Lo que nos merecemos por Tony Bianchi - Runrun
Sendai Zea Ene 07, 2013 | Actualizado hace 11 años
Lo que nos merecemos por Tony Bianchi

En los últimos veinte años se ha oído y leído con creciente frecuencia, especialmente de parte de politólogos extranjeros, la conclusión de que en Venezuela nos merecemos a los Jefes de Estado y a los Gobiernos que llegan al poder. Francamente, al comienzo esto era muy irritante por lo denigrante pero con el pasar del tiempo he encontrado que al fin y al cabo los que llegan a esta conclusión tienen cierta razón.

El venezolano en general, llámese ciudadano o simplemente pueblo, ha raramente salido masivamente a la calle para promover la victoria electoral de unos u otros líderes políticos que se han alternado en el poder y por lo tanto no son directamente responsables de los desastres cometidos por estos gobernantes.

Sin embargo, en una forma u otra ellos han contribuido a que estos personajes llegaran y se consagraran en el poder sea por falta de interés en la política (materia que se ha dejado en mano de los partidos) sea por poco conocimiento y visión, sea porque poco le ha interesado el futuro del país sino mas bien sus intereses personales.

Es igualmente cierto que la tarea de escoger a los gobernantes y luego supervisar sus actuaciones corresponde principalmente a los partidos políticos y a otros organismos oficiales pero en ningún momento el venezolano democrático que con su voto lleva al poder los gobernantes puede considerarse completamente eximido, lo cual nos lleva a una primera conclusión: las elecciones políticas son sumamente importantes y necesarias, parte del deber democrático de todos los ciudadanos no solamente de los que participan activamente en la política siendo igualmente importante el participar, opinar y si necesario levantarse en defensa del interés de la nación.

Si no ejercen su derecho al voto y luego no hacen el necesario seguimiento a las actuaciones de los gobernantes todos los ciudadanos son parcialmente responsables de los daños causados al país. La ausencia de participación o reacción ciudadana es tan reprochable como el dictamen jurídico que afirma que “el desconocimiento de la Ley no otorga el derecho a no acatarla.”

Revisemos la historia, aunque de manera simplificada:

A lo largo de 40 años de democracia, los gobiernos anteriores a la aparición de Hugo Chávez no supieron aprovechar las inmensas riquezas de Venezuela y para convertir a nuestro país en una de las naciones emergentes más sobresalientes del mundo que ofrecía una gran solidez económica y que prometía a su pueblo la calidad de vida que le correspondía. Esta falla creó un descontento tal que hasta un militar de rango intermedio prácticamente desconocido pudo atreverse a atentar en contra del sistema democrático.

La falta fue de todos los venezolanos, merecimos y pagamos las consecuencias siendo el Presidente Carlos Andrés Pérez quien pago la factura final.

Esto causó que reapareciera Rafael Caldera, el gran enemigo político de Pérez, a quien los venezolanos escogimos para “salvar la patria.” Su segundo mandato no solucionó ningún problema sin más bien nos dejó como regalito un indulto absolutamente innecesario, como premio por haberse enfrentado a CAP que aplanó el terreno para que Chávez se lanzara como candidato presidencial a pesar de haber actuado en contra del sistema democrático.

La responsabilidad de estos desastres no puede achacarse solamente a los políticos y a los gobernantes sino a todo el país que no cabe duda se mereció el mal inicial y los males que de allí derivaron, el principal siendo la gradual y sistemática pérdida de valores democráticos que bien o mal todavía existían dentro de una imperfecta democracia.

Al bravo pueblo hay que reconocerle un determinado y corajudo esfuerzo de reacción, al enfrentarse a Chávez con un paro petrolero de muy válida intención pero que falló por ser demasiado dañino para el país, y unas demostraciones y una marcha millonaria que por poco no surte el efecto deseado.

La reacción, basada sobre estos errores, resultó en una dictadura aun más feroz y meno camuflada, apoyada por un importante sector del país cegado por el sol Chavista que añadió al caudillo la popularidad que le faltaba para lograr sus objetivos frente a una Oposición desmoronada y desanimada.

Desde entonces Chávez ha aumentado su sistemático desmantelamiento del sector privado y del aparato productivo, la parcial destrucción de PDVSA y del progresivo control de las instituciones despojándolas de toda autonomía e independencia siendo las más importantes la Corte Suprema de Justicia, el Banco Central, las Fuerzas Armadas, los órganos policiales, y lo más crítico, el Consejo Nacional Electoral (CNE).

¿Estaba de acuerdo la mayoría de los venezolanos y los políticos de la Oposición en otorgarle a Chávez un poder casi absoluto e incontrolable? Seguro que no y no se le puede negar una buena cantidad de atenuantes, pero la pura realidad nos indica que todos nos hemos merecido el gobierno y el dictador que tenemos sea por falta de determinación, no entender, no entender a tiempo y/o por ser incapaz de enfrentarlo con la misma fría y calculadora cara dura que lo ha distinguido.

Si examinamos los resultados de las elecciones presidenciales y los referéndums de los últimos seis años, notamos un lento pero constante fortalecimiento de la Oposición, cosa que celebra la labor de los que tanto se han esforzados y tanto deseamos un cambio. Pero si tomamos como muestra las últimas dos elecciones (del 7/10 y del 16/12) donde además de un descomunal ventajismo del oficialismo se registraron «manoseos» indebidos tales como lo denunciado por el coordinador electoral del partido Un Nuevo Tiempo, Vicente Bello, y no suficientemente difundido, de que el 16 de Diciembre la cantidad de 1.013.173 votos fueron declarados nulos y que todas las indicaciones apuntan a que el 85 por ciento de ellos, o sea más de 850.000 votos favorecían a la Oposición, no podemos sino llegar a la segunda conclusión de que hasta que el CNE esté en manos del Gobierno y no sea completamente independiente, permitiendo que todos los partidos puedan revisar todo el material, las máquinas y el proceso electoral de cerca y que puedan presenciar el conteo de los votos en la sala de contabilización del CNE, no tendremos elecciones limpias.

Depende de todos, unidos y sin titubeo lograr esta meta para de una vez por todas darle la cara al mundo, orgullosos de poder afirmar que hemos instalado un presidente y un gobierno que nos merecemos.

Por Tony Bianchi