1999-2002: $5.000 millones de oro por Juan Carlos Zapata - Runrun

¿Quién dijo que los empresarios nacionales no invirtieron en los primeros años de mandato de Hugo Chávez? Lo hicieron pese al clima de tensión que el Presidente fue montando para justificar lo que vendría después. Aquí está el inventario.

Una opinión mal intencionada

La cifra y la calidad de negocios de aquellos primeros tres años del periodo chavista echan por tierra la malintencionada afirmación de que los empresarios venezolanos dejaron de invertir, y que los nuevos planes provenían exclusivamente de las multinacionales.

Por los ataques de Chávez hacia buena parte del empresariado, se había tejido la versión de que al Gobierno le interesaba más la relación con los extranjeros. Lo que el ministro de Energía, Alí Rodríguez parecía conformar con aquella frase de que hay que prepararse para una ola de inversión extranjera. Por ejemplo, el gobierno fue el que más apoyo le dio a AES en la compra de La Electricidad de Caracas. El ingreso de AES le hizo un gran favor al Gobierno justo en el momento en que Chávez competía por su segunda presidencia contra el “traidor” Francisco Arias Cárdenas.

Se suponía que con las multinacionales Chávez no se sentía obligado ni comprometido a compartir el poder. Y tampoco a pagar ningún favor de campaña.

No obstante, era cuestión de esperar. Porque más tarde vinieron las estatizaciones de las empresas controladas por AES, Techint, Verizon, Santander,  Cemex, Owens Illinois, Almacenes Éxito, Cargill, entre otras. La toma de tierras y de compañías agroindustriales. Las expropiaciones de taladros, de algunas contratistas, así como el nuevo esquema de asociación petrolera. Pero esto va a ser después. Cuando Chávez estime –lo declaró con motivo de la toma de las contratistas de la Costa Oriental del Lago de Maracaibo- que era el momento de pasar a la ofensiva. ¿Cuándo en realidad no lo estuvo?


El dinamismo del dinero

Mientras le llegaba el turno a los extranjeros, y mientras las relaciones se tornaban tirantes con los locales hasta los hechos de abril de 2002, el capital criollo se mostró dinámico y ávido de aprovechar las oportunidades, que las había. Inclusive más allá de la autojuramentación de Pedro Carmona Estanga, más allá del paro de 2002-2003, más allá de los insultos de Chávez, más allá de las amenazas, del control de cambios, de las nuevas leyes, del cambio de la Constitución, de las expropiaciones, las estatizaciones, de las presiones del Seniat, de la toma de empresas por parte de grupos violentos, más allá de la repetición sistemática de que el capitalismo es perverso, y de que los ricos son malos, todavía quedaban (quedan) empresarios, banqueros, constructores, industriales, apostándole al país.

El periodo, 1999-2002, va a tener correspondencia con lo ocurrido en el segundo gobierno de Pérez, entre 1990 y 1992, en plena apertura. Compra, ventas, alianzas, fusiones, banqueros emergentes consolidando posición, tradicionales echando el resto. (Es antológica la OPA de AES sobre La Electricidad). Hasta que los demás se convencieron del rumbo del sistema, y pararon. Pararon de invertir. Y no fue hasta después de 2003 que vino la boliburguesía y el más reciente recalentamiento bancario.

Los espacios no se abandonan

Por supuesto, entre 1999 y 2002, hubo ventas porque algunos olieron tempranamente la situación y quisieron irse o ponerse líquidos. Los que compraban, en cambio, decían que todo estaba barato, y se resistían a creer lo que sobrevendría más tarde. O a lo mejor se confiaron. Como Ricardo Fernández, que creyéndose protegido, afirmaba su plan sin pensar que el de Chávez y los cubanos era otro. O Rafael Sarría, amigo, hermano de Diosdado Cabello, el operador que saltó a ser empresario de cuentas gruesas, el hombre que ayudó a organizar la subasta de las frecuencias de telefonía celular en la Bolsa de Caracas, el hombre que organizó el acto, diciembre de 2001, de empresarios con Chávez en el Meliá Caracas como contrapeso a Fedecámaras y Carmona Estanga. Sarría, en resumen, aseguraba que si a él le iban a quitar lo suyo sería el primero en defenderlo con su vida. Decepcionado, dicen unos; estrategia, dicen otros, lo cierto es que ya no prefiere vivir en Venezuela.

De la crisis bancaria, 1993-1995, y del complicado gobierno de Caldera, los valores quedaron por el suelo. Y si se rebobina recordarán expresiones como que cada acción Sivensa valía menos que un refresco. O La Electricidad de Caracas tanto como un toronto. ¿Qué no era ganga entonces?

Carlos Gill había desarrollado su propia teoría. Apuntaba que peor que retratarse con Chávez era ceder espacios, abandonar espacios y no aprovechar oportunidades. Y pasaba del dicho al hecho, comprando otro banco, Nuevo Mundo, por 14 millones de dólares, metiéndose después en el Canarias, y más tarde en Banorte. Como Gill, otros. No eran empresarios para tener miedo. De modo que a pulso, compraban y vendían para volver a comprar. Hay que recordar que entre 1999 y 2002 las franquicias tuvieron una época dorada, y algo de la burbuja de las puntocom, desparramó por estos linderos.

Se pueden mencionar casos emblemáticos, que ilustren hasta qué punto el capital estaba dispuesto a jugársela con el gobierno de Chávez, apostándole a Venezuela, pese a que el Presidente ya los golpeaba, ya los cercaba, ya les anunciaba que a la fiesta chavista no eran bienvenidos. Pero como dijo Gill: las oportunidades privaban sobre el riesgo, sin dejar atrás el riesgo.

Locos por la plata

¿Quién no recuerda aquella película, Los dioses deben estar locos? Pues más o menos era lo que ocurría en Venezuela. Ya Chávez había mostrado las garras en su juramento sobre la Constitución moribunda de 1961, en su intento de disolver el Congreso, en sus discursos de calle en los que el leitmotiv era “oligarcas temblad”, en el estilo de solicitar y aprobar una Ley Habilitante. En uno de los primeros encuentros en el Palacio de Miraflores Chávez hizo a los empresarios corresponsables de la crisis venezolana, menos a Lorenzo Mendoza, muy joven, dijo, para ello.

Ataques iban y venían y, sin embargo, ahí estaban los empresarios, metiendo plata, arriesgando el dinero, diciéndose a sí mismo que a mayor riesgo más ganancia, que era el momento de comprar barato, que había que pensar en el largo plazo, que a Venezuela no la iba a acabar Hugo Chávez.

La locura se contagiaba. Pues daba la impresión de que nadie se quería quedar fuera. Si este compra, ¿por qué yo no? Y así la espiral tomaba vuelo. Se tejió la idea de que si no se era un objetivo específico no había que temer. ¿El resultado? Todos resultaron ser objetivos.

Lo grave es que el  capital  hacía una pésima inversión en política. Porque ver para los lados ¿qué veían los empresarios? Que AD y Copei seguían autodestruyéndose. AD se dividía de nuevo (hasta que llegó Henry Ramos Allup y paró la sangría o ya AD no se podía dividir más). Primero Justicia iba en ascenso y también  directo a la división. ¿Entonces? Se le aportó plata a la segunda candidatura de Chávez y también a la de Francisco Arias Cárdenas con su cuña de la gallina, dizque fórmula salvadora en extremo. Por el contrario, se dejaba solo a Claudio Fermín. Claro, se optaba por lo seguro. Pero la moraleja es: así se equivoque, para el empresario no hay voto castigo.

Sin factores políticos de contrapeso, la acción y la palabra de Chávez avanzaban. Y el empresariado era clave en el discurso de apelar siempre al chivo expiatorio. Valga un caso a modo de ilustrar cómo podía desencadenarse la operación contra un empresario:

A raíz de que el diario El Globo, propiedad de Nelson Mezerhane, publica una mancheta aconsejándole llevar las relaciones con Estados Unidos tal como Andrés Pastrana llevaba las de Colombia, el Presidente reaccionó con tal desproporción que más nunca pudo recoger sus palabras. De manera correcta, primero apuntó que ahora las relaciones con Estados Unidos se llevaban en un plano digno; pero de manera incorrecta, a renglón seguido, descalificó a Mezerhane y en plena cadena presidencial, enumeró las empresas de su propiedad: El Globo, el Banco Federal, Globovisión… Era una forma de exponer al empresario en medio de aquel clima tenso, incubado por un discurso que dividía al país entre ricos y pobres, malos y bueno, oligarcas y pueblo, antipatriotas y patriotas.  Mezerhane venía apostándole al país salvando a Jantesa de una deuda de 40 millones de dólares, montando Seat-Auto, invirtiendo en la recuperación del Hotel Cumanagoto, el teleférico y el Hotel Humboldt con su proyecto Ávila Mágica, y había pujado por comprar Seguros Sofitasa, Seguros Capitolio y el Banco República. Con ironía, Chávez lo llamaba “mi amigo Mezerhane”, mientras los círculos bolivarianos cercaban y atacaban Globovisión. Desde ahí, todo se desbarató. La historia siguiente ya se sabe. Mezerhane está en el exilio.

Los $5.000 millones: los casos

1. En 2000, Juan Carlos Escotet e Ignacio Salvatierra logran la fusión del Unión-Banesco y Caja Familia. Carlos Gill Ramírez ayudó en el diseño de la mega operación y de paso incorporó al Banco Hipotecario Venezolano, de su propiedad. Luego, Escotet –ahora con el banco más grande- compraría la parte de Salvatierra, y éste montaría tienda propia en Inverunión. Carlos Gill se uniría al Grupo Gorrín y a Eligio Cedeño en el Banco Canarias.

2. En 1999, el Banco Mercantil compra a Víctor Gill Ramírez  Interbank. El Mercantil consolidará posición frente al Venezuela del Santander, el Provincial del BBVA y Banesco. Gill se mantendrá casi al margen de la banca, le queda Totalbank, hasta que en 2005, teniendo como socio a Umberto Petricca, compre a Fortunato Benacerraf, el Banco Fondo Común. Gill junto a Beto Finol también ingresó en Elca Telecomunicaciones. La transformaron en Digicel.

3. Fortunato Benacerraf, cuya familia era socia fundadora del Unión, había disputado previamente al lado de José María Nogueroles el control a Salvatierra quien, como se dijo, terminó aliado de Escotet. En 2000,  Benacerraf, ahora en Fondo Común, adquirió La Vivienda y Del Centro, dos entidades hipotecarias, que luego fusiona en Fondo Común. Compra también el Banco República a los colombianos de Davivienda. Hace un solo grupo y eso es lo que vende después a Víctor Gill Ramírez.

4. En 1999, Miguel Ángel Capriles López relanza Ultimas Noticias y El Mundo. Con la entrada en 2000 de AES Corporation vende las acciones del grupo en La Electricidad de Caracas. Se queda en el Banco Mercantil. Se queda con el 20% de Sivensa, y junto a Carlos Acosta compran HL Boulton y Venoco. Luego Venoco pasa a manos de Franklin Durán y Carlos Kaufman.

5. El Grupo Polar trajo a Venezuela Casino de Francia que se asoció en el Consorcio Cativen junto al mismo Polar y Éxito de Colombia. Después Cativen compra  Construcentro a Corimon por 250 millones de dólares. Polar apuntaló las inversiones en el Zulia. Adquirió el agua mineral Minalba, la marca de pastas, Capri y Frito Lay de Venezuela. Por 500 millones de dólares se hizo del control de Industrias Mavesa, margarinas, vinagres y jabones. Relanzó Pepsi Cola y Golden.

6. Carlos Sultán del Grupo Graffiti, abrió, de acuerdo con los tiempos, la cadena de tiendas ¡No puede ser!, una línea más popular de venta de ropas y artículos para el hogar. Pero no resultó. Graffiti entró en mora con la banca. Sultán tuvo que reducir el grupo. Solventada la crisis, en 2006 adquirió Compumall.

7. Bernardo Velutini vendió el Banco Caracas, La Vivienda, entidad de Ahorro y Préstamo y Seguros Ávila. De inmediato montó Bolívar Banco,  y trajo la  marca Kia. El Bolívar Banco resistió el embate de Jorge Olavaria que para congraciarse con el comandante, decía que un banco no podía usar el apellido del Libertador. Sin embargo, el Bolívar resultó tremendo negocio al vendérselo en 2004 a Eligio Cedeño en 45 millones de dólares.

8. José María Nogueroles compró el Banco Caracas y bajo la filosofía de una agencia por mes, lo extendió por toda la geografía nacional. El Santander-Venezuela, en su lucha contra el Mercantil, el Provincial BBVA y Banesco, adquirió después el Caracas. Y Nogueroles, incansable, adquiriría el banco más pequeño del ranking, el Tequendama, lo transformaría en el Banco Nacional de Crédito, y lo ubicaría entre los 10 primeros del mercado. A finales de 1999, al momento de inaugurar la sede principal del Banco Caracas en  el corazón de la ciudad, y teniendo como invitados a los empresarios más representativos del país, un grupo de chavistas de los círculos bolivarianos, se apostó a las puertas del edificio para insultar quien entrara y saliera del evento.

9. Salomón Cohén, terminado el Sambil de Caracas en el gobierno de Caldera, inauguró el Metro Center y el Boleíta Center. Después, terminaría el Sambil Maracaibo, Sambil Valencia.

10. Grupo Belloso, se decidió por la expansión de FarmaAhorro. La franquicia no ha parado de crecer desde entonces.

11. Grupo Zubillaga se lanzó con FarmaTodo y la transformó en líder de su mercado.

12. Víctor Vargas Irausquín. Fusionó los bancos Norocco, Valencia, entidad de ahorro y préstamo y al Banco Occidental de Descuento, pasando a convertirse en uno de los primeros grupos financieros del país. Por esos años, casó a su hija  con Luis Alfonso de Borbón. Más tarde terminó comprando CorpBanca.

13. Oswaldo Cisneros. Cedió el control de Telcel a Bell South. Vendió sus acciones en Femsa. Y cuando creían que se retiraba se hizo socio de la Corporación Química Corimon. Como Telefónica compra los activos de Bell South en América Latina, el porcentaje de Cisneros entra en la operación. Para comenzar de nuevo.

14. Gustavo Cisneros. Adquiere el equipo los Leones del Caracas. Mantiene el plan de inversiones en Cervecería Regional. Conserva Venevisión. Para asegurarse, muda el grueso de operaciones a Miami.

15. Ramón Rodríguez. Apareció un desconocido. Junto a Carlos Gill y Juan Luis Casañas, adquirieron Seguros Bancentro, La General de Seguros, Seguros Ávila. La sociedad se mantuvo hasta el 2004.

16. Enrique Cusco se asocia con Puma TV de José Luis Rodríguez. Puma TV es la señal que comprará después el boliburgués Wilmer Ruperti.

17. Luis Emilio Velutini. Lidera el Fondo de Valores Inmobiliarios. Negociador nato, trae a Irsa y a George Soros. Después a Sam Zell. Y emprende proyectos como la torre Provincial, el Centro Comercial el Tolón I, adquiere el Centro San Ignacio.

18. Falta más. Del Sur y Oriente de César Navarrete se fusionan. Y Mi Casa y La Primogénita siguen el mismo ejemplo de la mano de Armando Simoza. Y Tobías Carrero de Multinacional de Seguros adquiere Circuito Venezuela, amplía su inversión en Quinto Día y adquiere el 50% de Seguros Alianza, y levanta torre propia. La Familia Vollmer rescata Ron Santa Teresa. La Boutique del Sonido salva a Imgeve. Andrés Eloy García expande Wendy’s por Venezuela. Cambia de mano el Banco Galicia y se transforma en Stanford Bank. Juan Carlos Maldonado recupera el negocio familiar, Seguros La Previsora, y negocia el Banco Confederado. El Vencred adquiere el edificio de La Electricidad de Caracas. Televen de Omar Camero se alista para estrenar sede. Seguros Mercantil se quedaba con Seguros Orinoco, Alfonso Rivas & CIA. C se queda con Mac.Cormick y Nevazucar.

Pero entonces, y entonces, a Vicente Brito se le acababa su periodo en Fedecamaras y por allí se asomaba, se veía llegar, el triunfo del vicepresidente, Pedro Carmona Estanga.