La vivienda no es mercancía y otros cuentos de camino por Francisco Ibarra Bravo - Runrun


La nueva ley de arrendamiento ha generado una oleada de declaraciones de personeros del gobierno. Todos repiten como loros la consigna aquella de que la vivienda no es mercancía. Es comprensible esperar este tipo de declaraciones, el nivel de educación económica en el gabinete actual es, siendo generosos, paupérrimo.
La afirmación de que algo no es mercancía implica necesariamente que no existe un mercado donde se transe este bien. Lo que es lo mismo, no existen oferentes y demandantes. Claramente ha existido un mercado para la vivienda, por lo tanto, ha sido hasta ahora mercancía. La pregunta es ¿Continuará siendo la vivienda mercancía? Si le hiciéramos caso a los alquimistas económicos del gobierno y a las declaraciones de sus repetidoras, podríamos pensar de que la vivienda dejará de ser mercancía ¿Será posible que los eruditos, encabezados por el titán del “Eje Orinoco Apure”,  logren este cometido? Ninguna posibilidad.  Lo que determina la disponibilidad de los actores a participar en un mercado es que exista la necesidad de un bien, en este caso el deseo de tener una vivienda y por el otro, aquellos dispuestos a suplir esa necesidad. Si fuese posible que aquellos que tienen la necesidad se pudiesen proveer del bien a un costo menor del que puede hacerlo el productor, existiría la posibilidad de que ese bien deje de ser una mercancía. Pongamos un ejemplo; pocas cosas son más necesarias para la vida que la sangre. El negocio soñado de cualquier empresario sería poder producirla a un costo menor de que lo hace actualmente el cuerpo humano, este sería el negocio redondo. Afortunadamente, salvo en ciertos casos, el cuerpo humano de la inmensa mayoría de las personas es capaz de producir su propia sangre de manera eficiente. El resultado es que no existe un mercado de sangre como tal, lo que existe es un “mercado” de donantes que generalmente lo hacen de manera altruista. Esta realidad no ha sido determinada por ninguna declaración y no hay declaración que pueda cambiarla. En el caso de la vivienda, estas condiciones no se dan, no todos estamos en la capacidad de producir una vivienda y menos aún, de hacerlo de manera eficiente.

En Venezuela existe, ha existido y existirá un mercado de viviendas. Desde aquel destinado a transar las propiedades más exclusivas, hasta aquel destinado a transar la más pequeña de las habitaciones en las barriadas populares de las ciudades. Lo que sin duda alguna hará está ley no será abolir el mercado, será soterrarlo, abriendo la posibilidad de arreglos al margen de la ley.  La nueva ley hará el mercado menos transparente, menos profundo y más riesgo. Si bien puede beneficiar a aquellos que actualmente tienen un contrato vigente, perjudicará enormemente a aquellos buscando una propiedad para alquilar.  Lamentablemente, como nos tiene acostumbrado el equipo económico y su bancada teledirigida en la AN, continuaremos viendo alquimia económica y declaraciones de buenas intenciones. Si este tipo de actitudes tuviese algún efecto en la realidad, ya podríamos poner a declarar en coro a todo el PSUV: “La droga no es mercancía”, en este caso, seguramente Makled  les podría brindar una explicación.

Francisco Ibarra Bravo