Demagogia por Andrés Hoyos - Runrun
Sendai Zea Sep 19, 2013 | Actualizado hace 11 años
Demagogia por Andrés Hoyos

demagogia

Fuente: El Espectador

Un país que no entiende cómo funcionan sus finanzas tampoco sabe para dónde va.

Colombia vive desde hace décadas un conflicto costoso, que sumado a la proverbial indolencia de sus élites ha conducido a un grave atraso en todo lo público. El recaudo impositivo actual es del 15% del PIB (sin seguridad social), un monto a todas luces insuficiente para afrontar el posconflicto. Con ello en mente, ¿entiende alguien por qué Clara López, la candidata del Polo, quiere reducir los impuestos a la gasolina? De una dirigente de izquierda uno esperaría que hablara de aumentar los ingresos del Estado, no de disminuirlos. Sobra decir que ni ella ni su compañero de viaje, el senador Luis Fernando Velasco, han explicado con qué impuestos nuevos piensan sustituir lo que se perdería en los combustibles.

La que está cara no es la gasolina, es el petróleo, bien por encima de cien dólares el barril. Este precio no promete bajar mucho en el futuro, dado que las explotaciones de petróleo esquisto dejan de ser viables por debajo de 60 dólares el barril. La autosuficiencia petrolera de Colombia, según reservas certificadas, no va más allá de 2019 —prolongar en apenas un año el consumo y la exportación actuales requiere pozos nuevos que sumen 470 millones de barriles— lo que implica que gastarse lo más rápido posible el petróleo que tenemos es suicida y demagógico.

Pero incluso si Colombia tuviera más reservas comprobadas, sería un error vender barata la gasolina. Estados Unidos se cita como ejemplo. Este país es una referencia obligada en innovación tecnológica, en la calidad de sus universidades, en la fuerza de su cultura popular, pero desde hace mucho se sabe que allí se practica el peor urbanismo del mundo, uno de cuyas bases fue siempre la gasolina barata. Los suburbios americanos no son apenas lugares en los que es imposible vivir sin carro; son lugares donde los vínculos sociales se debilitan. En un suburbio es costoso, además de medio inútil, montar una biblioteca, distribuir un periódico general o tener centros comunitarios masivos. Los suburbios son fáciles de segregar por raza y estrato socioeconómico, y es allí donde se han hecho fuertes el Partido Republicano y las sectas protestantes radicales. ¿No le dirá esto nada a la izquierda colombiana?

Los sofismas abundan: que dizque el precio de la gasolina tendría que depender del ingreso per cápita, sin tomar en cuenta que según la última Encuesta de Calidad de Vida (DANE, 2011) apenas el 13,9% de los hogares en Colombia tiene carro. El carro nuevo más barato cuesta cerca de 20 millones, de modo que uno no entiende cómo podrían comprarlo los estratos 1 y 2 sin quedar hipotecados hasta las narices. Incluso alguien de estrato 3 se verá a gatas para pagar un único carro pequeño por familia.

Cuentas muy simples indican que abaratar la gasolina implica un gasto adicional de billones en vías para la circulación de automóviles. De hecho, los carros en Colombia no pagan ni de lejos lo que cuesta darles por dónde transitar. El verdadero ascenso social está en la educación, la vivienda y la salud, no en el carro. La única opción razonable es generalizar el transporte masivo multimodal de calidad en ciudades densas. ¿Quiere alguien carro? Que pague.

Casi todos los países de ingreso alto, productores de petróleo o no, cobran más por la gasolina porque saben para dónde van. Venezuela, que no lo sabe, la regala. No tendría que ser tan difícil escoger un modelo.