Ramón Guillermo Aveledo: “El Gobierno está en tres y dos, y hay dos out en la pizarra” por Diego Arroyo Gil - Runrun
Ramón Guillermo Aveledo: “El Gobierno está en tres y dos, y hay dos out en la pizarra” por Diego Arroyo Gil

 

@diegoarroyogil

CARACAS. LUNES. DOS Y TREINTA DE LA TARDE. Oficina del doctor Ramón Guillermo Aveledo, abogado y docente barquisimetano. Político. Exsecretario privado del presidente Luis Herrera Campins, exdiputado y expresidente de la Cámara de Diputados del extinto Congreso, expresidente de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. Fanático de los Cardenales de Lara. Fanático de la pelota como si fuese un muchacho de 20 años que divide su tiempo entre las ideas al estadio y las visitas a la biblioteca. Cuando se escriba la historia de la Venezuela contemporánea, la de los últimos años y la que transcurre hoy como presente, habrá que dedicarle unas cuantas páginas a este pelotero que ha sudado lo suyo en el cuadrilátero nacional.

–¿Está disfrutando la temporada de béisbol?

–La estoy disfrutando. No entiendo muy bien el nuevo formato, pero está sabrosa la temporada. Mi esposa es de La Guaira. Yo, cardenalero.

–¿Cómo se hizo fanático?

–Eso no tiene fecha. Fue en la niñez, en la calle, en Barquisimeto. Uno aprendía a jugar fútbol en el colegio y pelota en la calle. La primera vez que vi jugar béisbol profesional fue en Caracas, en 1961. Fui al Universitario con papá. Me impresionó ver un estadio de noche. Hasta entonces yo no sabía que eran verdes, porque en Barquisimeto eran de tierra. Me pareció mágico verlo todo encendido, iluminado, glorioso, bellísimo. Yo entonces era fanático del Valencia porque era el único partido no caraqueño de la Liga. Instintivamente estaba en contra del centralismo desde esa época (risas).

–Estamos en vísperas de unas elecciones muy importantes, las del 6 de diciembre. ¿Se arriesgaría a describir con una metáfora del béisbol en qué situación se halla actualmente el Gobierno?

–El béisbol tiene una particularidad que lo hace más parecido a la política que otros deportes: primero, es más estratégico que táctico, y segundo, no se acaba por el transcurso del tiempo. Otra cosa es que en el béisbol no hay empate. Debe de haber un ganador. Además, solo se termina por la proeza o la torpeza humana. Así también es la política: en la política no estás nunca en tu último cuarto de hora, en tus minutos finales. La situación siempre puede cambiar. El Gobierno está en tres y dos, y hay dos out en la pizarra. Si está en la ofensiva, está a punto de poncharse. Si está a la defensiva, actúa como un pitcher que no consigue la zona de strike. El Gobierno es un pitcher descontrolado, que hace lanzamientos y solo da base por bola. Pero el béisbol es lanzamiento por lanzamiento, bateador por bateador, inning por inning, juego por juego: hasta que no se acabe no hay una situación definitiva. Yo creo que estamos cerca de ganar este juego, que es importantísimo, pero no es el último juego.

–Ni el primero.

–No, el primero fue hace mucho tiempo, y nosotros, en la oposición, hemos ganado y perdido. Este juego del 6D es muy importante porque de él depende que se abra o no la posibilidad de que en Venezuela ocurra un cambio lo menos traumático posible. Yo creo que, a pesar de los inmensos problemas que tenemos, el país está en calma porque sabe que tiene la opción de ir a votar el próximo domingo. Si esa ventana se cerrase, entraríamos en una fase impredecible.

–La oposición está esperanzada en buena medida porque las encuestas le auguran el triunfo, pero ¿qué pasa si la oposición pierde las elecciones?

–Hoy en día eso no parece plausible. Nunca habíamos llegado a una elección con una ventaja tan clara para la alternabilidad democrática. Sin embargo, hay que estar preparado para todo.

–Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han expresado poca o ninguna intención de aceptar una derrota en caso de que la sufran.

–Todo el que compite tiene la obligación de decir que va a ganar. Ellos tienen que sobreestimar muchísimo el impacto que va a tener en el Gobierno la pérdida de la elección. Como tienen tanto tiempo diciendo que “Venezuela cambió para siempre”, como tienen una visión no democrática sino revolucionaria de la política, creen que la gente no cambia. Les es difícil aceptarlo, pero van a tener que hacerlo porque la realidad es terca y contrarrevolucionaria. La realidad no acepta esas irreversibilidades. A partir del 6D va a haber una realidad nueva que va a plantear exigencias a todo el mundo, también para nosotros.

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–¿De qué manera cambiaría la realidad para la oposición?

–Para la alternativa democrática agrupada en la Unidad, la condición de fuerza mayoritaria a cargo de un órgano del poder público nacional significa una responsabilidad muy grande. En una nueva Asamblea Nacional no bastará con expresar opiniones. Allí habrá que decidir qué iniciativas se aprueban o no. Además, su funcionamiento no dependerá del modo como el Gobierno la trate, sino de cómo la Asamblea Nacional se vea a sí misma y de cómo trate ella al Gobierno. Vamos a inaugurar una dinámica en la cual la dirección política de la Unidad tendrá el protagonismo.

–Usted que fue una figura prominente del Congreso Nacional durante mucho tiempo. Me gustaría que explicara, pedagógicamente, cuál es la importancia que tiene el Poder Legislativo dentro de una democracia.

–Se explica, en primer lugar, por su propia conformación. El Ejecutivo, normalmente, es unipersonal: hay un Presidente de la República. Él dirige a un cuerpo de funcionarios que ha designado y que remueve si lo estima conveniente, sus ministros, pero la responsabilidad final es del jefe, el jefe del Gobierno. El Legislativo, en cambio, es un poder colegiado, es decir, es un poder que ejerce sus funciones a través de un cuerpo representativo que tiene que reflejar, en la mayor medida posible, la pluralidad de opiniones y pareceres que hay en la sociedad. Esta primera característica es esencial, porque el Parlamento debe representar. Es uno de los problemas que tenemos ahora, que la Asamblea Nacional está diseñada para representarnos pero no lo hace. Se concibe a sí misma como una barra, o como un instrumento de negociación interna en los conflictos que hay en el seno del oficialismo. Nuestro primer deber, entonces, es recuperar el carácter representativo de la Asamblea, lo cual supone, por cierto, respetar a la minoría del PSUV. Por otro lado, el Parlamento está para legislar en nombre de todos. Las leyes no son para un solo sector. Como parte de la vejación que ha hecho la Asamblea de su papel constitucional, está el hecho de que habilita al Presidente para que legisle él en vez de hacerlo ella. El recurso de habilitar al Presidente no es ilícito, pero es extraordinario. Antes se daba el caso para legislar en materia económica y financiera. Ya no. Ya no tiene, como antes, el carácter de excepcionalidad. Hoy en día en Venezuela es más frecuente la legislación por decreto que la legislación en Cámara.

–¿Cómo le afecta eso a la gente?

–Cuando una ley se discute en la Cámara, a través del Legislativo normal, el debate está abierto, todo el mundo lo ve, todos los sectores interesados pueden opinar. Está en discusión una ley del trabajo, por ejemplo. Entonces opinan los sindicalistas, los empresarios, los profesores en Derecho Laboral…, es decir, los distintos factores que se mueven en el seno de la sociedad y que están involucrados en el asunto. Cuando el Presidente legisla por decreto, no hay discusión. Finalmente, la tercera función del Parlamento es la contralora. Aunque poco considerada, la primera y más obvia herramienta de control que tiene la Asamblea Nacional sobre el Ejecutivo es el presupuesto, porque allí se dice cuántos son los ingresos y cuántos los gastos. Incluso cuando se aprueban créditos adicionales que modifican el presupuesto, la Asamblea debe controlarlos. La falta de contraloría ha hecho que el país se endeude más de la cuenta. Venezuela tiene un gasto desordenado y ese es el principal componente de la inflación. ¡Es una cosa tremenda! La Asamblea debe examinar las cuentas de los ministros e interpelarlos cuando lo considere necesario. ¿Desde cuándo no leemos en el periódico que ha habido una interpelación a un ministro? ¿O que haya comparecido para justificar alguna medida que haya tomado? La Asamblea ha dejado de fiscalizar, de vigilar, de controlar y eso se nota en los resultados de la gestión pública. La Asamblea Nacional debe discutir las cosas que la gente está discutiendo en la calle.

–Dijo que una AN con mayoría opositora deberá respetar a la minoría del PSUV. Hay gente de oposición que cree que hay que exterminar al PSUV para que pueda haber un cambio en el país.

–La hegemonía es antidemocrática e impráctica. ¿Por qué? Porque es irreal, porque la sociedad no es de un solo color. La sociedad es variada y plural. Hay una equivocación previa a las políticas erradas que desde el Gobierno se han adelantado, y esa equivocación ha sido ignorar al resto del país, pensar que el acta de proclamación electoral equivale a un título de propiedad romana, sin responsabilidad social ninguna. El que gana tiene el derecho y la obligación de orientar, pero siempre dentro de la Constitución. Habrá miembros en la Asamblea Nacional que todavía crean en el proyecto oficialista. Pues a los votantes que los elijan hay que respetarlos. No es que ahora venimos nosotros a vengarnos. Debe haber un debate democrático, una contrastación de argumentos y una búsqueda de entendimientos para salir del atolladero. Que eso es muy difícil con gente como esta, que tiene una condición hegemónica tan clara, sí, va a ser difícil, pero es necesario. Ese hegemonismo estatista, ese talante que niega a los otros es lo que nos ha metido en este enorme problema.

–¿Un Parlamento es una instancia para el diálogo nacional?

–Sí, para un diálogo que parte del supuesto de que hay diversidad de opiniones. En la Asamblea los distintos pareceres se confrontan, pero en esa confrontación existe la posibilidad de comunicarse y entenderse.

–Le menciono a propósito la palabra diálogo porque hace unos meses algunos factores de la oposición criticaron la asistencia de un grupo de la MUD, entre ellos a usted, de asistir a un diálogo en Miraflores. Esas personas plantean que vivimos en una dictadura y que, por lo tanto, no hay diálogo posible.

–Partamos de la base de que la vocación del Gobierno es dictatorial, hegemónica y exclusivista. ¿De qué recursos disponemos los ciudadanos para impedir que esa vocación se concrete? Oponernos a esa vocación por la vía de las armas sería simplemente la guerra. Disponemos de los recursos civiles, los recursos de la opinión, la discusión, la organización y la participación política. ¿De qué ha sido partidaria la Mesa de la Unidad Democrática? Precisamente de utilizar esos recursos, primero, para defender a la sociedad, y segundo, para trabajar en beneficio de la convivencia plural. Es cierto que por reacción a la actitud del Gobierno, hay opositores que se endurecen. Dicen: “Con los que no son demócratas no se puede tratar democráticamente”, y todas esas cosas. La verdad es que en la historia abundan los ejemplos de apertura de espacios democráticos durante el ejercicio de regímenes dictatoriales. A veces también ha ocurrido que esos regímenes se derrumba por sí solos: se agrietan y se desmoronan. En Venezuela, hoy, hay que aprovechar todas las instancias que estén a la mano y defenderlas, aprovecharlas y procurar ensancharlas. No debemos rechazar ninguna herramienta democrática que nos ofrezca la realidad. Daré un ejemplo: aquí la libertad de expresión está muy en entredicho, pero a nadie se le ocurre que dejemos de opinar, de escribir, que dejemos de decir lo que tenemos que decir. Eso de que para ser un opositor fuerte hay que declararle la guerra al Gobierno para que el Gobierno se rinda, rectifique y se convierta en democrático me parece poco realista.

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–Usted ya ha expuesto públicamente las razones por las cuales renunció a la secretaría ejecutiva de la MUD, pero, hablando claro, ¿no hubo una guerra interna para que usted abandonara el cargo?

–No, nadie estaba pidiéndolo. Había desacuerdos muy grandes en el seno en cuanto a la estrategia y en cuanto a la táctica. Mi evaluación fue: la Unidad está en peligro porque hay discrepancias y yo ya no soy la persona ideal para propiciar un acuerdo porque tengo un punto de vista sobre la discusión. Había un sector dentro de la MUD, minoritario pero muy respetable, que me veía como jugador de uno de los lados. ¿Por qué? Porque tenía opiniones que no ocultaba, opiniones que decía internamente, porque en público nunca dije sino las opiniones que eran aprobadas por la mayoría.

–Usted estaba de acuerdo con la posición de Henrique Capriles en vez de con la de Leopoldo López y María Corina Machado.

–Podría ser al revés. No estamos hablando de personas. El problema, en Venezuela, es que a veces somos un país más de “quién” que de “qué”, de manera que estamos más pendiente de las personas que de los argumentos. Mi posición reflejaba la posición de la mayoría de la MUD, pero me daba perfectamente cuenta de que para poder articular los acuerdos que hacía falta para que la Unidad permaneciera, debía apartarme. Como para mí la Unidad es más importante que yo, dije: “Me voy”. Pero tampoco es que me fui para mi casa. No, no, no. Al día siguiente estaba en El Vigía, trabajando por la Unidad, ¡igualito!, como militante. Después, cuando me ofrecieron ser coordinador internacional, acepté sin ningún inconveniente.

–Insistiré: intuyo que, puertas adentro, su opinión era que el llamado de salir a la calle en febrero del año 14, era equivocado. Un año y medio después, ¿qué evaluación hace de aquella decisión y de aquellos eventos?

–El análisis que me pides es histórico, pero con mucho interés político circunstancial. Yo me sentiría mejor haciéndolo el mes que viene y no ahora. Tengo opiniones al respecto, pero la Unidad goza de muy buena salud y no voy a ser yo quien introduzca elementos disonantes. Me contenta que se hayan superado las divergencias y que todos estén trabajando, juntos, para lograr una mayoría en la Asamblea Nacional.

–En el medio periodístico se decía que había sectores dentro de la MUD que sencillamente se negaban a sentarse a conversar. ¿Es cierto?

–Durante el tiempo en que yo estuve como secretario ejecutivo, a veces hubo dificultades para hablar, pero nunca se rompieron completamente las comunicaciones. Puede que alguien diera otra versión con más sex appeal, pero esa es mi experiencia.

–Volvamos al béisbol: usted fue el árbitro de la Unidad durante varios años, ¿qué posición juega ahora?

–¡Ah, interesante! ¿Seré una especie de coach de banca? (Risas). Algunos pudieran verme como uno de esos antiguos jugadores que se meten a comentaristas, como Dámaso Blanco… Sí, soy como un coach de banca. Formo parte del cuerpo técnico que ayuda a los jugadores.

–Lo cual no significa que se negaría a ejercer funciones públicas en caso de que se diera la circunstancia y lo convocaran.

–La verdad es que eso no está en mis planes.

–¿Cuáles son sus planes?

–Mis planes son la universidad, escribir, tratar de ayudar a que las cosas cambien en el país. Nosotros tenemos que demostrar en la vida real que somos una alternativa para todos los venezolanos, sin divisiones, sin discriminaciones, sin exclusiones. Eso no significa que no tengamos opiniones, que seamos equidistantes y tibios, sino que nuestras opiniones las llevamos adelante con respeto.

–¿Es cierto, doctor Aveledo, que si Capriles ganaba las elecciones, usted iba a ser su canciller?

–(Risas). Eso fue hace mucho tiempo, ¿no?

–Qué va. Tres años.

–Cierto. ¡Cómo pasa el tiempo!… Serían rumores, no sé.

–¿Ha cambiado desde entonces Henrique Capriles?

–Sí, ha cambiado. Tengo una valoración creciente de su juicio político, de su madurez. Desde el momento en que yo lo conocí, en el año 99, cuando ambos éramos diputados, hasta el día de hoy, hay que ver cómo ha madurado, cómo se ha fortalecido… Este proceso ha sido muy interesante porque ha obligado a la gente joven a asumir un gran protagonismo… El único precandidato presidencial que dijo públicamente que me nombraría ministro fue María Corina Machado, en una entrevista para El Nacional.

–Pero en el audio entre German Carrera Damas y María Corina usted figura como un mezquino.

–Chismes. Esa fue una conversación privada entre dos personas y la grabación me parece un abuso, un atropello tan grande hacia ellos que cualquier gente educada debe abstenerse de comentarla. Tenemos buenas relaciones.