Sobre batallas finales y otras fábulas por Francisco Ibarra Bravo - Runrun
Sobre batallas finales y otras fábulas por Francisco Ibarra Bravo

 

La victoria no tiene sustituto. Eso lo dijo recientemente Farías luego del último partido contra Colombia. Últimamente, la Vinotinto es lo único que permite a los venezolanos poder mirarse como uno solo. Tibisay ya tiene rato que salió a darnos los resultados, Díaz hizo lo que se esperaba, y luego apareció Maduro, con una intervención que nos hace entender cómo es posible que haya dilapidado la herencia política recibida en solo semanas. Maduro debe dejar lo antes que pueda de pretender ser Chávez, con certeza le irá mejor. En su discurso no dijo nada nuevo, el problema es que algo nuevo si va a tener que hacer, lo que está claro es que el “No volverán” ya no suena tan convincente, más bien suena a silbido en la oscuridad.

 

Al parecer no se ganó por poco. Hoy hemos vivido una montaña rusa de emociones, desde aquella inferida por la elevada participación en mi centro, que nos hizo dudar, hasta cuando creí que ganábamos, pasando por el momento en que saqué mis números con emociones encontradas. Al final no resultaron estar muy alejados de la realidad. Hoy he vivido uno de esos días que generan adicción electoral: intenso, de sorpresas, de esfuerzo, de abrazos, de entrega y de festejos, aunque sean efímeros. Hoy hemos plantado cara nuevamente. Hoy hemos dado un salto cuántico en la lucha por una sociedad mejor. Pese a ello, nos sabe a poco, pero nos sabe a poco porque pensamos en algún momento que había más en el plato. De haber tenido la oportunidad habría firmado perder por el doble de lo que lo hicimos, sin embargo, hoy no creo que tengamos cabeza para analizar lo que ha pasado y todavía queda madrugada suficiente para estupideces.

 

En política no hay batallas finales; de ser así, hoy no tendríamos partidos comunistas y el militarismo sería solo un mal recuerdo en la memoria de los venezolanos. Hoy tenemos una mezcla de estos dos males gobernando el país, precisamente porque ellos entendieron que no hay batallas finales en política. En la oposición venezolana hay unos cuantos fabulistas de las batallas finales. Se encargaban de hacernos creer que la de hoy era nuestra última oportunidad para pararle el trote a este gobierno inepto y corrupto. Que nos jugábamos a Rosalinda este domingo y que lo que nos quedaba en caso de perder era resignarnos a vivir como en Cuba. Esta es la oposición del “ahora o nunca”, irreflexiva y cortoplacista. Esta oposición no ha entendido el verdadero reto que tenemos los venezolanos por delante: demostrar que la izquierda casposa al final solo reparte miseria y que los militares donde mejor están es en los cuarteles.  Enfrentar ese reto quizás nos tome una generación, quizás de esto salgamos a medida que el peso de los que permitieron que esto nos pasara se vaya diluyendo en el tiempo. Todavía me cuesta olvidar el maltrato que hemos recibido a cuenta del voto irresponsable de muchos.

 

Al final Capriles ha hecho lo que tenía que hacer. Ha levantado la voz pero no ha pateado la mesa. Es lógico que se sienta ganador porque en cierta forma lo es, aun cuando al final no le den los votos. El cayuco de Maduro hace agua y viene tormenta. Maduro se encuentra con que no tiene la capacidad que tenía Chávez de legitimar sus atropellos electoralmente. Esto necesariamente tiene que llevarlo a no cometerlos. Eso es bueno para el país. Maduro tiene una bomba de tiempo en la economía que de seguro estallará, y más, si mantiene al pirómano económico dentro su gabinete. Las dificultades a las que tendrá que hacer frente en el corto plazo son tremendas; para colmo va Capriles y le hace el feo, primero no regalándole la elección, y segundo, poniéndole el juego chiquitico. Creo que Maduro gana su primera elección sabiendo que será la última, si es que en realidad la ganó.

 

Vienen tiempos interesantes para Maduro, que sin embargo tiene una ventaja a su favor: es un civil. Maduro es un pobre candidato pero de ahí a decir que es un inepto, media un buen trecho. Maduro puede aprender, puede entender que si pretende salvar algo de la herencia recibida tiene que realizar profundas modificaciones en la forma de gobernar. Si continúa el camino andado hasta ahora, solo pasará a la historia como aquel en cuyas manos se perdió la revolución. De esto no hay la maneor duda. Quizás una derrota electoral pocas veces hizo tanto por el futuro del país. Quizás, después de todo, se pueda ganar perdiendo.

 

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10