Principal embalse de agua en Carabobo es un estanque de cloacas
Principal embalse de agua en Carabobo es un estanque de cloacas

paocachinche

 

Casi ocho kilómetros separan a Micaela de Quiñónez del origen de sus molestias cada día al salir de la ducha. Los ojos se le irritan, la piel le pica y las vías respiratorias se le congestionan. Es un cóctel de afecciones que ella le atribuye al intenso olor a cloro que sale de la regadera. Y no se confundió. En la Planta Potabilizadora Alejo Zuloaga la orden es agregar altas dosis de esa sustancia química para tratar de remover las características  del agua proveniente del principal embalse de la región central: Pao Cachinche, que se ha convertido en un estanque de aguas servidas.

Micaela vive en la urbanización La Ritec, en la Parroquia Santa Rosa al sur de Valencia. Ahí, y en las comunidades cercanas y las ubicadas en el municipio Libertador es habitual que de los grifos salga más cloro que agua. Es parte de las consecuencias de ser de las primeras tuberías que son surtidas de lo que es tratado en un intento fallido por sortear la presencia de material orgánico, aguas residuales y cianobacterias.

La Alejo Zuloaga no cuenta con la tecnología requerida para darle la cualidad de potable a lo que procesa, según alertó el ingeniero sanitarista Manuel Pérez Rodríguez. Es por eso que Hidrocentro no cumple con las Normas Sanitarias de Calidad de Agua Potable, establecidas en el país desde febrero de 1998, de acuerdo a la Gaceta Oficial 36395 del entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social.

El último reporte publicado por la estatal en su portal web es de febrero de 2017. Los números son claros: El parámetro del color está 420% por encima de lo reglamentado, la turbiedad 410%, la presencia de aluminio se excede en 710%, y de hierro en 280%.

Esas cifras confirman las sospechas de Endri Farfán: “El agua que llega no está en condiciones óptimas”. En su casa, en el municipio San Diego, los únicos dos días de la semana que Hidrocentro les permite contar con el servicio por el Plan de Abastecimiento impuesto desde enero de 2016, nada de lo que sale del grifo es incoloro. “Basta con abrir el lavamanos para darse cuenta que está sucia”.

Pérez Rodríguez, quien además es director general del Movimiento por la Calidad del Agua, explicó que la turbiedad se presenta por lo general en zonas en las que las tuberías “están repletas de cianobacterias muertas que no pueden ser retiradas a través de un procedimiento llamado purga, porque no se cuenta con los hidrantes necesarios para ese trabajo”.

En los conjuntos residenciales de la Gran Valencia hay un común denominador: Agua con olor a cloacas. Josefina de Montillo sale de la ducha con la misma sensación en la piel que Micaela de Quiñónez aunque viven a 8,1 kilómetros de distancia. La causa es la misma: El cloro. La diferencia es que cuando el agua que sale de la ducha proviene de tanques como el de Colinas de San Diego II, en La Esmeralda, el cloro, por ser un gas, se libera fácilmente a la atmósfera y lo que queda es un alto contenido de materia orgánica en descomposición que pasó por tratamientos ineficientes de purificación y eso, además de ocasionar pestilencia, se traduce en molestias en la piel que hasta se transforman en dermatitis.

 

No apta para el consumo

La turbiedad, el mal olor y todos los efectos en la salud que rapidamente siente la población no son solo señales. El doctor José Félix Oletta, ex ministro de salud, fue enfático: El agua que se le suministra a la población de casi tres millones de personas en Carabobo no está apta para el consumo humano.

Se trata de lo que llamó “un derecho humano que el Gobierno restringe”. La práctica de políticas contradictorias es una de ellas, como tener récord de 0% en depuración de aguas negras de Aragua y de los municipios San Diego, Los Guayos, Carlos Arvelo, San Joaquín, Diego Ibarra y Guacara de Carabobo que van directo al Lago de Valencia, y de ahí a Pao Cachinche, gracias a un trasvase que se hizo en 2007. MIentras que las cloacas de Valencia, Naguanagua y Libertador, pasan por el río Cabriales y El Paíto hasta llegar también al embalse.

Vea la nota completa en El Carabobeño