OVV: ¿Es posible acostumbrarse a los comportamientos violentos?
OVV: ¿Es posible acostumbrarse a los comportamientos violentos?

ENTRE LA NIEBLA Y EL ESTUPOR de una mañana sancristobalense, las calles aún no despiertan, a pesar de ser cerca de las siete de la mañana. Los pocos carros que andan por las vías transitan lentos y sin apuro. Como suele suceder, los escasos autobuses que todavía circulan por estos días se van estacionando cada pocos metros a dejar una tanda de pasajeros. Mientras las personas se bajan en su destino, el sonido de un golpe seco y el reventar de unos cristales, los despierta de repente y los saca de su ensoñación, empero siguen caminado quizás por la premura o por el temor de que el sonido se repita y derive en una situación desagradable.

No obstante, quienes iban en los carros –detrás del autobús- no pudieron evitar conocer el motivo de ese ruido. Un joven sentado en el asiento del copiloto de un Chevette amarillo se asoma por la ventana y con un bate en la mano, golpeó las luces traseras del autobús y sigue su camino por la avenida. Nadie dijo nada. Nadie se alteró mucho. Solo pasó. ¿Había un motivo aparente para que esto sucediera? Al parecer, no. ¿Había razón para asustarse?

Posiblemente. ¿Alguien se alarmó, gritó o dijo algo al respecto? No.
En otras circunstancias, estos actos, si bien no se equiparan a un homicidio o un robo, están lejos de ser lo que se consideraría un comportamiento tolerable.

Y en medio de ese tipo de gestos, actos y sucesos, viven rodeados los ciudadanos tachirenses. Desde los gritos y empujes en una cola del supermercado hasta la travesía y el maltrato de los guardias al cruzar el puente que nos conecta con Colombia. Son el día a día.

Todo demasiado normal.

Pero, ¿es posible acostumbrarse a la violencia? ¿Cómo esta normalización puede afectar a la ciudadanía del estado Táchira a corto, mediano y largo plazo y qué estrategias podrían tenerse en cuenta para paliar la situación?

La ley del más fuerte

Quien sobrevive es quien es más adaptable al cambio es una de las premisas más conocidas de Charles Darwin. Aunque, el naturalista la empleó para explicar el porqué algunas especies se extinguían, sirve también como metáfora para explicar la razón de ser de la normalidad y aceptación de ciertos comportamientos, incluidos los violentos. De acuerdo, con Estefanía Chacón, psicóloga clínica consultada por prensa del Observatorio Venezolano de Violencia Táchira, la constante exposición a estos estímulos y la sobresaturación tiene un papel importante en la aceptación de los comportamiento violentos, sin embargo, también es necesario la constancia, la repetición y de cierta manera, la aprobación de un grupo de personas o de la sociedad para perpetuarlos.

Vivir en un entorno violento hace pensar que el empleo de la violencia es una herramienta para resolver problemas y, “una sociedad que acepta o normaliza los hechos violentos es una sociedad enferma. Ha perdido la práctica de los principios y valores de la mayoría de su gente y por tanto, vive un periodo de decadencia que conduce a la destrucción de la misma. Una sociedad así no puede subsistir, porque sus miembros terminan acabándose entre sí”, afirmó Ricardo Casanova, profesor de Moral y Ética de la Universidad Católica del Táchira (UCAT).

La corrupción y el bachaqueo, son ejemplos de algunos de estos procederes, que si bien las personas tienden a tener conciencia de que no son sinónimos de un actuar aceptable, las circunstancias y el ambiente político, social y económico que vive actualmente el país, suaviza o condiciona su uso, lo que a la larga, se ve como normal. Esto “hace pensar que si muchos lo hacen, ¿por qué yo no puedo hacerlo?”, puntualizó Casanova.

A la par, las consecuencias no tardan en sentirse entre los ciudadanos tachirenses. La desconfianza entre la gente y la costumbre de vivir bajo esta situación, solo fomenta el sentir de indefensión que, a largo plazo –expresó Casanova- “hace inevitable la pérdida de respeto y la degradación de la dignidad humana y por ende, la disolución de la sociedad”. Entre los sectores más vulnerables de esta situación se pueden contar los niños, ancianos y especialmente, en esta entidad, por su condición de estado fronterizo, los indocumentados y refugiados.

Sectores de la sociedad tachirense más vulnerable ante la normalización de la violencia.
Infografía: OVV-Táchira
Qué viene primero, ¿los cambios sociales o los cambios personales?

Si bien, las instituciones actualmente no son entes que aseguran o dan confianza al ciudadano, el cambio necesita producirse a partir de las personas en sí mismas pero, también es imprescindible el conjunto para que estos cambios se den. “Podemos ser tendencia”, explicó la psicóloga. “Es el daño que yo permito que suceda (…) si yo quiero evitar, si quiero vivir en otra sociedad, sin violencia, yo comienzo con mi cambio. Si tengo hijos, educo; si soy docente, educo (…) Todo parte de la educación individualizada porque no podemos cambiar a todos, pero sí puedo cambiar mi núcleo familiar (…) Estamos en una situación crítica, bastante angustiosa, bastante tediosa, pero sí se puede”, concluyó Chacón.