Censura del siglo XXI por Tamoa Calzadilla - Runrun
Luisana Solano Jul 01, 2014 | Actualizado hace 10 años

Censura

I

Días antes de que supiéramos que habían vendido la Cadena Capriles, recibimos una visita en aquella Redacción Única que todavía olía a nuevo. Los recién conocidos dueños de Globovisión llegaron para estrechar las manos de los directores y algunos jefes. «Lo siento por ese canal. Es una lástima», susurraban algunos. Era una preocupación ajena. Parecía lejana. Entre el grupo de visitantes de traje se distinguía uno muy bajito, ese que nombramos tanto en aquel Últimas Noticias de 2005 cuando publicamos de la existencia de «La Banda de los enanos», que operaba en el Sistema Judicial. No sería la única paradoja que se convertiría en comidilla por varios días, con sus noches. Nos estábamos viendo en un espejo sin saberlo. Esa redacción, orgullo de todos, en pocos días sería de otros y algunos de nosotros ya ni estaríamos allí.

II

En Venezuela nos pasa a cada rato y está demostrado que no hay imposibles: siempre puede pasar lo peor. No creíamos que cerrarían RCTV y ocurrió. No calculábamos que además de golpear periodistas, los propios funcionarios uniformados robarían sus equipos con total impunidad y allí está. Tampoco sospechábamos que a sus más de 80 años, Teodoro Petkoff, director del diario Tal Cual, debe ir cada semana a presentarse a tribunales como un ladrón, como uno más de los que dispararon el 12 de febrero y salieron con medida cautelar, por una columna de opinión que no escribió. Los periodistas no pensamos que la prensa estaría ahorcada y sin papel por falta de divisas para comprarlo; y que rebajarían los cuerpos, las noticias, los especiales, suplementos, hasta llegar a una oferta dolorosa de notas recortadas e informaciones que no salen hoy, quizás mañana. Tal vez sí, tal vez no. Era difícil imaginar que en medio de una redacción estuviera una dirigente del partido de gobierno «para poner orden» y que una nueva forma se impondría para acallar la crítica y favorecer al poder: la censura del siglo XXI.

III

Ese rimbombante «apellido» ha servido para intentar explicar un modelo político y económico que pocos saben definir cómo es y en qué consiste, pero existe y conduce a este país más que la propia constitución nacional. ¿Es socialismo clásico? No, es «socialismo del siglo XXI» ¿Vivimos en una dictadura clásica? No, estamos en «la democracia del siglo XXI» ¿Es censura clásica? No, es censura del siglo XXI.

En esta nueva era, ya no hace falta colocar al hombre del ministerio con el lápiz rojo dentro de una redacción. Simplemente se compra el medio y ya, a cualquier costo porque total no es para hacer negocios, por eso no importa la pérdida del recurso humano, cometer errores técnicos y éticos o los proyectos futuros que están involucrados. Se adquiere a realazo limpio y con capitales dudosos -como es la norma en el socialismo del siglo XXI- para dominarlo, doblarle las rodillas y convertirlo en órgano de propaganda oficial.  Que no moleste más, que deje la imprudencia.

Lo demás es lo de siempre: «despide al director que no agarra línea y deja al complaciente…hasta que deje de adular». «No mandes a ese periodista a esa entrevista…hasta que aprenda a preguntar». «Bájale dos, bájale dos. Así».

 

IV

De los mismos creadores de la censura del siglo XXI, llegaron también las agresiones de los nuevos tiempos. Pasamos de las amenazas clásicas a periodistas y llamadas intimidatorias, a interrogatorios interminables en Fiscalía para obligarnos a revelar nuestras fuentes. Pero más recientemente vimos los allanamientos, las palizas con costillas rotas, como la que le propinaron varios guardias a Gabriel Osorio; el robo de equipos de trabajo y teléfonos celulares. En este campo, hay de varios tipos. Ocurrió el de la corresponsal Francesca Commisari, por parte de funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana. También está el «decomiso» del equipo fotográfico personal de David Maris, quien hacía fotos a Lilian Tintori para una entrevista que saldría publicada en el ABC de España. Se cumplieron dos meses y el director de Ramo Verde no se la ha devuelto.

Quedó impune la golpiza que le asestaron seguidores del chavismo a comunicadores de la Cadena Capriles que manifestaban en el bulevar Panteón, en 2009.

Largo rato nos llevaría recordar cada caso, afortunadamente registrados por organizaciones como Ipys, Espacio Público y el Sntp, entre otras, lo que permitirá que la justicia llegue. Algún día.

 

V

Los medios del Estado en el siglo XXI merecen mención aparte. Más bien tesis de grado. Por su uso abusivo para hacer propaganda política, por la utilización de recursos económicos de todos los venezolanos para vilipendiar, ofender y amenazar a quienes no comulgan y critican al Gobierno. Se volvió práctica común la transmisión de grabaciones privadas, obtenidas de forma ilegal, sin orden judicial, para torcer y acusar; sembrar dudas y acribillar. A toda hora, por televisión, radio o prensa, los medios del Estado venezolano reproducen propaganda política, sin que a ningún poder le importe. Mucho menos al poder moral.

VI

Ante este panorama, cualquiera pudiera pensar que todo está perdido y el último que apague la luz. Pero, sorpresa, los periodistas no nos rendimos y estamos empujando un fenómeno que ya tenía ejemplos en la historia reciente y en países vecinos y no tanto: buscamos nuevas plataformas para hacer y decir, para llegarle a las audiencias, ávidas de información, que son las primeras víctimas de la falta de información o la manipulación que esconde verdades y maquilla otras.

Con motivo del premio a las mejores investigaciones del Instituto Prensa y Sociedad, fue invitado el experimentado periodista peruano, Gustavo Gorriti. A propósito de lo que vio, estampó en su blog la semana pasada: «En ninguna parte es fácil, pero en pocos lugares tan difícil el periodismo de investigación como en Venezuela». Sin embargo, advirtió que se debe celebrar la existencia en el país de «un grupo diverso y por fortuna creciente de periodistas venezolanos» que se mantienen «dentro de las exigencias de rigor investigativo, de búsqueda pertinaz de la evidencia, de la exposición probatoria de hechos, pagando fuertes precios personales en muchos casos, no es solo admirable sino muestra una conjunción de talentos y de temples que ha probado cuán necesario y eficaz es el periodismo de investigación en las circunstancias más difíciles, cuando se lucha por las libertades y derechos básicos».

He tenido la dicha de compartir con varios de esos investigadores a los que se refiere Gorriti. Lisseth Boon, César Batiz, Laura Weffer, Albinson Linares, Jesús Alberto Yajure, Airam Fernández, Carjuan Cruz, Liza López, Cristina González, mi equipo en Últimas Noticias y El Mundo. Hoy desmantelado. La artífice de los inventos y de mirar hacia adelante, Nathalie Alvaray, tampoco está donde estuvimos por 15 años. Sin embargo, les tengo una buena noticia: todos estamos haciendo periodismo, desde alguna trinchera.

Hay razones para creer que vivimos una profunda crisis de la industria de los medios de comunicación, mas no de los periodistas y el periodismo. Me gusta creer que a los periodistas nos llegó la hora. Sí: la hora de hacer más y mejor periodismo. De reinventar, pero sobre los firmes pilares de siempre: la búsqueda de la verdad, responsabilidad, ética y compromiso.

 

VIII

Los periodistas no queremos que quienes ocupan cargos de poder sean nuestros amigos, pero sí que respeten el oficio y entiendan que es parte de la democracia. No hay democracia sin periodismo. No hay periódicos sin papel. No hay periodismo sin transparencia. No caben en este juego los dueños de medios con capucha.

Somos la piedrita en el zapato que le recuerda al Poderoso que tiene cuentas que rendirle a su gente. Prepárese, señor gobernador Henrique Capriles Radonski, que aquí tiene unas cuantas con las que deberá caminar si algún día es Presidente.

Tomo una frase que deslizó un colega el pasado viernes 27 de junio: «¡Celebrar es una forma de seguir en pie!». Y de pie, celebrando este nuevo día del periodista que nos encuentra firmes y con ganas de seguir haciendo país, haciendo periodismo, quiero recordar el coro de una canción de Rubén Blades y Willie Colón: «Siempre aparece el sol tras los aguaceros. Siempre tras la tormenta llega la calma. Después de los tiempos malos llegan los buenos y premian a los que no rindieron sus almas».

 

@TamoaC