Huían del hambre y el desempleo, pero naufragaron en las costas de Curazao
Huían del hambre y el desempleo, pero naufragaron en las costas de Curazao

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En La Vela, así llamada por las labores de centinela que se hacían desde allí para proteger a la ciudad de Coro de las incursiones piratas desde los tiempos de la colonia, los habitantes permanecen en vigilia, esta vez, a la espera de noticias sobre los más de 20 jóvenes que se encuentran desaparecidos luego del naufragio de la lancha en que viajaban desde Falcón con destino a Curazao, la madrugada del miércoles 10.

La Vela de Coro está situada al este de la capital falconiana. Se accede a ella a través de una avenida intercomunal que, desde Coro, se recorre en media hora. Sus habitantes viven del comercio y de la pesca artesanal, en una entidad donde se asienta el Centro de Refinación Paraguaná que hasta hace pocos años fue el más grande del mundo con una capacidad de producción de 940 mil barriles diarios de petróleo (bdp), en sus tres refinerías Cardón, Amuay y Bajo Grande, las cuales hoy solo alcanzan a generar 260 mil bpd.

Este poblado limita por el norte con el mar Caribe y las islas de Aruba y Curazao con las que mantiene una estrecha e histórica relación comercial y social. Muchos  de sus habitantes  poseen embarcaciones que transportan víveres y frutas hasta este territorio. Junto a Coro, La Vela fue incluida por la UNESCO, en 1993,  en la lista de Patrimonio Mundial por poseer ambas un conjunto arquitectónico único en el área del Caribe. En sus costas ondeó por vez primera la bandera traída por Francisco de Miranda. Sin embargo, toda esta importancia histórica le ha valido poco para contribuir a su desarrollo económico.

Esa noche del 10 de enero,  un grupo de personas —se rumora que unas 30— se anotaron para viajar a Curazao en una lancha rápida con capacidad para 15 personas. Las urgencias de la precariedad económica que agobia al pueblo  de 42.000 habitantes hace que estos números se pasen por alto. Por ello se cree que las razones del siniestro fue el exceso de peso en medio de un mar de olas turbulentas. La embarcación se fragmentó luego de siete horas de trayecto entre Venezuela y Curazao, a escasos metros de llegar a su destino.

Son hijos, nietos, amigos, primos, esposos, habitantes de una comunidad que, golpeada por la crisis económica que vive el país, optó por arriesgar su vida en busca de obtener mayor fuente de ingresos para su familia. Las edades de los náufragos oscila entre los 18 y 33 años.

Frente a sus casas, en grupos, reunidos en los porches de las viviendas, en las plazas, a las puertas de la alcaldía o la capitanía de puertos buscan noticias sobre sus parientes desaparecidos. En La Vela pocos están trabajando. El silencio se impone.

La cifra exacta de los tripulantes de la embarcación se desconoce pues se trata de viajes clandestinos que trasladan personas que pretenden trabajar ilegalmente en las islas de Aruba y Curazao. Sin embargo, por testimonios y mensajes enviados a sus parientes, se ha sabido que eran cerca de 30 personas, cuatro de las cuales se ahogaron en el trayecto. Sus cadáveres fueron encontrados en horas de la mañana del miércoles en la playa de Koraal Tabak, en el litoral de Curazao, por las autoridades de Guardia Costera holandesas.

El alcalde del municipio Colina, Argenis Leal, decretó tres días de duelo activo, con motivo de la tragedia y se solidarizó con los familiares de los cuatro fallecidos, única cifra oficial manejada por la capitanía de puertos. Mediante una nota de prensa aseguró que, junto al gobernador Víctor Clark, trabaja para la repatriación de los cuerpos y los sobrevivientes cuyo número se desconoce.

Leal aseguró que fue habilitado un vuelo, previa conversación bilateral con las autoridades curazoleñas, “para cristalizar el proceso de encuentro en las próximas 48 horas, tanto de las víctimas como de aquellas personas que están en la isla sin condiciones para volver”.

“Nuestro municipio se encuentra de luto activo y atenderemos de manera directa a cada uno de los familiares, acompañaremos en las exequias y destinaremos desde el área social los recursos para apoyar con los casos que se requieran”, informó Leal.

Como parte del duelo, fue suspendido el grito del carnaval previsto para este próximo sábado.

El hambre los impulsó

En su casa del sector Reina Luisa, Auristela Méndez López, abuela de Jeanaurys Jiménez, de 18 años de edad, llora desconsoladamente la muerte de una de sus nietas.

Se enteraron de su deceso por una foto que fue difundida a través de las redes sociales. Llamaba la atención de muchos por su belleza y juventud.

“Se fue porque usted sabe que esto aquí está mal, ella no hallaba qué hacer. La mamá de ella acaba de tener unas gemelitas y ella se fue para ayudarla. Era la segunda vez que iba porque la primera vez la deportaron. Es un dolor grande que uno tiene. Yo quisiera que los muchachos no vuelvan a hacer eso, jamás y nunca, para no buscar la mala hora”, dijo entre sollozos.

Continúa leyendo la nota de Eva Riera en El Pitazo