Corriendo la arruga “a la europea” por Francisco Ibarra Bravo - Runrun

Lo que ha venido ocurriendo con el tema de la deuda en Europa es un claro indicio de que en todos lados se cuecen habas.  Europa y sus líderes han venido arrastrando el problema de la deuda griega por meses, pesando quizás, que con el correr del tiempo Grecia empezará a recuperarse y podrá salir del atolladero en el cual actualmente se encuentra.  Esta ingenua visión es la que parece guiar los intentos en seguir presionando a Grecia para que adopte reformas económicas mientras coordinan  esfuerzos para conseguir los aportes de liquidez necesarios para seguir manteniendo al estado griego a flote.

Los problemas de repago de deuda, pública o privada, pueden ser de liquidez o de solvencia. Un estado puede, por un período de tiempo, tener inconvenientes en refinanciar su deuda. Estas dificultades pueden darse en momentos donde los mercados son reacios a prestar dinero. En esta circunstancia es perfectamente lógico y deseable que existan mecanismos que le aporten liquidez a los estados. Esta es la razón de ser de organismos como el Fondo Monetario Internacional o en menor escala, el Fondo Latinoamericano de Reservas. Es diferente cuando el problema es de solvencia. En esta situación el país ha acumulado deuda en tal cantidad que es muy poco probable que pueda honrarla. En estos casos, otorgarle financiamiento no resolverá el problema, lo que hará es postergar el desenlace.  La solución para países insolventes requiere o bien una restructuración de deuda o directamente un quite de deuda que reduzca los montos adeudados. La historia está llena de acontecimientos donde la deuda ha sido reestructurada, recortada o incluso repudiada, el mismo estado griego tiene un amplio historial en esta materia.

Si bien es cierto que en el caso de la deuda soberana es difícil distinguir entre países con problemas de liquidez y aquellos que son sencillamente insolventes, los niveles de endeudamiento griego dejan pocas dudas. El Estado griego tiene una deuda soberana de USD 485.000 millones de dólares, lo que equivale a más de 140% de su producto interno bruto, que dicho sea de paso, continúa contrayéndose mientras que su deuda continúa aumentando.  Grecia es claramente insolvente por lo que facilitarle liquidez y exigirle a cambio que lleve a cabo reformas estructurales en momentos de enorme estrés político no es solo ingenuo sino contraproducente.

Es comprensible el miedo que genera la actual situación en los líderes europeos.  La idea de que dejar caer a Grecia podría precipitar el contagio financiero y la desintegración de la unión monetaria seguramente está presente. Esto es lo único que explica la actual situación.  Si bien esa es una posibilidad, una reestructuración ordenada no tendría que necesariamente venir acompañada de la salida de Grecia de la Zona Euro.  Grecia debe ser tratada de acuerdo a las dificultades que tiene. Así mismo, los líderes europeos deben ayudar a establecer claramente cuales estados son solventes y apoyarles con todas las medidas necesarias. De igual forma, deberán prestar asistencia al sistema bancario y en especial a las instituciones europeas que estén gravemente expuestas a la deuda de los países insolventes. Prolongar la agonía puede acentuar el nerviosismo en los mercados y contribuir a que esta crisis termine engullendo países que actualmente no tienen problemas de solvencia.

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10