La batalla en Venezuela para morir de viejo y no por falta de medicinas
La batalla en Venezuela para morir de viejo y no por falta de medicinas

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Transplantados, seropositivos, pacientes oncológicos, diabéticos, hipertensos, entre otros, se congregaron en la Plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes en Caracas para exigir al gobierno una solución a la escasez de medicamentos 

Francisco Zambrano 

@franzambranor

Indira y Rafael (nombres ficticios) escuchaban con atención a una mujer gritar una frase lapidaria en la tarima de la Plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes: “Me quiero morir de vieja, carajo”. La pareja de amigos recién llegaba de Valencia para la actividad convocada por la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida (Codevida) en procura de elevar la voz para visibilizar a los miles de pacientes crónicos que aguardan por medicamentos en Venezuela.

“Preferimos no dar nuestros nombres porque no queremos retaliaciones, somos gente humilde, solo deseamos que nos traten con dignidad”, dijo la mujer que padece VIH y desde agosto del año pasado no recibe los antiretrovirales para combatir el virus.

“Nosotros no tenemos para costearnos eso, dependemos de lo que nos den en el Seguro Social, es una situación desesperante. Yo particularmente temo que la enfermedad avance y muera”, confesó mientras aplaudía el discurso de otra paciente y se secaba las lágrimas.

A su lado estaba un compañero a quien conoció en los pasillos del Seguro Social de Valencia, también en la continua lucha por seguir viviendo. Ambos agitaban una pancarta en la que podía leerse “Sr. Ministro, necesitamos retrovirales ya…Carabobo”.

“Tengo 14 años con VIH y por primera vez estoy en esta situación: desde agosto del año pasado no hay medicinas y no nos dan respuesta, lo peor es que no sabemos cuánta gente más se está infectando porque ni siquiera hay reactivos para realizar los exámenes”.

Tanto Indira como Rafael hicieron un esfuerzo para estar en Caracas este jueves, sorteando la fatla de efectivo y de transporte viajaron en un colectivo por la Autopista Regional del Centro junto a otros enfermos crónicos. Ayer mismo se regresaban esperando que la iniciativa hubiese dado resultados y al menos llegado a los oídos del ministro de salud, Luis López, a quien decenas de pacientes escribieron mensajes simbólicos en cartulinas, demandando solución al grave problema de la salud.

El programa de medicamentos de alto costo, financiado por el Estado, a través del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), en teoría garantiza el tratamiento farmacológico a los venezolanos que padecen enfermedades difíciles de costear, amparado en el artículo 83 de la Constitución, el cual reza que “la salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida. El Estado promoverá y desarrollará políticas orientadas a elevar la calidad de vida, el bienestar colectivo y el acceso a los servicios”.

No es política, es la vida

Jesús Colmenares vino de Maracay con la esperanza de obtener alguna respuesta. “Soy transplantado de riñón desde 2014 y regularmente había tenido acceso al tratamiento, pero desde el año pasado y especialmente lo poco que ha avanzado este la situación es crítica, no tenemos los inmunosupresores y sin ellos corremos riesgo de morir. El gobierno tiene que entender que esto no se trata de tintes políticos, es la vida de la gente que está en juego”.

Marina Jiménez es otra transplantada de riñón, oriunda de Portuguesa, pero radicada en Caracas que no quiere perder el órgano que tanto le costó obtener, por ello ya tomó una decisión que considera podría extenderle la vida. “Me voy del país, no quiero morirme porque no conseguí un medicamento, tuve tres años esperando este riñón y si no me tomo los inmunosupresores el organismo puede rechazarlo…Mientras esté aquí voy a seguir protestando y apoyando a toda la gente que padece lo mismo”, sentenció Marina, quien desde mayo del año pasado ha tenido que rebajar las dosis. “Yo debo tomarme dos pastillas diarias y lo que hago ahora es que me tomo una interdiaria para rendirla”.

Marina decidió emigrar porque, entre otras cosas, en Venezuela es complicado mantener un trabajo siendo paciente crónico. “¿Qué jefe se va a calar que estés fuera una semana porque tienes que hacerte unos exámenes y no hay servicio en el laboratorio del hospital o estés buscando una medicina por todos lados?”.

Investigación y castigo a los culpables

Con apenas 28 años de edad, Vicente Mayorca tiene dos transplantes: uno de hígado en 1996 y otro de riñón en 2013. El comerciante y graduado en administración de aduanas llevaba una vida normal hasta hace año y medio cuando empezó a padecer una especie de Vía Crucis para adquirir las medicinas que ingiere desde hace décadas. “Las pastillas que uno toma son extremadamente caras, nadie que tenga un ingreso normal puede costearlas, solo el Estado está en la capacidad de hacerlo, pero desde hace rato nos dicen que no hay y que no saben cuándo van a llegar. Hasta hoy (jueves) tengo una de las medicinas y ni idea de qué voy a hacer”.

Mayorca considera necesaria la creación de un canal humanitario. “El primer transplante me lo hicieron en Italia y el segundo aquí en Caracas gracias a la embajada italiana, pero hoy en día me sería imposible y probablemente también a cualquier institución hacer algo de esa magnitud”.

Crismar Landaez vive con VIH desde hace 17 años y, aunque regularmente le costaba ubicar los retrovirales, afirma que 2017 fue una verdadera pesadilla. “Hay gente que se está muriendo de Sida pudiendo tratarse. El VIH ya es una enfermedad crónica y en otros países la gente lleva una vida normal; aquí, el Seguro Social lo que te da son excusas. Necesitamos con urgencia ser atendidos, porque nuestra vida está en riesgo”.

En 2015 a Larry Zambrano le transplantaron un riñón. Dice que el primer año luego de la operación el suministro de medicamentos transcurrió normal, pero después entró en una montaña rusa. “Ha ido de intermitente a inexistente, ya tengo tres meses sin tomar los inmunosupresores. Me hice un rechazo celular y corro riesgo de perder la intervención”.

Larry afirma que gracias a organizaciones como Acción Solidaria y Codevida ha podido paliar su situación, pero que esas instituciones ya encendieron las alarmas, porque en Venezuela la escasez es abrumadora. “Afuera un solo tratamiento cuesta como 700 dólares, he averiguado, pero yo no puedo costear eso”.

“Esta situación es inaguantable”, dijo el director de Codevida, Francisco Valencia. “Siete personas han fallecido por fallas renales en los últimos meses. Ya basta de tanta ineficacia, este gobierno que asistió a la llamada mesa de diálogo en República Dominicana nunca mostró interés por solucionar la crisis humanitaria de la salud, nos están aplicando una especie de muerte silenciosa”.

Por su parte, Feliciano Reyna, miembro de Acción Solidaria condenó las declaraciones de voceros del gobierno, como la presidenta de el asamblea nacional constituyente, Delcy Rodríguez, quien ha negado en reiteradas ocasiones que en Venezuela haya gente padeciendo por la falta de medicinas. “Ellos son los responsables de la muerte y el deterioro de los venezolanos”.

Valencia informó que un documento será enviado a la Asamblea Nacional y otro a instancias internacionales para que se abra una investigación y se determinen responsabilidades.

“Que el mundo sepa lo que está pasando en Venezuela en pleno siglo XXI”.