Entrevista al Alcalde David Smolansky
David Smolansky: “Quiero un país donde a la gente no le pase por la cabeza la idea de abandonarlo” por Diego Arroyo Gil

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@diegoarroyogil

TIENE 30 AÑOS DE EDAD, es alcalde del municipio caraqueño de El Hatillo y hace unos días regresó de Kanazawa, Japón, donde recibió el premio Joven Político Sobresaliente del Mundo 2015, que otorga la organización Cámara Junior Internacional. Se lanzó al terreno de la lucha social entre 2006 y 2007, con el nacimiento del Movimiento Estudiantil que entonces sacudió las calles de Venezuela. Desde esa fecha su figuración ha ido en aumento. Además de funcionario público, es dirigente activo y principal de Voluntad Popular, el partido liderado por Leopoldo López. Admira a Betancourt y dice que “el cementerio de los políticos está lleno de impacientes”. Antes de pensar en otra cosa, quiere seguir siendo alcalde unos años más. Es un hombre amable y responde sin observar demasiadas prevenciones. Lo único fuera de lo común es que, por lo visto, David Smolansky no concede entrevistas en su despacho a menos que lo acompañe su directora de Comunicaciones, que se sienta en una silla al lado del periodista, una práctica innecesaria, además de incómoda. Como ambos se negaran a que la conversación transcurriera a solas porque –según dijo el alcalde– así ha sido “hasta con Der Spiegel”, la renombrada revista alemana, hubo que ceder. Ni modo.

–¿Es usted hijo de un ruso y una cubana? ¿Cuál es la historia?

–No. Mi papá es cubano. Sus padres, mis abuelos, ucranianos. Nacieron en Kiev, cuando Ucrania formaba parte de la Unión Soviética. Salieron de allá en la década de los años 20, perseguidos por el comunismo. Llegaron a Cuba, donde prácticamente vivieron cerca de 50 años, hasta que nuevamente fueron víctimas del comunismo y en el año 70 se vinieron para Venezuela. Mi papá ya había nacido. Tenía 13 años.

¿Cómo salieron de Cuba?

–Vía México. Y de allí a Venezuela. Estuvieron 4 o 5 años tramitando la autorización de salida de La Habana. Como mi familia paterna es judía, hubo que hacer trámites con la embajada de Israel, que intervino, y así se obtuvo la autorización. No salieron en balsa pero de todos modos fue muy traumático. Mi abuelo tenía una textilera en La Habana y la perdió por completo. La casa de mi familia fue expropiada y pasó a ser un centro de formación socialista. Vive allí, además, un general. La dividieron en varias partes. Eso lo he averiguado gracias a gente que ha ido después para allá. Cuando salieron solo los dejaron llevarse una maleta que pesara 4 kilos, entre los tres.

–Esa es la familia de su padre. ¿Y la de su madre?

–Mi mamá en venezolana, nacida en Caracas. La madre de mi madre es de Ciudad Bolívar.

–Me contaron que usted quería ser periodista deportivo.

–Estudié periodismo y siempre me ha gustado el deporte. Trabajé en El Nacional, como pasante, primero en la sección internacional y luego en la deportiva… Sí, quería ser periodista de Deportes, pero la vocación de servicio y la pasión por la política terminaron siendo superiores.

–¿En qué momento cambió de rumbo?

–Siempre me ha apasionado la política. El año 2007 fue clave porque estaba en el Movimiento Estudiantil, del que fui uno de los fundadores y voceros en las protestas contra el cierre de RCTV. Además, lideramos las elecciones en contra de la reforma constitucional, que marcaron un antes y un después. Simultáneamente trabajaba en El Nacional. Allí estaban mis dos pasiones a la vez, pero finalmente me incliné por la política, por la vocación de servir. La situación de Venezuela requiere hoy de liderazgos emergentes. Hay que diseñar políticas públicas que estén acorde con las exigencias y necesidades de los venezolanos.

 

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–Entiendo que también fue determinante para usted el crimen de los hermanos Faddoul.

–Sí. Recuerdo que nos enteramos del asesinado un domingo por la noche. Un domingo del mes de abril de 2006. El 2 de abril. El lunes 3 amanecimos y fuimos a cerrar las puertas de la Universidad Católica Andrés Bello. Mucha gente nos apoyó. Decían: “¡Qué bueno que haya estudiantes liderando las manifestaciones en contra de la inseguridad y de la violencia!”. Otras personas, en cambio, no creían en la protesta. “Abran las puertas. Esto no se soluciona así”. Pero nosotros estábamos cargados de ira.

–¿Por qué sus compañeros de universidad le llamaban “El Viejo”?

– (Risas). La verdad es que no lo sé. Un apodo, simplemente. Así como hay quienes dicen: “¿Qué fue, pana?”, yo decía: “¿Qué fue, viejo?”, y por ahí quedó la cosa. Todavía me dicen así.

–De modo que no se trata de algo suyo en el carácter.

–No, no. Creo que no.

–Otro dato interesante: ¿es usted sobrino del cardenal Jorge Urosa Savino…?

–Primo segundo. El cardenal es primo hermano de mi mamá. Siempre he sido muy cercano a él. De hecho, fue quien me bautizó.

–Entonces usted es católico.

–Sí, aunque evidentemente con raíces hebreas. Muchas veces he acompañado a mi papá a la Sinagoga el Día del Perdón, el Yom Kipur, que es una vez al año, e incluso he hecho el ayuno con él.

–¿Cómo es la convivencia entre sus padres, siendo él judío y ella católica?

–Extraordinaria. Como ellos dicen: “Son 30 años lavando la ropa juntos”. Son un ejemplo a seguir. Me han inculcado la tolerancia y el respeto. He crecido en ese ambiente.

–Le voy a mencionar a algunos personajes fundamentales de la historia de Venezuela para que me diga algo sobre ellos: Rómulo Betancourt.

–Betancourt es uno de los personajes de la historia contemporánea que más me apasionan. Fue dirigente estudiantil de la Generación del 28. Vivió la cárcel y el exilio. Es muy interesante leer en su biografía sobre el tránsito de su pensamiento político. Fue un hombre que coqueteó con el comunismo y poco a poco se fue yendo hacia el centro. Cuando Fidel Castro llegó al poder, en Cuba, Betancourt fue uno de los precursores que evitó que permeara el comunismo a otros países de América Latina. Una vez leí una entrevista que le hicieron cuando ya había dejado la presidencia. El periodista le preguntó cuál había sido su mayor éxito político, y agregó que quizá la pregunta era muy básica porque era obvio que lo más importante para él era haber sido presidente de la República. Betancourt le respondió: “No, usted está equivocado. Lo más importante para mí ha sido fundar un partido político y que ese partido tenga una casa en cada pueblo”. Es algo en lo que creo profundamente. Por eso me siento identificado y orgulloso de haber formado un partido, como lo es Voluntad Popular, sobre todo en unas circunstancias tan adversas como las que vivimos en Venezuela.

–Carlos Andrés Pérez.

–Era un hombre tremendamente carismático. Me gusta estudiar a Carlos Andrés en tres fases: primero, su segunda presidencia, donde tuvo un gabinete altamente preparado, que entendía la realidad venezolana pero al que se le hizo tarde, y ya sabemos lo que pasó. Luego, su primer gobierno, el de la Venezuela pujante. Hoy estamos sufriendo las consecuencias del “Ta’ barato, dame dos”. No hubo conciencia de la cantidad de dinero que entró en Venezuela… Pero el Carlos Andrés que más me gusta es aquel del que menos se habla, el que fue ministro del Interior del gobierno de Betancourt, cuando hubo que lidiar con la extrema derecha, lo que quedaba de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, pero también con la extrema izquierda, que se fue a la guerrilla. Como ministro, CAP le fue leal a Betancourt. Gracias a las políticas implementadas no solo se aseguró al presidente, sino algo aún más importante, se aseguró la alternabilidad en el poder.

–Rafael Caldera.

Difiero mucho del comportamiento que Caldera tuvo cuando el golpe de estado de 1992. Me parece que fue un hombre que intentó pescar en río revuelto. Con el discurso que dio el 4 de Febrero en el Congreso prácticamente les dio un espaldarazo a los golpistas. Uno lo lee y se pregunta: “¿No fue en la casa de Caldera donde se firmó el Pacto de Puntofijo?”. Ese Pacto ha sido atacado, pero es una referencia en América Latina. El presidente Caldera se olvidó de él y buscó su oportunidad. Fue el fin de una época.

–Hugo Chávez.

–Chávez es el artífice de lo que estamos viviendo en Venezuela: la escasez, la inseguridad, la persecución, la discriminación. Chávez lo que hizo fue exacerbar odios y diferencias. Chávez nunca creyó en la juventud venezolana. Nunca apoyó las universidades ni las escuelas. Cuando quería apoyar, lo hacía de manera doctrinaria e ideológica. Hoy sufrimos las consecuencias de las erradas políticas de Chávez. Se camuflajeaba con una retórica patriota y nacionalista, pero hipotecó al país completamente con una deuda con China que terminarán heredando nuestros nietos, con una injerencia de los cubanos nunca antes vista en áreas tan estratégicas como las Fuerzas Armadas, los sistemas y cuerpos de inteligencia, los registros. Chávez desbarató el aparato productivo nacional. Chávez desperdició la mayor popularidad y el mayor ingreso que jamás haya podido tener ningún jefe de Estado en Venezuela.

–Hace unos días recibió el premio Joven Político Sobresaliente del Mundo 2015, en Japón. ¿Qué ha sido lo más difícil de ser alcalde?

–Los alcaldes de estos tiempos tenemos una doble responsabilidad. Uno, escuchar, atender y resolver los problemas de nuestros vecinos, porque para eso fuimos electos. Dos, ir más allá de nuestros municipios y asumir una posición muy frontal, muy firme, muy clara ante la crisis política, económica y social que vive el país. Eso es lo más difícil de ser alcalde hoy: llevar las dos responsabilidades. Trato de hacerlo de la manera más disciplinada y ordenada posible, siempre cumpliendo con mis vecinos y con mis compañeros de partido.

–Cuando recibió el premio dijo que esta es “la peor crisis que ha habido en Venezuela”. ¿De verdad lo cree?

–Es la peor, sí, por la cantidad de crisis simultáneas que estamos padeciendo. No se trata de una sola crisis. Como lo definió la Iglesia Católica a comienzos de este año, estamos bajo un modelo de vocación autoritaria y totalitaria. Esta crisis ha hecho que seamos cada día más pobres y menos libres. La palabra que yo más escucho es “humillación”. Hay que hacer cola para comprar café, harina de maíz, leche, champú, desodorante, jabón. Venezuela tiene la inflación más alta del mundo. Caracas es la capital más violenta del mundo, según Naciones Unidas. Además, aquí quien piense distinto (al Gobierno) corre el riesgo de ser amenazado, amedrentado, perseguido, encarcelado e incluso puede perder la vida. El aparato productivo nacional está acabado. No hay seguridad jurídica ni para los comerciantes nacionales ni para los extranjeros… Y lo más grave es que el Gobierno busca que esto se nos haga habitual. No podemos acostumbrarnos a vivir así. Que lleguemos un día a la farmacia, haya desodorante, podamos llevarnos dos y entonces le demos gracias a Dios: ese no es el mundo del siglo XXI.

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–Le preguntaba si de verdad creía que esta es la peor crisis que ha vivido Venezuela porque los historiadores no están de acuerdo con eso. Dicen que peor fue la crisis de la Independencia, peor la crisis de la Guerra Federal, peor el gomecismo.

–No sé qué historiadores lo dicen.

–Elías Pino, por ejemplo.

–Respeto muchísimo la opinión de Elías Pino, que fue profesor y es gran amigo, pero en mi humilde opinión esta es la peor crisis… Ahora que hablábamos de Japón, ese fue un país que fue destruido por la Segunda Guerra Mundial, y hoy está entre las tres o cuatro economías más grandes del mundo. China, por su parte, tiene un sistema del cual yo difiero, pero hay que ver lo que es Shanghái. Es una de las ciudades más modernas del planeta. Y Shanghái ha hecho lo que ha hecho con 40 mil, 50 mil millones de dólares, prácticamente la misma cantidad que se han robado de Cadivi, ¡que sepamos! ¿Qué no pudimos haber hecho con lo que se robaron de Cadivi? Escuelas, hospitales, autopistas, puertos, aeropuertos, dar créditos para impulsar a los comerciantes de primer línea. No tenemos ni idea de lo que han dilapidado.

–Su partido, Voluntad Popular, ha hecho célebre una frase según la cual la gente de oposición está “del lado correcto de la historia”. Lilian Tintori la repite casi a diario. ¿Es que los que no son de oposición están del lado “incorrecto” de la historia?

–No. Lo que nosotros hemos dicho es que queremos una Venezuela donde haya libertades y no restricciones, justicia y no impunidad, seguridad y no violencia, y al final la historia nos dará la razón. Eso no es nada prepotente o soberbio. Cuando decimos que estamos del lado correcto de la historia nos referimos a que estamos del lado de la democracia y de la libertad.

–La frase tiene un airecito petulante…

–Yo sé que algunos pueden interpretarlo de esa forma, pero no es el tono que le damos.

–¿Hay alguna crítica que pueda hacerle a su partido?

– (Risas). Yo creo que Voluntad Popular ha recibido muchas críticas en todas partes. A veces somos excesivamente democráticos.

–¿Cómo es eso?

–Es un partido muy abierto en cuanto a opiniones, en el que a nadie se le cercena su derecho a opinar, su derecho incluso a publicar lo que piensa. Eso a veces permite que algunos adversarios busquen generar intriga y división.

–¿Tiene la intención de seguir siendo el alcalde de El Hatillo? Me refiero al próximo período.

–Sí, claro.

–¿No sueña con alguna gobernación?

–Me han hecho mucho esa pregunta. No sé si es por lo que dijo (Nicolás) Maduro en Miraflores. Estaba empezando la gestión y comentó que me debería lanzar para la gobernación de Miranda.

–Y que Capriles tenía que tener cuidado…

–Yo creo que Maduro hizo eso para generar cizaña… Estoy enfocado en la alcaldía de El Hatillo. Ya luego el destino dirá para dónde irá uno. Evidentemente lo ideal es que vaya haciendo una carrera política y eso no tiene nada de malo. Nunca antes había estado tan contento, tan motivado, tan retado intelectualmente como con este trabajo de ser alcalde. Todos los días aprendo, todos los días me consigo con gente que me halaga, que me critica, que me sugiere cosas, y eso es muy valioso.

–En esa carrera política que quiere construir, ¿está la presidencia?

–El sueño que tengo es darles a los hijos que hoy no tengo, a los nietos que espero tener y a las próximas generaciones un país de libertades y de oportunidades, un país donde haya justicia y educación, y la salud esté garantizada. Sobre todo quiero un país donde a la gente no le pase por la cabeza la idea de abandonarlo. Un país donde se pueda nacer, crecer y morir.

–No me diga que no ha soñado nunca con llegar a ser algún día el presidente de la República.

–(Risas). Evidentemente quien se mete en la política, como el que está en una empresa, siempre quiere llegar a lo más alto, pero tengo 30 años de edad y apenas 2 años como alcalde. Todo a su tiempo. El cementerio de los políticos está lleno de impacientes. Espero que Dios me dé paciencia para no apresurarme en mis aspiraciones, en mis ambiciones. Espero seguir siendo un servidor público por vocación y convicción. Espero no perder el norte en ningún momento.