El factor Venezuela en las elecciones colombianas - Runrun

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La actual crisis social, política y económica que estalló hace más de un mes en Venezuela ha sacudido la política interna de varias naciones latinoamericanas. De manera estrepitosa, las imágenes de la represión del Gobierno de Nicolás Maduro desataron en la región una ola de descrédito hacia el Socialismo del Siglo XXI.

Los primeros síntomas de este impacto internacional fueron los resultados electorales en países afines al chavismo, como Ecuador, donde el movimiento de Rafael Correa sufrió un duro revés; y El Salvador, donde la izquierda gobernante, sorpresivamente, estuvo a punto de perder el poder en una segunda vuelta presidencial que parecía decidida a su favor con amplia ventaja.

Pero, sin duda alguna, donde más eco ha tenido la crisis venezolana es en Colombia, dada la cercanía histórica y geográfica entre ambos países. Desde el principio, las marchas opositoras y la reacción oficialista han ocupado un lugar preponderante en la agenda pública de este país. Incluso uno de los escasos medios de comunicación masivos que han podido reseñar el conflicto en toda su dimensión, es el medio colombiano NTN24.

En consecuencia, el factor Venezuela se volvió un tema recurrente en los debates previos a las elecciones legislativas en Colombia, y los resultados de las mismas muestran su incidencia en la decisión de los sufragantes. La peor librada, sin lugar a dudas, fue la izquierda.

El factor Venezuela

El pueblo colombiano, tradicionalmente de derechas, en términos generales nunca ha visto con buenos ojos la “revolución bolivariana”, y esta posición tendió a radicalizarse con el actual conflicto en Venezuela, al punto que, según una encuesta reciente, nada menos que el 91% de los colombianos tiene una opinión desfavorable de Nicolás Maduro.

Aprovechando la coyuntura, la oposición de derecha, comandada por el expresidente Álvaro Uribe, presionó al mandatario Juan Manuel Santos para que condenara la “dictadura castro-chavista”. Como no lo hizo (siguiendo la línea de todos los mandatarios latinoamericanos, con excepción del panameño Ricardo Martinelli), Uribe lo acusó de ser “cómplice” de Maduro.

Probablemente esta acusación afectó la imagen de Santos de cara a las elecciones presidenciales, pero el castigo en las legislativas fue mucho más implacable para la izquierda, que no hizo nada para desmarcarse de la ideología del impopular Gobierno chavista. Por el contrario, al quinto día de las protestas en Venezuela (16 de febrero), el principal partido de izquierda en Colombia, el Polo Democrático Alternativo, emitió uncomunicado en el que rechazaba el “intento golpista” de los opositores a Maduro.

Una posición semejante, en un país donde el “bolivarianismo” genera tantas resistencias, se tradujo en un bajo respaldo en las urnas.

El declive de la izquierda colombiana

El saldo de las elecciones para los partidos de izquierda (el Polo Democrático Alternativo y la Alianza Verde[1]) fue negativo. Entre los dos, obtuvieron poco más de un millón de votos (565 mil la Alianza y 541 mil el Polo). Es decir, cerca del 8% de la votación.

En términos de curules, consiguieron 10 en el Senado (5 cada uno) y 9 en la Cámara de Representantes (3 el Polo y 6 la Alianza), constituyendo una bancada que, aunque será importante para hacer control político y sacar adelante determinados proyectos de ley, es acentuadamente minoritaria.

Con respecto a las elecciones pasadas, estos partidos retrocedieron. En 2010 habían recibido unos 200 mil votos más (825 mil el Polo y 522 mil los verdes[2]), y se habían hecho a un mayor número de curules en el Senado (13 en total: 8 el Polo y 5 los verdes), si bien obtuvieron un escaño menos en la Cámara (8 en total: 5 el Polo y 3 de los verdes).

Es cierto que hay figuras de la izquierda a las que les fue bien en las elecciones. Por ejemplo, el destacado senador Jorge Enrique Robledo, cabeza de lista del Polo, fue el candidato con la mayor votación individual. Sin embargo, sus 192 mil votos no fueron sustancialmente más que sus 165 mil en 2010, y estuvieron lejos de la meta de 300 mil que él mismo se había trazado.

Además, habría que observar que, con respecto a la crisis en Venezuela, Robledo omitióadoptar una posición clara, quizás como parte de una estrategia electoral, al igual que muchos otros candidatos de izquierda.

Esto no quiere decir que en Colombia los dirigentes que simpaticen con el proyecto bolivariano no tengan caudal electoral posible. En efecto, de manera democrática estas posiciones han conseguido sucesivas (aunque pequeñas) representaciones en el Congreso. Lo que sí demostraron las elecciones legislativas es que si la izquierda persiste en un discurso que apoye monolíticamente al Socialismo del Siglo XXI, tiene poco margen para cautivar a nuevos votantes.

Un ejemplo, los indignados

Hoy por hoy el gran error de la izquierda es que no ha sido capaz de seducir a ese potencial electorado, esa población amorfa que genéricamente se denomina “los indignados”. En su mayoría jóvenes de las grandes urbes, se trata de personas que repudian el sistema político vigente, la corrupción, el clientelismo, el cacicazgo, la exclusión, y su participación política consiste básicamente en expresar su malestar frente a la calidad de la democracia.

Sus reivindicaciones, no tan marcadamente ideológicas, están orientadas a la profundización de las reglas democráticas (la ampliación de las oportunidades políticas para la oposición, por ejemplo), por lo que, en un país con un histórico dominio de la derecha, tendencialmente tienen una mayor propensión hacia el centro y la centro-izquierda.

El proyecto bolivariano no representa nada de eso. Su sistemática embestida contra la institucionalidad democrática (separación de poderes, libertad de expresión, garantías políticas) es algo que los “indignados” no pueden aceptar. Por razones como esta, huyéndole a los partidos tradicionales, esta numerosa población no encontró asidero en las alternativas de izquierda. Así que terminó, sencillamente, auto-excluyéndose del sistema político: o no votó (estas elecciones tuvieron un 57% de abstención), o votó en blanco (5%), o anuló su voto (19%).

Ni siquiera sectores sociales que podrían decirse “bases electorales” de la izquierda, como los estudiantes universitarios, fueron seducidos por la izquierda (a diferencia de la situación chilena). El candidato del Polo miembro de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, por ejemplo, fracasó en su intento de llegar a la Cámara, obteniendo apenas 6 mil sufragios.

En contraste, una de las grandes sorpresas electorales fue la alta votación de la politóloga Claudia López (Alianza Verde), una de las pocas candidatas que potencialmente podía llegar a representar la posición de los “indignados”. Con una nula experiencia electoral previa, obtuvo más de 80 mil sufragios, superando ampliamente la votación de una figura emblemática de la izquierda como el exconstituyente Antonio Navarro Wolf.

Sin ningún tipo de deuda ideológica con el Socialismo del Siglo XXI, López, siendo candidata, hizo declaraciones públicas como esta: “Me aterra la incoherencia de quienes son oposición aquí, pero apoyan la violencia y abuso de poder chavista contra la oposición en Venezuela”.

Su triunfo, más que un simple éxito de la izquierda en su conjunto, debería interpretarse como un fracaso del discurso dominante de la izquierda.

El horizonte

Los pobres resultados electorales podrían ser un síntoma de la necesidad que tiene la izquierda de reinventarse. Probablemente, el horizonte de esa renovación sean figuras que, como López, expandan las posibilidades electorales hacia el centro, con miras a consolidar una especie de frente amplio, una fórmula que ha resultado exitosa en Chile y Uruguay.

Pero si el gran referente de la izquierda en Colombia sigue siendo Venezuela, es probable que su participación electoral se soporte en el éxito individual de determinadas figuras excepcionales (como Robledo o López), pero como colectividad que representa unas ideas y un proyecto político, irá perdiendo relevancia.

Esto será inminente si se ratifica el aparente declive del proyecto bolivariano en Latinoamérica. En ese caso, paradójicamente, una de las consecuencias del Socialismo del Siglo XXI podría ser el desvanecimiento de la izquierda del mapa político en Colombia, lo cual constituiría un duro golpe para su democracia.

En el corto plazo el panorama no parece promisorio. De cara a las elecciones presidenciales que se avecinan el 25 de mayo, la izquierda selló una unión entre dos sectores: el Polo y la Unión Patriótica, que podría interpretarse como la superación de una fragmentación, pero de paso también negó la posibilidad de consolidar un frente amplio.

Sin duda alguna, Venezuela continuará siendo uno de los temas en la agenda electoral de este año en Colombia, y el electorado le cobrará durísimo a la candidata izquierdista Clara López su postura complaciente con la represión y las arbitrariedades del Gobierno de Maduro. Mientras en un país tan derechizado como Costa Rica, el candidato presidencial de izquierda obtuvo recientemente un histórico 17% de la votación, Colombia parece cada vez más lejos de un resultado semejante.

Revista Perspectiva