Angélica Alvaray: “La escritura es una forma de terapia”
Angélica Alvaray: “La escritura es una forma de terapia”

@diegoarroyogil

CARAQUEÑA, INGENIERA Y ARTICULISTA DE OCASIÓN en medios digitales del país, Angélica Alvaray acaba de publicar su primera novela. Se llama He venido a recoger tu imagen y, en palabras del cineasta Thaelman Urgelles, “posee varios méritos que le abrirán espacio en el panorama de la literatura actual”. Explica Urgelles: “Sin ser testimonial, asume sin timidez el relato de dos intensos períodos de la historia venezolana reciente: la llamada lucha armada izquierdista de los años 60 y la feroz confrontación política de los últimos 15 años. Mas no existe en este relato ninguna peripecia colectiva capaz de subordinar la conmovedora vivencia personal de la protagonista, venida del autoexilio para rescatar a su madre perdida en los vericuetos de una memoria deshecha”. Unos días después de la presentación de la novela (en la librería Kalathos, a casa llena, en el este de Caracas), Runrun.es fue a entrevistar a la incipiente escritora para indagar un poco más en las motivaciones que la han hecho apostar por un oficio nada fácil: el oficio de la literatura, un territorio de grandes exigencias.

–¿Cómo es que una ingeniera se decide incursionar en la literatura y, además, en un género tan difícil como la novela?

–Siempre me ha gustado la literatura. Desde que estaba pequeña. He escrito desde niña. Entonces en cierto momento decidí escribir para otros, no solo para mí, como solía hacerlo. Comencé con textos sobre lo que estaba pasando en Venezuela y recibí un feed-back interesante, me entusiasmé y me puse a hacer cursos de escritura por Internet. Un día apareció uno sobre cómo escribir una novela, y me dije: “¿Por qué no?”. Y arranqué por ahí. Luego una de las profesoras me dijo que estaban abriendo un máster en Escritura Creativa en Madrid y que si me gustaría ir, y me fui dos años. Así fue como dejé la ingeniería como en un paréntesis para dedicarme a escribir. Así fue como surgió esta novela.

–Cuando dice que escribía para usted misma, ¿a qué se refiere? ¿Qué escribía?

–Impresiones de lo que pasa. Cuentos. Historias de mi familia. Memorias. Poesía. Pero a partir de cierto momento comencé a pasarles esas cosas a mis amigos. Y luego empecé a estructurar artículos de opinión, que me los publicaban en La Patilla o en otros sitios web.

–Ha dicho que su novela no es autobiográfica, pero que hay aspectos de su vida reflejados en ella. ¿Cuánto de usted hay allí?

–Mucho, pero no es una autobiografía. La historia no se ajusta a la realidad sino a la realidad de la novela, digamos así. Es una ficción verdadera… Aunque sí hay muchas coincidencias. Por ejemplo, como en la novela, mi madre tiene Alzheimer.

–De modo que usted es la hija de la mujer con Alzheimer: usted es Adriana, la protagonista.

–Yo ya separé a Adriana de mí. El trabajo de todos estos años fue hacer de Adriana otra persona. Adriana es un símbolo de la mujer que anda por ahí, de la mujer luchadora, que tiene fuerza y es valiente.

–Usted concibe la escritura como un ejercicio terapéutico.

–Sin duda. La escritura te sana. Te ayuda a entenderte a ti mismo, a entender el contexto en que vives. Es una forma diferente de terapia.

aalvaray1

–Venezuela es asunto principal en la novela. ¿Cómo este libro cambió su percepción del país?

–Unió pedazos de memorias de ese país que tenemos todos por dentro. El país de mi infancia y el de la infancia de mi mamá. Son países que a la vez son uno solo donde se repiten historias. Mi bisabuela se fue de su pueblo, Betijoque, a trabajar en Lagunillas, donde había mejores oportunidades. Fue una suerte de exilio. Y se llevó a mi abuela chiquita. Y luego se vinieron a Caracas. Eran viajes que te alejaban de tu pueblo, al cual no regresabas sino después de muchos años. Lo menciono porque el exilio está presente en la novela. Como en mi vida. Tengo parientes fuera del país. Incluso mi hijo, que vive en Madrid. Lo otro es la presencia de gobiernos represores de la oposición, que meten gente presa: pasó con Gómez, pasó con Pérez Jiménez. Pasa ahora. De modo que nos repetimos. La consciencia de esa repetición fue lo que me sucedió mientras escribía la novela. Yo tenía eso por dentro, pero no atado.

–¿Esa es la razón por la cual usted echa mano en la novela de episodios de la lucha armada? ¿Por qué escogió ese tema?

–Por mi historia personal. Mi madre fue profesora universitaria y estuvo presente tanto en la lucha contra Pérez Jiménez como en la lucha de los años posteriores.

–Y por allí usted empata la historia para ver el país actual.

–Exactamente. Porque esos que antes estaban de un lado, ahora están del otro.

–¿Quiere decir que los que en aquella época luchaban contra el poder son los que hoy están en el poder?

–Sí pero, en el fondo, ¿qué es lo que queremos todos? Queremos avanzar, queremos un país mejor, un futuro diferente. Y resulta que por cuestiones ideológicas nos tildan de una manera o de otra. No bastan las etiquetas. Necesitamos algo más.

–¿Cómo es eso?

–Que nos basta con que nos tilden de derechas o de izquierdas. Eso no nos ayuda a ponernos de acuerdo. Lo que nos va a permitir dialogar como sociedad es que nos veamos de manera más amplia. Debemos escucharnos más entre nosotros, ponernos en los zapatos del otro. Los sueños que soñamos para el país solo se pueden cumplir si sentimos compasión por el otro.

–Hay una afirmación suya hecha a la periodista Claudia Furiati que me llama la atención: “La pérdida de memoria también puede ser una enfermedad social”.

–Efectivamente. ¿Qué nos hace ser personas? La conciencia y la memoria de lo que somos. Si perdemos la memoria, no somos lo que somos. Sin memoria no sabes para dónde vas. No solo pierdes el pasado sino también el futuro. Si somos una sociedad sin memoria, perdemos el norte porque no sabemos dónde queda.

–¿Cree que Venezuela es un país sin memoria?

–Yo creo que Venezuela es un país sin memoria, sí. Un país que trata de olvidar.

–¿Y por qué tratamos de olvidar?

–Para evadir. Vivimos solo el presente para no darnos cuenta de lo que viene. De la realidad que se nos viene encima.

–El título de la novela es muy sugerente, además de raro, en tanto que interpela directamente al lector: He venido a recoger tu imagen. ¿Se trata de recoger la imagen de esa madre con Alzheimer que a la vez es un símbolo del país?

–Se trata exactamente de eso. Porque Adriana, la protagonista, cuando vuelve a Venezuela, desde el exilio, cree que viene a buscar solo a su madre, pero apenas llega se empieza a tropezar con el país del pasado. Ese país que ella quería olvidar se le vino encima. Esa relación de la persona y su contexto es lo que a mí me interesa.