Vegetarianos a juro: la carne y el pollo desaparecidos de los supermercados
Vegetarianos a juro: la carne y el pollo desaparecidos de los supermercados

Captura de pantalla 2015-08-07 a la(s) 17.17.05

Adriana Núñez Moros | @AdrianitaN

Luisana González alquiló un banquito de plástico, por veinte bolívares, afuera del Pdval de la avenida Panteón. Está dándole pecho a su bebé, de seis meses, a pocos metros de un contenedor de basura en el cual las moscas tienen su propio banquete. Más adelante, tres hombres descargan gatarina de una camioneta cercana, para surtir a una tienda de mascotas. Las personas en la cola intercambian miradas, ansiosas.

Se aproxima un segundo camión y la expectativa crece. “Ojalá sea el pollo”, dice una mujer mientras se abanica con un trozo de cartón. “Aquí uno llega, pregunta qué hay y nadie dice nada. Ahí llegó un camión, pero nadie sabe qué tiene», reclama la madre con su niña en brazos. Al preguntarle al conductor del vehículo qué es lo que transporta se revela el misterio: un cargamento de agua mineral.

Un hombre alto, moreno y calvo recoge las cédulas de todos quienes están formados en la cola. En este Pdval siguieron la instrucción, girada desde el Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, de suspender la venta de alimentos por número de cédula pero, dos semanas atrás, decidieron retomar la medida. El hombre moreno explica que es para tratar de poner freno a los “bachaqueros” y a los coleones. “La misma comunidad se dio cuenta de que ese sistema no funcionaba y tuvimos que echarla para atrás”, explica mientras amarra las decenas de cédulas con una liga.

González no se mete en la cola de atención preferencial porque no encuentra sentido a entrar sin su esposo. No tiene idea de qué va a poder comprar. Estuvo un buen rato —según explica— “como un perrito, mirándole las bolsas a la gente a ver si valía la pena esperar. Rogando porque alcance la leche para los dos, que quede arroz”. Ya sabe que no podrá comprar carne, ni pollo. Su papá está en el Bicentenario de Plaza Venezuela, ahí tampoco se encuentran las anheladas proteínas.

Captura de pantalla 2015-08-07 a la(s) 17.21.31

—¿Cómo hacen, por ejemplo, para almorzar sin carne, ni pollo?

—Bueno, caraotas con arroz. Pero dígame, ahora los granos están carísimos y no se pueden comprar —explica la mujer.

 

—¿Cómo está haciendo para conseguir la leche de la bebé?

—Bueno, a ella ya le toca dejar la teta. Por ahora le estoy dando cremita de auyama, de apio, de ocumo, mientras consigo la leche que es.

 

—¿Considera que, desde enero hasta ahora, la situación de desabastecimiento ha cambiado?

—Yo más nunca vi un pollo en el Mercal que está cerca de mi casa. Uno consigue carne, pero en las carnicerías y en más de mil bolívares el kilo.

 

Su esposo interrumpe y agrega: “Mi papá ya está amaneciendo, se queda desde las 10:00 de la noche en el Pdval de Propatria. Estas colas no las televisan, yo estoy claro. En el canal ocho no existen”.

“Es chimbo, ¿sabes? Uno trata de mantener la calma, de quedarse tranquilo, pero esto es muy fuerte”, asegura la mujer y se encoge de hombros.

 

Es casi mediodía y aún no llegan la carne de res, ni el pollo, ni la leche completa. La esperan desde la madrugada del miércoles 5 de agosto de 2015 en el Abasto Bicentenario de Los Ilustres, en el Pdval de la avenida Panteón y en el Mercal de Puente Baloa. En el primer establecimiento hay papel sanitario, aceite, arroz y café; en el segundo y tercero nadie tiene certezas, pero esperan con ansias el camión que surte de proteínas a los mercados.

Título de caja

 

Ni en Petare, ni en Los Ilustres

Juana Rodríguez, vecina de Puente Baloa (Petare) tiene más de un mes sin conseguir carne de res o de pollo. Completa su plato con granos, verduras, sardinas y atún de lata. “El atún y las sardinitas uno se las come cuando consigue. Aquí, en Mercal (donde hace cola desde la madrugada) cuesta 70 bolívares la lata. A los muchachos se les da eso con una ‘pastica’ y listo”, explica.

Felipe Hernández (nombre ficticio empleado a petición de la fuente) y su esposa hacen cola afuera del Pdval de la avenida Panteón. Hoy almorzarán calabacines guisados, acompañados con arroz blanco. Para conseguir carnes blancas y rojas deben acudir a los mercados municipales de Quinta Crespo y Guaicaipuro. Según la Organización Mundial de la Salud, un adulto debe consumir un mínimo de 80 gramos de proteínas al día.

“Hay que ver las cosas desde un punto de vista positivo, nuestro presidente se ha esforzado en obligarnos a comer sano, sin mantequilla, sin harina, sin pasta, sin carne, sin pollo. Todas esas cosas que nos hacen daño a la salud, somos vegetarianos obligados, pues.”, explica Hernández, entre risas.

La familia Hernández considera que aumentado la escasez y también la cola. “La gente está molesta y con toda razón del mundo. Este problema de la cola y que uno a veces no consigue nada. Ayer yo llegué al Bicentenario de las Mercedes, como a las 7:00 de la mañana y ya a las 11:00 no había arroz, no había nada”, reclama. El mercado les dura ocho días; pasado ese tiempo, el ciclo de colas vuelve a empezar.

Everle de Álvarez, quien hace cola afuera del Abasto Bicentenario de Los Ilustres, considera que el gobierno de Nicolás Maduro está haciendo “un gran esfuerzo para hacer llegar los alimentos al pueblo”. Cree que la escasez se debe a la inconsciencia de quienes compran productos que no necesitan. “No es justo que si yo tengo en la casa cuatro kilos de arroz y un par de harinas de maíz, yo tenga que venir acá a comprar más”, reclama. Cuando no consigue pollo o carne recurre a las sardinas. Reclama la “guerra económica” que tienen los empresarios para que suban los precios de los productos de charcutería.
José Álvarez estuvo el martes desde las 4:00 de la mañana esperando para poder entrar al Abasto Bicentenario de Los Ilustres. Ese día consiguió arroz, harina, champú, suavizante, jabón en polvo y pasta por 600 bolívares. Los empleados del lugar quedaron en llenar las neveras con pollo y carne a mediodía, pero eso no sucedió. Por eso está en la misma cola, un día después. Si vuelve a salir con las manos vacías, acudirá a la pescadería a comprar “pescado caro”.

 

[iconbox title=»Amor y odio a los bachaqueros» title_align=»center» content_align=»left» layout=»boxed» bg=»#ededed» title_color=»#371dba» align=»center» type=»vector» icon=»momizat-icon-bug» icon_align_to=»box» size=»32″ icon_color=»#371dba» ]Los “bachaqueros” —o revendedores de productos de primera necesidad en el mercado negro— son una consecuencia, no la causa de la crisis que atraviesa el mercado de alimentos venezolano, a juicio de Luisana González y Felipe Hernández. “Los bachaqueros son una plaga. Ellos no deberían existir, son una plaga que se creó con todo esto. Mientras esto no llegue una persona que diga: ‘esto no se hace’ y ponga reglas y conocimientos todo va a seguir así”, señala la primera.

Hernández, sin embargo, no culpa a los “bachaqueros”, sino a los encargados de garantizar la existencia de alimentos en los mercados. “Si yo consigo leche en polvo cada vez que voy a un sitio yo no tengo necesidad de comprarle a un bachaquero. Lo mismo pasa con el aceite, con los pañales. Será que yo soy estúpido para comprar algo a diez veces su precio. Hemos tenido que recurrir a bachaqueros para comprar azúcar. Y casi que tengo que darle las gracias a los bachaqueros porque los conseguimos”, subraya.

Para Everle de Álvarez la existencia de los revendedores es producto de la “sinvergüenzura”. “No creas que es que no se le valora su esfuerzo, ellos pasan días y días en cola para obtener los productos. Pero ellos son unos sinvergüenzones que lo que andan es buscando real. Sin saber que eso es un búmeran, cuando yo aumento el precio de un café aumento el precio de los demás productos”, reclama.

En la redoma de Petare se cuentan al menos veinte puestos improvisados en los que se ofrecen pañales, leche completa y de fórmula, pañales, productos de higiene personal y alimentos. En este mercado, una lata de fórmula para bebés marca S26 se precia en mil bolívares, el precio de un paquete de pañales para recién nacidos oscila entre 300 y 400 bolívares. Funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, a pocos metros de distancia, observan las transacciones con naturalidad. En una carnicería privada muy cercana tampoco ha llegado el pollo, pero el vendedor advierte que viene a precio nuevo. El kilo de chuleta ahumada supera los mil bolívares.

Captura de pantalla 2015-08-07 a la(s) 17.10.05

[/iconbox]