El estrangulador de Caricuao: primer asesino en serie de Venezuela
El estrangulador de Caricuao: primer asesino en serie de Venezuela
El primer asesino en serie de Venezuela tiene seis víctimas confirmadas. Escogía mujeres de la calle. Las violaba, las golpeaba y las asfixiaba. Francisco Abraham García Hernández fue detenido el 8 de marzo de 2015. Vídeos y pruebas de ADN son utilizadas por las autoridades para establecer su responsabilidad en los homicidios de 5 mujeres y una niña

 

@ronnarisquez / Edición de video: @NietoAnthony / Infografía: @IdeasdeDaniela / Multimedia: @AdrianitaN

LA NOVEDAD SE CONOCIÓ POCO DESPUÉS DE LAS 5:30 pm del sábado 7 de febrero de 2015. Una comisión del Eje Central de Investigaciones de Homicidios del Cicpc salió de la delegación de El Paraíso y atravesó el Puente 9 de Mayo hasta llegar a la plaza Capuchinos. Se detuvo 10 metros más allá del semáforo, luego de cruzar a la izquierda en la avenida San Martín, justo frente al hotel El Oeste, un viejo hospedaje familiar de 100 habitaciones y 3 pisos.

Los investigadores pasaron frente a la recepción y recorrieron el estrecho y largo pasillo que conduce hasta la habitación 115, en la planta baja. Al abrir la puerta, la escena les era familiar.

Como si se tratara de un deja vú, en la cama estaba el cuerpo desnudo de una mujer de contextura gruesa y edad avanzada. Tenía el rostro cubierto con una toalla ensangrentada y a su alrededor algunos rastros de sangre producto de salpicaduras. En el piso, un preservativo usado, rastros de droga, ropa y otros objetos personales.

Al descubrir la cara de la mujer, vieron que presentaba un golpe fuerte a la altura de la nariz, que le fracturó los huesos del rostro y le ocasionó la muerte. Se trataba de Luisa Josefina Arteaga Hernández, de 66 años de edad, una prostituta que frecuentaba la plaza Capuchinos en busca de clientes.

La evidencia era suficiente. Los pesquisas del Cicpc supieron de inmediato que estaban en presencia de la segunda víctima de un hombre que, hasta ese momento, solo conocían por el apodo de “El barrendero”.

Era el mismo individuo que el 15 de marzo de 2014 (hacía casi un año) había asesinado de forma similar a Zuleima Josefina Echenique, también prostituta, de 56 años de edad, en la habitación 02 del hotel Firenze, en la esquina de Hoyo de la parroquia Santa Rosalía.

A ella también le fracturó la cara de un golpe y la ahogó con una almohada. “Cuando entraron al hotel ella dijo que no era necesario registrarse porque era un rapidito”, dijo un empleado del hospedaje. Por eso no quedó asentada la identidad.

En el caso del hotel El Oeste, los investigadores constataron que el hombre que había alquilado la habitación donde fue asesinada Luisa Arteaga, sí se había registrado. Era Francisco Abraham García Hernández, de 34 años. Pero no solo eso, en los videos del hotel había quedado una grabación de la imagen del homicida.

“El video muestra que él entró solo, alquiló a eso de las 4:00 pm del viernes (6 de febrero de 2015). Luego salió y regresó con la mujer (Luisa Arteaga) a las 7:00 pm. Después se retiró, aproximadamente a las 4:00 am, bañado y vestido con camisa manga larga”, contó Rodolfo Rojas, administrador del hotel.

Los investigadores compararon las imágenes con la descripción que tenían de “el barrendero”, que mató a Zuleima Echenique: moreno, 1,70 mts de estatura, delgado, cabello rizado, frente amplia, cejas delgadas, ojos pequeños, nariz gruesa, boca grande y mentón agudo.

El resultado fue positivo, se trataba del mismo asesino. Con estas evidencias estaban policialmente resueltos estos dos crímenes. Aunque el historial homicida de Francisco Abraham García no acababa ahí.

Un caso llevó al otro y al otro…

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Cuando los funcionarios del Eje Central de Homicidios del Cicpc elaboraban la minuta por el caso de Luisa Arteaga, chequearon en el sistema de registro criminal los datos de Francisco García Hernández para verificar su prontuario. De inmediato saltó en la pantalla una solicitud por un homicidio cometido en Valencia el 4 de noviembre de 2014.

Cuando los funcionarios del Eje Central de Homicidios del Cicpc elaboraban la minuta por el caso de Luisa Arteaga, chequearon en el sistema de registro criminal los datos de Francisco García Hernández para verificar su prontuario. De inmediato saltó en la pantalla una solicitud por un homicidio cometido en Valencia el 4 de noviembre de 2014.

La víctima era otra mujer: Alejandra Carolina Castañeda Amaro, de 38 años. El asesino la conoció en un bar cercano a la empresa Embotelladora Venezuela, ubicada en la avenida Navas Espinola de Valencia. García Hernández tenía dos semanas trabajando allí como vigilante contratado por la empresa de seguridad Servicio Integrales de Primera.

“Logró ganarse al jefe y lo contrataron como avance. Era reservado y muy ordenado. La gente aquí pensaba que era cristiano evangélico. Pero hizo eso y hasta se robó 400 mil bolívares en herramientas”, dijo otro empleado de la empresa.

La noche en que la mató, Francisco García estuvo consumiendo drogas dentro de la embotelladora. Salió a buscar a la mujer y regresaron juntos. “Fueron a los almacenes y allí la estranguló en el momento en que tenían relaciones sexuales. Luego el hombre se quedó dormido junto al cadáver y lo despertó el timbre de la puerta”, contó un empleado del lugar que tuvo acceso al video que registró lo ocurrido. El homicida ocultó el cuerpo y huyó.

Luego de estos hallazgos, los funcionarios del Cicpc le notificaron al fiscal 57, Víctor Hugo Arias, encargado de investigar el homicidio de Zuleima Echenique (la primera víctima), que tenían identificado al asesino.

Al escuchar el nombre del homicida, el representante del Ministerio Público se sorprendió. Se trataba de una persona que él conocía con el apodo de “El niño”, principal sospechoso del homicidio de dos mujeres y una bebé de 13 meses en Caricuao.

Esas víctimas fueron Aleive Betzabeth Acosta González, de 25 años, y su hija Drehimerly María Acosta, de un año, que desaparecieron el 19 de julio de 2014 en la UD-3 de Caricuao. Se presume que las interceptó en el bulevar en horas de la noche. La mujer había ingerido alcohol y Francisco Abraham García la sometió por la fuerza. La arrastró hacia las laderas del bulevar, la lanzó al piso y la estranguló en el momento en que la violaba. Luego mató a la niña y ocultó el cuerpo unos metros más arriba, en las riberas del Guaire.

Ingrid Bello, de 35 años, fue la otra mujer asesinada en la UD-3. La última vez que la vieron con vida estaba bebiendo licor con García Hernández. Fue localizada violada y estrangulada en una loma, frente a la estación Zoológico, el 15 de noviembre de 2014.

Con ellas suman seis las víctimas de Francisco Abraham García Hernández, quien fue detenido por la GNB en Caricuao el 8 de marzo de 2015, y se encuentra en la sub-delegación Valencia del Cicpc esperando por el proceso judicial.  “Yo no maté a nadie. Ese no soy yo”, dice Francisco Abraham García Hernández cuando es interrogado por las autoridades.

La fiscal 16 del estado Carabobo ya presentó el acto conclusivo del caso, que trabajó junto a funcionarios del Eje Homicidios Base Las Acacias. Los investigadores solicitaron un perfil genético de todas las víctimas para ratificar mediante el ADN la identidad del agresor. También verifican casos similares y no resueltos para determinar García Hernández cometió otros crímenes.

 

“Califica en el perfil de un asesino en serie”

 

“El niño” le decían en Caricuao, “El barrendero” lo llamaban en Santa Teresa y San Juan, y en Valencia lo conocían como “El cristiano”. Tres apodos para un mismo hombre: Francisco Abraham García Hernández, de 34 años de edad.

No tiene un oficio definido. Quienes lo conocen aseguran que cuando trabajaba, lo hacía como vigilante. Vivió hasta los 17 años en el bloque 16 del sector La Hacienda de la UD-3 de Caricuao, junto a su padre, dos hermanos (una mujer y un hombre) y su abuela paterna.

La madre abandonó el hogar cuando él era un adolescente. Comerciantes del bulevar de Caricuao aseguran que el padre del asesino, cuando se encuentra en estado de embriaguez, grita: “ella se fue con otro tipo que tenía más plata”. Reclama que lo haya dejado solo con “estas cargas (sus hijos)”.

A los 16 años comenzó a delinquir y lo detenían frecuentemente por arrebatones. Estuvo preso en 2003 por robo y en una ocasión usurpó la identidad de su hermano. El padre tiene antecedentes por lesiones e intento de violación a una de sus hijas.

Fue obligado a abandonar la vivienda, cuando algunos de sus familiares se percataron de su conducta delictiva, además consumía crack y alcohol. Una vecina del edificio en el que vive la familia asegura que García Hernández tiene una hija, de aproximadamente cinco años de edad y con discapacidad cognitiva, cuya madre es una mujer de La Guaira, estado Vargas.

En el bulevar de Caricuao y los alrededores de la estación Zoológico, donde solía refugiarse, los buhoneros lo veían como un “indigente inofensivo”. Para las prostitutas de la plaza de Santa Teresa “era un hombre de buen aspecto y aseado”, mientras que los empleados de la Embotelladora Venezuela en Valencia creían que era practicante de la religión evangélica.

 

 

Luego de escuchar la descripción de García Hernández y de los seis homicidios que cometió en menos de un año, Freddy Crespo, criminólogo y profesor de la Universidad de Los Andes afirma:  “Para mí califica en el perfil de un asesino en serie. Tiene las características”.

“Hablamos de un asesino en serie cuando sus crímenes se repiten con un mismo patrón, cuando ha cometido más de tres homicidios en un lapso breve de tiempo, muestra una doble personalidad, es organizado y planificado, estudia a sus víctimas y busca víctimas vulnerables o débiles (mujeres, niños o ancianos)”, enumera Crespo.

El experto califica a los asesinos en serie como psicópatas, mientras que describe la conducta de un sicario como la de un sociópata. “El psicópata busca siempre un patrón. Para él, el homicidio constituye una satisfacción que lo llena a nivel emocional. Para el sicario la satisfacción de matar es social, se siente socialmente incluido en su ambiente por el hecho de asesinar y se siente más satisfecho si sus víctimas son fuertes y poderosas”.

El hecho de que exista un patrón es un indicador de que el psicópata está compensando alguna carencia emocional que tuvo en su desarrollo como persona, explica el criminólogo. «Entonces busca sustituir y proyectar esas carencias emocionales con sus víctimas, usualmente son las relaciones maternas las que determinan qué tipo de víctimas o qué clase de víctimas el psicópata busca. No necesariamente la relación con la madre debe ser mala para esto presione al individuo a ser psicópata», precisó Crespo.

 

Las víctimas: mujeres, drogas y prostitución

 

 

Eran mujeres de piel morena y contextura gruesa, consumían drogas o alcohol, permanecían en la calle, y a todas las mató mientras tenía sexo con ellas.

Zuleima Josefina Echenique, 56 años de edad, fue la primera víctima. A ella le dio un golpe que le fracturó los huesos de la cara. La dejó en la habitación 02 del hotel Firenze, en la parroquia Santa Rosalía. “Era buena moza. Había sido bailarina de Yolanda Moreno y había recorrido el mundo, pero estaba muy mal por las drogas. Era trinitaria y su familia y sus hijos vivían en Caricuao. Ellos le hicieron un funeral muy bonito”, contó Estílita Arcila, una de las sexagenarias que frecuenta la placita de la iglesia Santa Teresa en busca de clientes.

Aleive Betzabeth Acosta González, 25 años, pasaba el día entre el bulevar de Caricuao frente a la estación Zoológico. “Era un muchacha bonita. Se había ido de su casa. Tenía cuatro hijos, pero solo cargaba a la niña (Drehimerly María Acosta,13 meses). Los demás se los habían quitado los papás o la familia. No trabajaba y andaba hasta tarde con esa muchachita por ahí. Yo le decía que me la diera. No era una mala muchacha, pero le gustaba tomar y creo que también la droga”, relató la peluquera que la atendía en el Centro Comercial Caricuao. Acosta González fue estrangulada y su cuerpo fue encontrado en unos matorrales. Veintiséis días después localizaron el cadáver de su niña en las riberas del río Guaire.

Alejandra Carolina Castañeda Amaro , 38 años, trabajaba en un bar cercano a la Embotelladora Venezuela, en la avenida Navas Espinoza de Valencia. Tenía dos hijos. “Ellos se conocían. El día que la mató se habían comunicado por mensaje de texto. Antes de ir a la embotelladora estuvieron bebiendo”, reveló un conocido de la víctima, que murió estrangulada.

Ingrid Bello, 35 años, frecuentaba el bulevar de Caricuao y tenía tres hijos. “Ella se quedó bebiendo con él, y después la consiguieron estrangulada en un monte”, contó Keila, una cuidadora de carros en la zona.

Luisa Josefina Arteaga Hernández, 66 años, frecuentaba la plaza Capuchinos, en San Juan. “La llamaban Grecia. Tenía un problema en una pierna y cojeaba. Consumía y vendía droga”, dijo una de sus compañeras del lugar. Al igual que a la primera víctima, la mató de un golpe en la cara y le cubrió el rostros con una toalla. Su cuerpo quedó tendido en la cama de la habitación 115 del hotel El Oeste.

 

¿Dorángel «El comegente» fue el primero?

Francisco Abraham García Hernández podría ser el primer verdadero asesino en serie se conozca en Venezuela. Las características de sus crímenes, el perfil de sus víctimas y su personalidad encajan en la descripción de un asesino serial.

“Parece que es uno de los primeros casos de asesinos en serie, además de Dorángel Vargas (El comegente), que tiene ese patrón. Aunque éste, por la forma cómo las mata, la fortaleza sobre la víctima y el hecho de que escoja mujeres de la calle, reúne más características. Además, finalmente se determinó que Dorangel tiene un trastorno mental distinto al de un psicópata o asesino en serie”, explicó el criminólogo Freddy Crespo.

Un trabajo sobre asesinos en serie publicado por BBC explica que: “No creo que haya un perfil típico de un asesino en serie… A algunos asesinos en serie los inspira una fantasía o tienen una adicción, a menudo con la necesidad de obtener algún tipo de gratificación sexual o incluso una cause célèbre pervertida. Otras motivaciones pueden incluir la rabia, la emoción o alguna ganancia financiera”.

La publicación intenta desmitificar algunas supuestas particularidades de este tipo de criminales. “Los asesinos en serie son difíciles de atrapar porque a menudo adoptan una máscara de cordura. Aparentan ser personas muy normales por lo que durante mucho tiempo tanto las autoridades como la familia y amigos los pasan por alto. Los asesinos disfrutan demasiado de lo que están haciendo como para querer que los atrapen, pero entre más confiados se sienten, más creen que son inalcanzables, y empiezan a cometer errores humanos que llevan a su captura”.