Hiperinflación venzolana: solución “Maduro” por Alexander Guerrero
Hiperinflación venezolana: solución “Maduro” por Alexander Guerrero

Inflación

 

 

Obligado como está a monetizar el déficit para pagar con bolívares que no tienen poder de compra, Maduro prefiere esos bolívares y una buena dosis de ilusión monetaria frente a la escasez y la posibilidad de “desorden público”.

Así parece, de acuerdo a parámetros internacionales encontrados en el tiempo. El más cercano Ecuador que terminó dolarizando, terminaremos nosotros igual, nada se descarta.  Venezuela entro hace dos años en el rollercoaster hiperinflacionario, el momento en cual la inercia del shock monetario no es posible detenerla. Desde el punto de vista “político” es la preferencia del régimen político en su falso dilema de escasez o inflación, o escases con hiperinflación, atrás dejamos el umbral de la hiperinflación, así se define corrientemente. Por ejemplo la ABA tiene indicadores que lo confirman, pero también los multilaterales, para quienes el fenómeno no es nuevo.

Lo escribí en Enero 2012, era evidente que las enormes  distorsiones de los precios relativos el resultado de un colosal déficit fiscal -28  a 30% del PIB que funciona bajo una represión cambiaria generada por el déficit en balanza de pagos. Ello acompaña un fuerte contracción de la economía  seguida de una colosal expansión de la liquidez monetaria, cruzando una crisis de balanza de pagos, anverso de la potente crisis fiscal mencionada arriba,  lo que hace posible el horizonte es una hiperinflación, más allá de los ceros, por el momento, los cuales en todo caso es el elemento resultante de la brutal pérdida del poder adquisitivo del bolívar.

Hiperinflación

Promedio en los últimos doce meses  -compuesta- nos indica el curso de los precios, lo cual en un ambiente institucional de presión inflacionaria “represada” por controles y regulaciones diversas impuestas por atolondrados que no comprenden como es que se forman los precios. Y como ese fenómeno ocurre en medio de un control de cambio absurdo, porque controla lo que no hay, dólares, si contiene arbitrajes que permiten “canjear” el activo nacional –bolívar- por dólares, sin que la liquidez se esterilice; es decir, sin que la compra de dólares contraiga la liquidez.

En esas condiciones, es lógico que el sendero de la inflación seria este, hiperinflacionario, un proceso donde los precios se rebobinan en sí mismos, adquieran vida propia inducidos por la inercia producida por la monetización masivo del insostenible déficit fiscal.  Este último, la fuerza motriz detrás de la inflación; con el defecto político que la opinión publica venezolana aun no percibe el impacto hiperinflacionario en términos cognitivos, aunque los paga un destrozado poder adquisitivo de un ingreso expresado en unidades monetarias, además se ser quizás un fenómeno nuevo en la macroeconomía venezolana. Los ceros se los está poniendo el precio del dólar en el mercado paralelo –off shore- el cual mide un curioso proceso de “conversión de activos denominados en bolívares en otros denominados en dólares, sirviendo de marcados de servicios no transables y otros bienes no regulados pero reprimidos por las bayonetas de la Ley de Precio Justo».

Comparativamente hablando las cosas son aún más serias, porque una hiperinflación no es otra cosa que el envilecimiento de los precios relativos, reflejando, por ejemplo que la inflación mensual venezolana es similar -en volumen- a la inflación anual de los socios comerciales de Venezuela; en otras palabras, ¡la inflación venezolana es 12 veces más alta que la inflación de nuestros competidores! y hay quienes dudan del fenómeno hiperinflacionario. Es cierto, que este perverso régimen económico y a su gobierno no parece importarle porque es parte de la agenda de descapitalización del sector privado nacional.

El gobierno dueño del petróleo, una industria donde poseemos ventajas comparativas, somos competitivos, tanto que hasta lo fiamos, lo regalamos; lo que quiere decir, que la renta del petróleo – a 100 dólares el barril- podría cubrir, en teoría, la demanda doméstica por reservas internacionales, fenómeno que nos muestra la fea cara del colapso de la economía porque a 40 dólares por barril, no hay divisas para alimentar ni el 15% de la demanda para importaciones ahora bajo el cerrojo del control de cambio y en poder del gobierno., que se importa y quien importa es una decisión política supeditadas a privilegios del poder político, pero también restringida por la escasez de reservas internacionales, producto del colapso de las exportaciones petroleras.

Además de la caída en producción y precios del petróleo, PDVSA mantiene pasivos colosales, y entre ellos una deuda inmensa que hoy pesa toneladas en su flujo de caja, cerca del 25% de flujo de ingreso petrolero en dólares. Al final como a PDVSA no tiene dólares para convertirlas en reservas internacionales, el tipo de cambio se dispara incluyendo en los mercados del dólar virtual como SIMADI, con los precios recogiendo el impacto de la inmensa masa de bolívares cuyo poder de compra se deteriora a un ritmo tres veces más rápido que la inflación mensual que marca el BCV. La devaluación del bolívar, tiene entonces varias caras, y cada una de ellas difiere de la otra, pervertida por los controles.

Al final la gran paradoja cambiaria, un control de cambio que no contrala al cambio, porque simplemente no hay dólares. Y los que se transan en el paralelo, que son dólares privados no los quiere el gobierno en el mercado, porque el control de cambio ha creado una mecanismo de captura de renta del precio del dólar en el mercado paralelo. Es decir, en ese mercado, una especie de sombra, se marca el ritmo de inflación que el gobierno con los controles impide se exprese con naturalidad.

Nuestra memoria –inflacionaria-, entre propios y extraños, se “acostumbró” a una inflación en dos dígitos bajos, menor a 38%, por lo que una inflación de 178% que es lo que se perfila en el horizonte -2015-  en un ambiente donde el ajuste de precios tiene causalidad fiscal comprobada, nos obliga a ser católicos en la definición de la inflación como un fenómeno monetario y colocarlo en la opinión pública porque mal educada cree que la inflación es un proceso continuo de alza de precios, en su versión ingenua y asexuada, y no lo que realmente es, un proceso de depreciación y pérdida del poder de compra del bolívar, o del ingreso expresados en esas depreciadas unidades monetarias.

No descubrimos el hueco al macarrón, pero tenemos a quienes hablan de inflación de costos, salarios, de impuestos, de alimentos, de tomates, de zanahorias, dejando de lado la esencia del fenómeno, sin reparar que el enorme boquete fiscal, un déficit fiscal insostenible, exige un ajuste en el gasto para detener la volada de los precios y la pulverización del poder de compra del bolívar.

Si se ploteas la liquidez nominal, no hace falta agarrar a Friedman por los textos para suponer que vivimos la oleada hiperinflacionaria, ello está en la estructura institucional que el gobierno impuso para asegurarse que nunca le falten los bolívares, sabiendo ellos, que los dólares se agotaron inclusive antes que el creador de todo este desmadre económico falleciera. Tampoco acá había que registrar los balances del Estado/Gobierno, pero el BCV en su balance la base monetaria, la madre de la liquidez, escribe que el financiamiento monetario del gobierno (empresas públicas como PDVSA incluidas) ya para 2015 es casi el 50% de la base monetaria, y que la devaluación se encarga del suplemento monetario.

Para darnos cuentas que el gobierno comprometió fiscalmente todos sus fondos externos, para eso los extrajo de PDVSA, modifico las leyes, y se los transfirió desde el BCV y FONDEN, obviando que esas operaciones monetarias deben reflejar ajustes nocionales en la demanda de dinero, pero no, una pequeña nota en el balance del BCV se encarga de asegurar que el dinero siga en manos del gobierno, los ministros no creen que mucho dinero pierde valor y compra poco, sus paradigmas son otros.

Los bolívares sobran entonces, no valen nada, pero cubren parte del déficit fiscal, y así, como en ninguna parte, la inflación muestra sus verrugas tributarias sin pena, el fisco se financia masivamente con el impuesto inflacionario. El gobierno secuestrado por la relación clientelar construida con su mercado político, la corrupción y la violencia política preferiría el escenario de hiperinflación –con mucha ilusión monetaria- a un escenario de escasez. Pero dependerá de la violencia con que la revolución se defienda de la calle y del malestar social que ya es abundante.

La hiperinflación tiene algunas marcas; la primera, la velocidad de circulación signada por una característica del dinero de ser un recipiente temporal de valor, un acervo; el otro un impacto real, contra-keynesiano que dice que la demanda de dinero se entrampa en una economía en recesión forzada, (la contracción económica que vivimos no era nada difícil verla, la crisis de balanza de pagos ya la teníamos en Octubre 2012 y la devaluación anticipada en el precio del dólar paralelo decía que la contracción seria severa).

Y finalmente, un tercero, el volumen de dinero digitalizado da vuelta sobre los precios. Los indicadores de escasez del BCV sirven para algo, escasez es menos oferta, y/o mayor demanda, ésta por previsiones inflacionarias y no por expansión de la demanda agregada, el automatismo inflacionario en pleno movimiento. Y es interesante porque la causalidad dinero – precios, se rebobina sobre si misma a una alta velocidad, la gente lo ve en los estantes de los mercados, pero lo siente con rezago, cuando la semana de siete días, monetariamente hablando es de cuatro días. ¿De qué tamaño seria esa hiperinflación? Es irrelevante, pero frente a la inexistencia de reglas que indexen contratos masivamente, -excepto salarios- el perfil es hiperinflacionario sin duda de otra forma, pero dibujado por déficit fiscal insostenible.

 

@AlexGuerreroE