones: su economía se desacelera; se deprimen los precios de los productos primarios.

La recuperación estadounidense y la prevista subida de las tasas de interés hacen que los capitales retornen de Sudamérica.

En abril, la Cepal estimó que Latinoamérica crecería 3,5% este año. En julio bajó la previsión a 3%.

Ecuador no zozobró durante la crisis: crecimiento promedio de 4,2% anual, no mucho menor al 4,6% del quinquenio anterior.

Pero la recuperación mundial también le significa desafíos. Como la recuperación la lidera Estados Unidos, el dólar se fortalecería, con lo que el Ecuador se encarecería en relación con nuestros competidores.

No hay que descartar el estancamiento o incluso una baja del precio del petróleo, aunque hasta ahora se ha mantenido alto contra la mayor parte de los pronósticos.

La caída de los precios de las materias primas torna menos atractiva la inversión en minería: desperdiciamos el mejor momento para despegar esta actividad.

La reactivación del comercio internacional nos encontraría sin acuerdos comerciales y nuestros productos estarían en desventaja para ingresar a los principales mercados.

Nuevos tiempos, nuevos desafíos.

Fuente: El Universo