Obama y la piscina vacía siria por Kenneth Ramírez - Runrun

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La revuelta siria lleva más de dos años, 90 mil muertos, más de 4 millones de desplazados y 1 millón de refugiados. No debe ser fácil para el Presidente Obama lidiar con el imperativo moral de estas cifras y recordar el Premio Nobel de la Paz en sus instantes a solas en el Despacho Oval. No obstante, entendiendo los intereses nacionales de EEUU, el Presidente Obama desea mantenerse lejos de este “segundo Irak” potencial y pivotar a Asia-Pacífico.

A la catástrofe humanitaria siria, se le ha añadido a principios de mayo, tanto la noticia de que Bashar al-Assad podría haber cruzado la “línea roja” de Obama utilizando armas químicas, como los supuestos intentos de hacerle llegar armamento a su aliado libanés Hezbollah para atacar Israel -lo cual provocó un ataque aéreo israelí. Todo esto arrastra cada vez más al Presidente Obama hacia el conflicto sirio en contra de sus mejores cálculos.

Hoy por hoy, se ha instalado nuevamente en Washington el debate de si EEUU debe imponer una zona exclusión aérea y armar a los rebeldes sirios, incluso sin el aval del Consejo de Seguridad, en una solución “tipo Bosnia”. La novedad del debate, es que ya no son sólo los neoconservadores los que alientan al Presidente Obama a tomar medidas más contundentes, sino sus propios asesores de política exterior, senadores demócratas como Robert Menéndez –Presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado- y sus aliados -Francia, Reino Unido, Arabia Saudita, Qatar y Turquía.

El propio Secretario de Estado, John Kerry -al igual que su antecesora Hillary Clinton-, parece ganado para un rol más activo de EEUU en la solución de la guerra civil siria. Aun así, el Presidente Obama ha sido muy prudente ante una decisión que considera costosa y muy riesgosa; evitando ir más allá del apoyo diplomático y la “ayuda no letal” a los rebeldes sirios.

El grupo de partidarios de un mayor involucramiento en Siria afirma, que a menos que EEUU tome medidas perderá credibilidad internacional; seguirá subiendo dramáticamente la terrible cifra de muertos, heridos, desplazados y refugiados; se producirá un desbordamiento regional del conflicto –que ya se empieza a observar hacia Líbano, Israel y Turquía-; y aumentará la posibilidad de que islamistas radicales tomen del poder en Damasco.

Sin embargo, el Presidente Obama desea asegurarse de que con una participación de EEUU la situación en Siria en particular y el Medio Oriente en general no sólo no va a empeorar, sino que realmente mejorará. Desde su óptica, EEUU tiene muy poco que ganar –más allá de privarle un aliado a Irán- y mucho que perder en las arenas de Damasco. Los temores presidenciales van desde que las armas proporcionadas a los rebeldes acaben en manos equivocadas –como el Frente Al-Nusra, que se afilió en abril pasado a Al-Qaeda- hasta que la caída de Assad desemboque en una guerra sectaria incontrolable -y no en una nueva democracia islámica à la turque-, transformando a Siria en un “nuevo Irak” justo al lado de Bagdad -que todavía no termina de estabilizarse- o en un nuevo santuario para Al-Qaeda.

Aunque todos estos cálculos lucen razonables, son utilizados por los neoconservadores y otros miembros del Partido Republicano como los Senadores John McCain y Lindsay Graham, para delinear una imagen de Obama como “Presidente débil”. Esto no ha hecho mella en el Presidente Obama debido a la clara oposición de la opinión pública estadounidense a un rol más activo de EEUU en Siria. Las encuestas muestran que alrededor de 60% de los estadounidenses se inclinan por cerrar la larga década de guerras que siguió al 11-S y no intervenir en Siria.

Si de todas formas Obama termina por ser arrastrado al país de Sham, esto implicaría un claro desafío a la “Gran Estrategia” que delineó en su primer mandato, la cual está compuesta de tres elementos, a saber: 1) Evitar involucrarse en nuevas guerras en Medio Oriente; 2) El “pivote al Pacífico”, concentrando el poder de EEUU en la región económica más dinámica del Mundo y donde se presenta el ascenso de China como desafío estratégico; 3) La reconstrucción de las capacidades de EEUU con reformas económicas y sociales domésticas, lo que denominó el Presidente Obama en su discurso inaugural “construcción nacional en casa” (“national-building at home”).

La lógica del “pivote al Pacífico” es de largo plazo. El argumento central es que Asia-Pacífico es el nuevo centro de la economía global, y que si EEUU no muestra compromiso estratégico con Japón, Corea del Sur y otros aliados asiáticos, así como su voluntad de permanecer como la potencia pre-eminente en esta región, la misma se convertirá gradualmente en una esfera de influencia china. Además, cualquier respuesta al ascenso de China pasa por aumentar el peso relativo de la economía estadounidense frente a la economía china, por lo cual EEUU requiere realizar reformas domésticas para salir del letargo económico que le provocó la crisis financiera de 2007-08.

La nueva “Gran Estrategia” fue puesta a prueba en Libia en 2011, pero la Administración Obama dejó que sus aliados europeos tomaran el liderazgo diplomático y militar, lo cual llevó a acuñar la frase “Liderar desde atrás” (“Leading from Behind”). Sin embargo, Siria no es Libia, y en esta situación más difícil, los aliados europeos de EEUU se muestran incapaces de tomar la iniciativa.

Todos estos cálculos explican por qué Obama sigue intentando agotar todas las vías diplomáticas en Siria. De hecho, la Casa Blanca envió al Secretario Kerry a Moscú el pasado 7 de mayo, donde logró acordar con el Canciller Lavrov resucitar el “Comunicado de Ginebra” de junio de 2012 que estipula la formación de un gobierno de transición, convocar a una nueva Conferencia entre las partes beligerantes en Ginebra para junio próximo y colaborar entre los servicios de inteligencia para determinar si Assad utilizó efectivamente armas químicas. Es decir, la Administración Obama ensaya ahora una salida diplomática para acabar con la guerra civil y establecer una Nueva Siria en condominio con Rusia, menos alineada a Irán y con mayor representatividad de la mayoría sunita en las instituciones. Empero, el gran escollo aquí sigue siendo la negativa de los rebeldes sirios a aceptar la permanencia de Assad en un nuevo gobierno, y la negativa absoluta del mismo a marcharse.

No obstante, en la última semana se han producido una serie de eventos que generan expectativas poco halagüeñas sobre los resultados de la nueva Conferencia de Ginebra. El suministro ruso de misiles avanzados Yakhont a Assad para dificultar la posibilidad de imposición de una zona de exclusión aérea por EEUU y forzar así la negociación como única salida; así como la victoria del Ejército sirio en al-Qussair que controla el paso entre Líbano y las ciudades de Homs y Damasco con el apoyo de las fuerzas especiales iraníes Quds y Hezbollah, hará a los negociadores de Assad más intransigentes en Ginebra. Además, la aprobación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU de una legislación que permite armar y entrenar a los “grupos rebeldes sirios de tendencia moderada” –si es firmada por el Presidente Obama-, invitará a los rebeldes sirios a apostar por el fracaso de la conferencia, ya que estimarán que con suficiente apoyo militar inclinarán la balanza a su favor. Por último, Moscú y Washington ahora discrepan sobre la eventual participación de Irán en la conferencia: mientras el primero la considera “necesaria”, el segundo la considera “perniciosa”.

Osama bin Laden logró distraer a EEUU por un década respecto al ascenso de China; ahora sólo resta saber si el Presidente Obama evitará ser lanzado de cabeza en la piscina vacía siria, terminará de cerrar la larga década de guerras de EEUU en el Medio Oriente y logrará pivotar a Asia-Pacífico.

@kenopina