El desafío periodístico de informar en el segundo país más violento del mundo
El desafío periodístico de informar en el segundo país más violento del mundo

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Foto Crónica Uno

 

El Observatorio Venezolano de Prisiones realizó el primer foro sobre periodismo y la cobertura de la violencia en Venezuela. Un panel de seis comunicadores sociales expusieron sus experiencias

 

Seis periodistas venezolanos, seis experiencias, seis reflexiones sobre la responsabilidad de comunicar y un mismo desafío: el de informar en Venezuela, el segundo país más violento del mundo.

Esta media docena de comunicadores coincidió en un foro organizado por el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), institución que propició el debate sobre la cobertura informativa en un entorno signado por el incremento de la criminalidad, la situación carcelaria y la persistencia de restricciones para las coberturas de sucesos y la falta de estadísticas oficiales.

Humberto Prado, director del OVP, le puso cifra al contexto: 450 cadáveres se contabilizan como promedio mensual de ingresos a la medicatura forense de Caracas.

El presidente de la asociación civil Acción Solidaria, Feliciano Reyna, moderador del encuentro, propuso a los medios emplear una  terminología menos estigmatizante en el tratamiento de las noticias acerca de la violencia.

Culto al pran

La ponencia de Ronna Rísquez, jefa de la Unidad de Investigación de Runrun.es, con amplia experiencia en periodismo de investigación y cobertura de sucesos para medios impresos y digitales en las áreas de violencia, seguridad ciudadana, delincuencia organizada y narcotráfico, puso la lupa sobre la cultura de la prisión y la idealización del pran y su impacto en la sociedad venezolana.

Explicó que, al igual que en las prisiones, en los barrios hoy predomina el control territorial por parte de bandas organizada, los grupos delictivos asumieron la estructura jerárquica de los pranes como una forma de “gobierno” exitosa, se dedican al crimen organizado y el castigo para el enemigo es el exterminio.

De acuerdo con las indagaciones hechas por Rísquez, 90% de las extorsiones se dirigen desde las cárceles, así como secuestros de personas y vehículos. Éstos -agregó-  son robados para luego cobrar rescate por su devolución. Desde las prisiones también emana el grueso de las órdenes de sicariato.

Rísquez explicó que para los delincuentes la policía es su principal enemigo. “Los cuerpos de seguridad son su competencia en los negocios delictivos, aunque en algunos casos también pueden ser sus socios temporales”. Además indicó que las bandas ya no son tan rivales, puesto que han negociado la “paz” y tejido redes de comunicación, respeto y lealtad. Esta solidaridad entre delincuentes también se repite en el mundo de los pranes.   

La conclusión de la periodista de Runrun.es: “Al final el ciudadano siempre es víctima: de la policía, de los delincuentes, del Estado”.

Gustavo Gómez Morón, periodista y ancla de Unión Radio, TV Martí y presentador de Primer Contacto, precisó que julio fue el mes más violento de los últimos tres años.  “Caracas desplazó a San Pedro de Sula, Honduras, como la ciudad más violenta de América Latina”.  

El comunicador se sumó a una queja profesional que no es nueva: La falta de estadísticas oficiales, sin las cuales es imposible conocer la magnitud real de la criminalidad en el país.

A Yohana Marra, del portal Crónica Uno, le correspondió compartir su experiencia en el abordaje de la problemática carcelaria, sus múltiples realidades. En su enfoque el preso puede ser victimario y también víctima.

Marra dijo que los periodistas se apoyan en la OVP y en las familias de los privados de libertad para poder obtener cifras y datos relevantes sobre los temas carcelarios, porque la información del Ministerio de Servicio Penitenciario es casi inexistente. Como ejemplo recordó los inconvenientes en la cobertura de motines carcelarios más sangrientos de los últimos años. “La Guardia Nacional Bolivariana (GNB), el Ministerio de Servicios Penitenciarios, impiden la cobertura”.

 

Preguntas cruciales

Edgar López, periodista de El Nacional y docente universitario, se ocupó de la cobertura carcelaria vista a través del cristal de los Derechos Humanos.  Su ponencia giró en torno a un eje controversial, expresado en la pregunta: ¿Porque cometieron un delito y están presos no tienen derecho a un trato digno?

Para López es imprescindible considerar e incluir en los textos periodísticos la perspectiva de las víctimas de los delitos comprobadamente imputables a una persona privada de libertad. “Hay que diferenciar entre justicia y venganza”, dijo López.

El comunicador que ha dedicado buena parte de su carrera a la cobertura de la fuente judicial insistió en que: “Aunque sea una obviedad hay que repetir que los privados de libertad son personas y todas las personas tienen derechos humanos”.

Otra de las expositoras del foro fue la periodista Sandra Guerrero, de El Nacional, quien hizo un recorrido por lo que ha sido la cobertura de sucesos en el país y como se ha obstaculizado el acceso a la información oficial desde el inicio del mandato de Hugo Chávez.

 

Luis Carlos Díaz, periodista de Unión Radio-Circuito Éxitos y facilitador en temas tecnológicos, también expuso en clave interrogativa, al abordar lo relativo a los medios digitales y las redes sociales en la difusión de informaciones de violencia y criminalidad. “Linchamientos, saqueos, descuartizamientos. ¿Hasta dónde se debe llegar en la función de informar? ¿Hay un límite?”.

El comunicador puso el acento en la necesidad de que sus colegas se esfuercen en comprobar la veracidad de la enorme cantidad de informaciones, tanto de fuentes confiables  como de ciudadanos comunes, que ahora saturan las redes sociales.   

“Hoy, más que nunca, el medio tiene un rol legitimador en medio de la marea informativa. La gente no reemplaza al periodista, aunque éste sí necesita de la colaboración ciudadana. Hay que crear esas alianzas”.

Hizo énfasis en que los periodista deben reflexionar y analizar la información que va publicar y tener claro para qué y por qué debe ser difundida.