Cuando el voto venció al miedo - Runrun
Lorena Meléndez Dic 11, 2015 | Actualizado hace 8 años
Cuando el voto venció al miedo

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Motorizados que rodeaban los centros de votación, “Puntos rojos” que violaban la normativa electoral, control de electores en los edificios de Misión Vivienda, unidades de transporte contratadas para arrastrar a los votantes al sitio donde sufragaban. En el oeste de Caracas, el chavismo usó todas sus armas para hostigar, pero salió derrotado

@loremelendez

Especial para Quinto Día

Estaba de espaldas y lo único que se veía con claridad era su franela roja, su casco negro y su silueta maciza. Aceleraba su motocicleta sin mirar atrás y portaba consigo una corneta cuadrada cuyos extremos salían de su parrillera. Ahí sonaban los versos que repetían “que siga la revolución”, mientras él lanzaba petardos al suelo. Era su forma de infundir miedo. Todos sabían que más como él podrían llegar sin previo aviso a la entrada de la Unidad Educativa Bolivariana “Gladys Vanegas”, de Coche, que a esa hora, a las 7:20pm de la noche de ese 6 de diciembre, era un centro electoral abierto sin justificación.

“Esto ha sido así todo el día. Todo el tiempo”, decía Carlos, uno más entre la decena de votantes que esperaba afuera el cierre del lugar y la auditoría de sufragio. De inmediato mostró fotos y un video de la mañana, cuando una bandada de cincuenta motos rodeó el sitio en repetidas ocasiones. Todos iban con camisetas y gorras coloradas. Horas después de aquel incidente, Carlos supo que en su centro electoral, el candidato del PSUV Jesús Faría, había vencido por menos de tres puntos porcentuales a la Oposición (49,26% vs. 46,67%). Pero también supo que en Coche, parroquia históricamente chavista, la MUD había ganado por primera vez en 16 años (51,08% vs. 46,53%) a través de su candidato, el economista José Guerra.

En la “Gladys Vanegas”, el ventajismo es lo común en cada elección. La escena del motorizado había ocurrido en otros tantos comicios, de acuerdo con los vecinos. Diagonal a su entrada, a unos 30 metros, estaba un “Punto rojo” donde los seguidores del PSUV pasaban para registrarse luego de votar, violando la normativa electoral que establece que no se puede hacer proselitismo político en un radio de 200 metros del centro de votación. Y esto, todo esto, había ocurrido en varios rincones de Caracas.

A las escuelas “España” y “Antolín Segundo Arana”, en Los Magallanes de Catia, arribó una veintena de motorizados minutos después del cierre de las mesas. Allí había ocurrido una disputa entre los seguidores de la Oposición, quienes exigían que se diera el proceso por culminado al no haber electores en espera; y los del oficialismo, quienes argumentaban que debían esperar un llamado del Consejo Nacional Electoral para clausurar las puertas. La tensión entre ambos grupos, separados sólo por la calzada, seguía porque una docena de votantes que llegó en un jeep después de la trifulca, pedía la reapertura del centro para poder sufragar. La “operación remate”, con la que el chavismo ha actuado en los últimos años para acrecentar su ventaja, no se pudo consumar.

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En las casas de los ojitos

Los urbanismos de la Misión Vivienda están marcados por la huella del oficialismo. La firma de Hugo Chávez en su fachada, los ojos del expresidente en una pared o un afiche electoral al lado del ascensor son muestra de que allí existe una presencia constante del proselitismo del Gobierno. Por eso, a algunos voceros de los comités multifamiliares de los edificios les pareció correcto presionar a sus vecinos para que votaran a favor del chavismo.

En la madrugada del 6 de diciembre, Amílcar Lara se despertó a las 4:00am. Tenía que estar listo para todo, desde hacer sonar la diana y los fuegos artificiales a las 5:00am, hasta supervisar que sus vecinos fuesen a su centro electoral. Su torre, la 26 de Ciudad Tiuna, debía salir a sufragar en masa, tal como lo había acordado con la Unidad Bolívar-Chávez del PSUV que funciona en su sector, y utilizar los seis autobuses y cinco jeeps pagados por el partido y con los que también colaboró la Oficina de Planes y Proyectos Presidenciales (OPPPE) que depende de Miraflores.

Al mediodía, Lara, miembro del comité multifamiliar de su edificio, lucía entero pese al trajín. En ese momento no estaba sólo, con él había otros cinco voceros que tenían su misma función. Se movía de un lado a otro para supervisarlo todo: Hacía preguntas a sus vecinos sobre el sitio donde votarían, coordinaba la salida de cada autobús y tachaba de su lista a quienes ya habían partido. Sus palabras las musicalizaba la banda sonora de temas chavistas que suena en las marchas de la “revolución”. El sonido provenía de las cornetas a máximo volumen que había puesto en la entrada de su casa. Sobre este, sobresalía el canto de una niñita que, a bordo de una buseta, repetía: “Arriba, a la derecha, en la esquina, la de los ojitos”.

Lara no quería precisar cuántos de los habitantes de su torre habían ido a votar, a pesar de tener sus nombres en una lista. Semanas atrás, desde el Ministerio de Hábitat y Vivienda, le habían hecho llegar el censo de sus vecinos, documento que tenía sus números de cédula, teléfono celular y centro electoral. Ese era el primer registro que permitía saber a dónde debía ir cada uno a sufragar.

Otra estrategia de control fue la del transporte. Las rutas que desde allí se activaron sólo partieron hacia Coche, El Valle, Catia, La Vega, Antímano y Carapita, puntos donde hasta entonces dominaba históricamente el chavismo. Cada persona que subía era observada por los miembros de la UBCH. En la puerta de entrada de las torres, había un “Punto rojo” para registrarse luego de votar.

A las 2:00pm, contó Lara, se activó una operación que él llamó “la ofensiva”. Los voceros de cada piso subieron a sus torres para chequear, puerta a puerta, quién había sufragado y hacer que, quienes no habían bajado, lo hicieran. En urbanismos de San Martín, Antímano, la avenida Libertador y Bellas Artes, los pasos para presionar fueron casi iguales. Los habitantes de las Misiones Vivienda votaron en medio de las preguntas y los cuestionamientos de quienes viven en su propia residencia.

El silencio antes del triunfo

Caracas lucía desolada en las últimas horas del 6 de diciembre. Las calles oscuras del oeste, apenas se iluminaban por los faros de los escasos carros que pasaban. La ciudad estaba apagada y el toque de queda de la inseguridad y de la angustia por el resultado electoral, había hecho que esta luciera como un territorio abandonado por una estampida.

Desde uno de los edificios de la Sierra Maestra del 23 de Enero, la parroquia donde Hugo Chávez votaba, el panorama era el mismo. Sólo unos cuantos carros y motos atravesaban la vía principal que bordea sus bloques emblemáticos. Pasaban a toda velocidad, como si les urgiera llegar a su destino.

En aquella montaña, donde el frío decembrino ya pegaba, apenas un puñado de hombres festejaba: Los Tupamaros, el colectivo que domina la zona, había encendido un sarao desde temprano con cerveza y salsa. Algunos se habían unido a la rumba, pero con el correr de las horas, subieron a resguardarse, por si acaso.

“Yo decidí recogerme temprano. Aquí llegan estos bichos (Los Tupamaros) armados, a intimidar, y eso molesta. Yo me subí a la casa a las 5:00pm y de allí no me moví”, cuenta un hombre moreno y corpulento que dice haber pasado toda su vida entre los edificios del 23.

Pero a la medianoche, la celebración de los del colectivo, que hasta último minuto se creían ganadores, acabó en un instante. La voz de Tibisay Lucena, presidenta del CNE, pronunció los resultados pasadas las 12 y la salsa que había sonado en aquella colina desde la tarde, se apagó. Allí, en varios sectores de la parroquia convertida en la última morada de Chávez, hubo una fiesta colectiva sin rostros protagonistas. Cohetones, bocinas, gritos de victoria, todo se escuchó en un estruendo que rompió el silencio que, hasta entonces, habían guardado los simpatizantes de la Oposición. De nada valieron los censos, el transporte, los motorizados, la banda sonora del proselitismo, el hostigamiento. La MUD y sus seguidores, a quienes tanto se ha disminuido en el oeste de Caracas, venció después de 16 años de derrotas.