La necesidad de hacer política - Runrun
Luisana Solano Abr 08, 2014 | Actualizado hace 10 años

adolfo_suarez

 

El 23 de marzo pasado falleció Adolfo Suarez. En Venezuela poco se habló de su muerte. La inmensa mayoría del país no tiene ni idea de quien fue Adolfo Suarez, ni de que hizo y lo peor, no tienen idea de la necesidad que tenemos de contar con una figura similar. Gran parte de ello se debe a que todavía muchos no han identificado cuál es el verdadero reto político que tenemos los venezolanos. Ese reto no es otro que regresar los militares al cuartel.

Hace algunos meses atrás murió mi abuelo. Todavía recuerdo perfectamente su suave timbre de voz, su hermosa mirada y su sonrisa dulce, espero que me acompañen siempre hasta que el tiempo nos vuelva a reunir. Mi abuelo, al igual que la España de su generación vivió la guerra, sus dos hermanos perdieron la vida en ella. Jamás, ni a sus hijos y mucho menos a sus nietos, les enseñó a odiar. Nunca le escuché hablar de revancha. No porque su bando se hubiese impuesto en la guerra las heridas fueron menos dolorosas. La pérdida de un familiar no hay victoria que la reponga. Hace algunos años, sentados juntos frente al televisor veíamos declarar a quien fuera un importante líder del Partido Comunista Español. Mi abuelo me dijo: “el costo de la paz es que yo tenga que ver a Santiago Carrillo en la televisión”.  Si bien yo entendí perfectamente lo que me trataba de decir, no lo hice como lo algo ahora, ahora lo entiendo profundamente.

Las sociedades no se pueden divorciar. Si eso fuese posible probablemente las guerras civiles no ocurrirían. Las sociedades tienen que aprender a convivir. Es un reto mucho mayor porque para convivir se exige, si no perdonar, por lo menos aceptar que parte de las afrentas sufridas no van a ser resarcidas y que muchas de las facturas que hemos ido acumulando jamás serán cobradas. Para ello se requiere de un temple muy diferente y un estado de ánimo muy superior al que hasta ahora hemos demostrado. Odiar es fácil, Chávez nos enseñó a hacerlo de maravilla, ese es su verdadero legado. El odio no sacará al país del atolladero donde se ha metido. Con odio no regresaremos a los militares a los cuarteles, como tampoco serán ellos los que se regresen solos. La paz de los civiles siempre estará amenazada mientras los militares detenten el poder.

Adolfo Suarez lidero una transición emblemática. Supo navegar aguas turbulentas porque sabía perfectamente cuál era su objetivo. No le importó estrechar la mano de Dolores Ibárruri y de Santiago Carrillo. Él sabía que su labor era demasiado importante para detenerse en nimiedades. También sabía perfectamente que muchos de sus gestos serían interpretados como traición por algunos. Eso no le detuvo y al final la historia española, rácana como ella sola, le ha reconocido sus méritos. Adolfo Suarez no fue solo el primer presidente de la democracia española, fue probablemente el primer estadista que tuvo España en mucho tiempo. Al final él, junto con otros, lograron lo parecía imposible: sacar a los militares de la vida política y abrir un gran período de prosperidad económica y social. Eso sí que es un legado, acá solo dejaron pasivos.

Todo este cuento lo hago para resaltar algunas cosas. La primera y fundamental: si creemos que el problema actual son los comunistas no lo estamos entendiendo en su justa magnitud. Los mismos militares que ahora gritan “patria, socialismo o muerte”, gritarían “papita, maní y tostón” si ese fuera el lema que le hubiesen impuesto quienes les reparten las prebendas. Si se tiene clara la primera, se debe tener clara la segunda: la solución no pasa porque los militares sigan siendo los árbitros de la política venezolana como pretenden algunos, pasa porque sencillamente entiendan que deben regresar a los cuarteles. El tercer punto: hay que entendernos con la otra mitad. Para que ello ocurra tenemos que reconocerla y además aceptar que algunas de las ofensas hechas quedarán impunes. Finalmente: dialogar y negociar no es ningún delito, es hacer política. Se requiere en muchos casos más audacia y valor para sentarse a la mesa con los adversarios que para caerse a golpes.

El objetivo de los demócratas venezolanos no puede ser otro que regresar a los militares a su sitio y tratar de entregarle garantías a las futuras generaciones de que no saldrán más para destruir la convivencia nacional. No es una tarea sencilla pero no por ello debemos dejar de intentarla. Para ello no nos queda otra cosa que el diálogo y la persuasión, las armas ya las tienen ellos.

Francisco Ibarra Bravo

@franibar10