Múltiples emociones se generaron con los resultados de las elecciones presidenciales del pasado domingo 14 de abril de 2013. La fotografía resultante nos muestra a un país dividido por la mitad, hecho que parece tomó por sorpresa a buena parte del país. La pregunta que cabe ante esta realidad es ¿Estamos reaccionando en buena forma ante esos resultados?
En un país menos polarizado o con unos dirigentes verdaderamente preocupados por el bien y el futuro de la nación, lo ocurrido el domingo obligaría a ambas partes a iniciar un proceso de diálogo que ayude a destrabar la compleja situación política en la que nos encontramos, pero por las reacciones iniciales esa posibilidad de encuentro está muy lejos de efectuarse.
Esta complejidad en la realidad política está enmarcada por una tremenda pérdida de popularidad del oficialismo. En 1998 Hugo Chávez ganó la presidencia con 56,2% de los votos y con una ventaja de más de 16 puntos frente a Henrique Salas Römer; en 2006 Hugo Chávez le gana a Manuel Rosales con casi el 63% de los votos y con una ventaja de más de 21 puntos; en 2012 la historia empieza a cambiar y Henrique Capriles logra disminuir esa ventaja a casi 10%, en unas elecciones que quedaron 55%-44,3%. Las elecciones del domingo pasado dejaron en claro que ya no existe brecha y la oposición ya no es minoría.
Hay un problema de legitimidad profundo que el mismo Presidente Proclamado Nicolás Maduro dejó entrever en su rueda de prensa de ayer. Ese problema de legitimidad tendrá su incidencia en lo económico, ya que los ajustes necesarios deben contar el apoyo de los principales actores de la vida nacional, y como ven eso no está planteado. Lamentablemente en todo este juego perderemos los ciudadanos de a pie, al menos en el corto plazo. Sólo nos queda esperar que valiosos aprendizajes nos queden de estos eventos que no lucen prometedores.
Por otro lado, al ritmo que vamos muy pronto la oposición será una mayoría contundente, pero pareciera que todavía falta un pequeño trecho que recorrer, camino que, por cierto, no tiene atajos. La agenda de la violencia haría que la oposición perdiera parte del apoyo que ha logrado hasta ahora, y eso sería un terrible retroceso. Lo que vivimos es un juego complejo y las estrategias deben ser bien estudiadas. De la impaciencia muy poco queda.
Como saben siempre he luchado para que las dos mitades se reconozcan, se reconcilien. Me pareció que los resultados del domingo propiciarían el ambiente perfecto para que eso se diera, y con tristeza debo aceptar (por ahora o mientras tanto) que esto no es así. Amig@s ya estoy convencido de que ese cambio no provendrá de los dirigentes, sino debe venir de nosotros. Tengan eso en cuenta, discútanlo en familia, con amigos; Venezuela se merece algo mucho mejor que esto que estamos viviendo.
Henkel García
Analista e Instructor en Finanzas.
Presidente de Visión de Inversión
Director de @Econometrica IE C.A.
Maestría Administración, mención en Finanzas UNIMET
Twitter: @HenkelGarcia
