Nelsón Bocaranda: "Mis fuentes sobre Hugo Chávez eran cubanos" - Runrun
Nelsón Bocaranda: «Mis fuentes sobre Hugo Chávez eran cubanos»

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Bocaranda, el poder de los secretos no sólo es un libro de memorias del reconocido reportero venezolano que reveló la enfermedad de Hugo Chávez, sino también el retrato de un país y testimonio del oficio periodístico en las últimas cinco décadas en Venezuela

@boonbar
Especial para @dlasamericas

Nelson Bocaranda siempre tiene una anécdota que compartir con entusiasmo contagioso. Llegó a esta entrevista contando que un grupo de vigilantes de un estacionamiento en Caracas lo reconocieron y se le acercaron para preguntarle si en el libro que acaba de publicar «decía toda la verdad sobre la muerte de Chávez». Los uniformados resolvieron que harían una «vaca» (colecta) entre ellos para comprarlo y así leerlo por turnos. Pero no haría falta: el autor les regaló un ejemplar autografiado con una condición por escrito: «Pásalo después de leerlo».

Su celular -uno de los cuatro que utiliza el periodista para despistar a soplones y garantizar la seguridad de sus informantes- repica y pita varias veces durante la conversación. En los últimos días resuena aún más por el interés que ha despertado Bocaranda, el poder de los secretos, su libro de memorias que armó al alimón con el colega Diego Arroyo Gil y que fue lanzado el lunes 23 de noviembre bajo el sello editorial Planeta, en un acto que convocó a varias generaciones de venezolanos.

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Que nadie intente hacerle preguntas a Bocaranda con la pretensión de que responda en orden cronológico. La mención de un tema puede activar una interminable sucesión de historias, personajes y acontecimientos que su prodigiosa memoria va hilvanando de manera aparentemente azarosa. El libro, que incluye una galería de fotos con más de 500 personajes, recorre 55 años de vivencias del reportero venezolano que se convirtió en referencia internacional al revelar el cáncer del fallecido presidente Hugo Chávez, cuando el propio Gobierno venezolano decidió censurar la gravedad de la enfermedad.

Bocaranda, el poder de los secretos resulta de la feliz coincidencia entre la insistencia de Bolivia, su esposa y cómplice y la de sus hijos Nelson Eduardo y Cristina, además del convencimiento de la editorial y de Diego Arroyo, quien a su vez fue pupilo de su primo, el intelectual Simón Alberto Consalvi, figura influyente en su vida, fallecido en marzo de 2013.

El joven coautor logró captar en 287 páginas la esencia del narrador, su pasión por las noticias, su obsesión por el dato y sentido del humor, hasta el punto de que leer el libro de Bocaranda es como escuchar a Bocaranda. No deja de revelar algunos secretos, como la relación entre Estados Unidos y Cuba durante la enfermedad de Chávez, el accidente de avioneta donde murió el animador de televisión Renny Otolina y si el mandatario venezolano murió en efecto el 5 de marzo de 2013 en Caracas.

¿Cómo se siente después de ver finalmente materializado este viejo proyecto?

Fue un proceso intenso de seis meses que vio luz en noviembre de 2015. Pero desde hace muchos años, mi esposa Bolivia y mis hijos han estado pendientes, al igual que mis productoras desde la época que trabajé en Venevisión hasta la actualidad. Cada vez que echaba un cuento, me decían «eso tienes que escribirlo». Mi primo segundo Simón Alberto (Consalvi) era uno de los que más reclamaba. Cuando murió hace dos años me propuse que, ahora sí, tenía que hacerlo. Poco a poco comencé a organizarme. Bolivia empezó a digitalizar las fotos de mis archivos tomadas a lo largo de mi carrera -tengo más de 4.000- y los fotogramas de los videos y películas, material que doné a la Biblioteca Nacional cuando era presidenta Virginia Betancourt (hija del expresidente Rómulo Betancourt).

Este libro es también una reafirmación del deseo de que se conozca todo lo que vivimos los venezolanos en los últimos 50 años, del periodismo combativo que se hacía, que recorría sin problemas los ministerios y Miraflores, que podía preguntar directamente a los funcionarios. Eso me interesaba sobremanera. Son vivencias contadas en tono muy personal, acompañadas de una selección de fotos que comprueban que no estoy metiendo puro cuento (risas).

¿Cómo ha manejado su relación con el poder, la delgada línea que roza el conflicto de intereses y que compromete el ejercicio del periodista?

Siempre he tenido la suerte de estar en el lugar y el momento precisos. Desde muchachito he logrado cultivar relaciones con personajes noticiosos, por mi familia, los papás de mis amigos de mi colegio La Salle, profesores y compañeros en la Universidad Católica Andrés Bello donde me gradué, mis trabajos en Nueva York en la Corporación nacional de Hotelería y Turismo (Conahotu), que luego se convirtió en Corpoturismo y como agregado de prensa de las Naciones Unidas donde me tocó atender delegaciones y presidentes. Comencé a reportar desde muy joven, en 1962, cuando apenas tenía 18 años, con un carnet de prácticas que nos daban en la Ucab.

Tuve el privilegio de  cubrir a todos los presidentes venezolanos desde Betancourt hasta Caldera II (a Chávez sólo lo entrevisté dos veces por teléfono para la radio). Mantuve una relación más cercana con los Leoni, vía doña Menca de Leoni, la primera dama, que me tenía mucho cariño porque me veía como un muchachito. Luis Herrera Campins, Ramón J. Velásquez, Hugo Guillermo Salas de Copei y Oscar Yánez (con vínculos con el mundo político y militar) fueron profesores míos en la Católica. Como periodista, tenía buena relación con presidentes y ministros.

¿No temía que le tildaran de un bando político u otro, que lo involucraran con algún partido?

Para nada. Los adecos decían que yo era copeyano y los copeyanos me tildaban de adeco. Quizás tenía más vínculos con los segundos porque muchos habían sido compañeros míos en la Católica. Pero nunca tuve preferencia por ninguno de los dos bandos. Desde muy joven cultivé fuentes en el poder, es una práctica normal del periodismo.

Pero todo eso cambió con el chavismo

Sí, todo eso cambió, sobre todo para el que no se convirtió en «jalabola» y adulador de todo lo que decían a pie juntillas. El chavismo convirtió al periodismo en su enemigo. Ha sembrado mucho miedo en los medios; ahora están atados a que el Gobierno renueve o no su licencia para transmisión o le aprueben papel periódico. Las presiones las he vivido directamente. En Venevisión estuve cobrando durante tres años sin salir al aire, entre 2008 y 2011, porque los dueños temían represalias del Gobierno. Al final llegamos a un acuerdo y me fui. En Unión Radio fue diferente, tuve que dejar mi programa Runrunes en Onda por amenazas, pero los directivos me ofrecieron continuar con un espacio en Éxitos FM, otra emisora del circuito con la animadora Mariela Celis. Ha habido una buena cooperación a favor de la información.

Sin embargo, justo durante la administración chavista logró dar el gran «tubazo» (primicia) de los últimos tiempos del periodismo: el cáncer de Chávez. ¿Cómo fue posible con tanto hermetismo oficial?

Coincidieron muchas cosas: la relación que tenía con cubanos cercanos a los Castro, con el mismo Fidel (a quien entrevisté en la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez II). También, casualmente con un grupo de médicos que conocí en Nueva York en encuentros de beneficencia en favor de los niños con cáncer (en las que participé haciendo magia para los niños). Establecí vínculos con médicos en diferentes países que me ayudaron a tejer una red de información para certificar que los datos que recibía sobre la enfermedad de Chávez eran verdaderos. En dos o tres ocasiones me di cuenta de que un informante me quería meter gato por liebre. No caímos en eso.

Hasta Mario Silva (conductor del polémico programa de televisión prooficialista La Hojilla) se preguntaba que cómo era posible que yo manejara tanta información. Me atacaron públicamente, me metieron hackers, pero nunca pudieron saber de dónde sacaba los datos.

Eso los molestaba muchísimo. Incluso al final terminé hablando con uno de los hackers, que me pidió que dijera públicamente que había logrado entrar en mi cuenta de Twitter para ganar puntos frente a otros de sus colegas. Le hice el favor para tenerlo de informante. Así funcionó hasta que murió Chávez. Compromiso de decirle cuando iba a morir Chávez. Esa fuente existe y ya no es amigo mío.

Lea la entrevista completa en Diario Las Américas