Rumiando la derrota por Francisco Ibarra Bravo - Runrun
Rumiando la derrota por Francisco Ibarra Bravo

 

Ya son muchas y las que quedan. Quizás este artículo tenga un tono muy personal, más de uno me dirá con razón que debo sacarme un blog. Luego de trabajar nuevamente en el centro electoral donde en un puñado de domingos he aprendido mucho más que en muchas mañanas de clase, he vuelto a sentir las mismas sensaciones de otras veces, aunque para ser honesto hoy he sonado demasiado cínico, incluso hasta para mi.

 

Yo perdí la capacidad del optimismo electoral ingenuo. Ese optimismo fue destruido en el año 2006. Estando todavía en centro contando votos, luego de una jornada agotadora y tensa me tocó ver de primera mano los resultados donde habíamos sido vapuleados al son de mi teléfono móvil recibiendo el último Exit Poll y/o conteo rápido donde decía que habíamos ganado. En ese momento entendí que en la vida, en muchos casos es más importante querer creer que querer entender. Si he de cifrar cuando falleció mi optimismo electoral, fue en la segunda auditoría de esa noche. Me tocó hacerla en compañía de solo otra persona de la oposición, los militares le abrieron la puerta al chavismo para que viniera a regodearse y humillarnos en la derrota, no solo pararon ahí. En ese momento falleció el pendejo electoral y nació el cínico electoral. Honestamente me siento más cómodo con este último animal. El cínico no desea, no anhela, solo ve y comenta, la derrota no lo abate sino lo curte. Yo podría seguir perdiendo elecciones toda la vida pero seguiría yendo a trabajar en la mesa. Es en la mesa donde he entendido de verdad el país donde nací y donde creo que todavía tengo mucho que aprender. Alguno dirá que además de pendejo y cínico soy masoquista.

 

Esto lo escribo luego de regresar de la refriega, donde nuevamente hemos llegado con la armadura abollada si es que no perforada. He encajado la derrota como las otras, como aquel que siente un absoluto desprecio por la victoria electoral. Saqué mis números y me convencí temprano del resultado y me ha tocado ser el ave de mal agüero con los míos, no solo con mi familia sino con mis amigos.  Me ha tocado escuchar y ver a muchos subir al cielo con fe e ilusión para luego verles sufrir el revés. He abrazado a mujeres con las que he trabajado años que tienen más guáramo y entrega de la que yo llegaré a tener. Esta país estará mejor el día que muchas más mujeres tomen decisiones claves.

 

Mi generación ha sufrido como ninguna otra el desastre del proyecto político que destruye al país, ver a los míos sufrir me hace sufrir. El cínico electoral perdió la capacidad de ilusionarse, puede encajar la derrota con flema pero no ha dejado de sentir empatía por los suyos. Eso quizás ha sido lo más duro del día. Sentir que toda la gente a la que uno realmente quiere y aprecia ven sus esperanzas destruidas, su futuro coartado y el bienestar de sus familias amenazado. Hoy me costará dormir como a muchos, hoy el llanto del desespero se escuchará en algunas de las casas donde me he reído y esto me aflige. A ellos quisiera poder decirles que la salida de esta pesadilla está al doblar el próximo recodo del río, que los tiempos mejores están por venir. Me parte el alma no poder decirles que lo que viene será mejor, que ellos y sus hijos verán mejores días y que la derrota de hoy será la última a la que nos enfrentemos, que en algún momento el país entrará en razón y que terminaremos de deslastrarnos de esta manga de incompetentes que arrastra al país por un despeñadero. Lamentablemente no pienso así.

 

No soy de aquellos que creen que hay que descender al infierno para subir al cielo, quizás por ello nunca voté por Chávez. Creo que el país avanza inexorablemente a un deterioro acelerado. No me refiero a lo que hemos vivido en cámara lenta en los últimos años, me refiero realmente a un deterioro aún mayor de las oportunidades para la clase media profesional. Chávez creerá que su victoria le legitima para continuar con su proyecto colectivista, pero más temprano que tarde se dará cuenta que los números ya no le dan. Tarde o temprano las masas que aclaman y festejan los triunfos de Chávez terminarán por aborrecerlo, si es que el cáncer no se lo lleva antes. En ese momento habrá un cambio de gobierno y de modelo político. El problema es que ese proceso de aprendizaje resultará ser enormemente costoso para el país. La semana pasada hablé del comienzo del final del chavismo y lo sigo manteniendo, el problema no es que el chavismo se agote, el problema es quien se agota primero. Mi sensación es que la clase media profesional venezolana, hoy por hoy, no tiene la capacidad de resistir el proceso de deterioro que se le viene al país, no me refiero a la capacidad económica, me refiero a la capacidad anímica. Y es aquí donde doblo y pego. Creo que en gran medida la capacidad anímica de muchos de los míos se ha agotado, frustración tras frustración, porque no han dejado de ser presa de las ilusiones. No les estoy invitando a pasarse al lado oscuro del “nube negrismo” mío, pero quizás si a internalizar que vienen años de lucha y resistencia y peor aún que no hay garantías, nunca las hay.

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10