¿Choque religioso o intereses políticos?: Una explicación de la violencia por Omar Hernández - Runrun
¿Choque religioso o intereses políticos?: Una explicación de la violencia por Omar Hernández

No es la primera vez que ocurre y lamentablemente no será la última. Acólitos del «choque de civilizaciones» y de engrandecer las que en ocasiones son marcadas diferencias culturales entre grupos de seres humanos, crean escenarios y espacios idóneos para centrar la  atención más en esas diferencias que en aquello que une a ese concepto tan etéreo e impreciso como lo es el de la Humanidad.

Un concepto que sin embargo, es utilizado por ejemplo en el Derecho Penal Internacional para tipificar crímenes cuya gravedad y trascendencia generan el astío, rechazo y repulsa del pleno de quienes poblamos este planeta. Un concepto que hace alusión a valores compartidos, intereses comunes e ideales conjuntos, que si bien son una obviedad no generan mucho rédito político y por tanto son obviados del discurso.

Los derechos humanos son inalienables y fundamentales para la existencia digna de todo ser humano. Pero de ellos destaca la libertad de expresión, tanto por su dimensión individual como la colectiva. Una libertad en modo alguno absoluta, cuyas limitaciones o prohibiciones vienen delineadas desde hace décadas en la legislación internacional, que proscribe la propaganda de guerra, la apología del odio (nacional, racial, étnico o religioso) y, más recientemente, la apología del terrorismo.

Cómo dudar del abuso de esa libertad de expresión o más bien, de los instrumentos de propaganda, en cuanto ocurrió durante la II Guerra Mundial (donde el antisemitismo fue el pan diario de los medios nazis) o más recientemente, durante el genocidio en Rwanda (en el que la minoría tutsi fue brutalmente masacrada en parte, por instigación de un semanario y una emisora de radio, cuyos líderes hoy cumplen cadena perpetua).

En el caso que nos ocupa, asistimos a un nuevo episodio de crear intentos de «islamofobia» o tirria hacia más de 1 billón de personas que practican el Islam. Una afrenta al diálogo interreligioso y a la convivencia. Una repetición vulgar de las infames caricaturas de Mahoma publicadas en un diario danés y una insignificante película holandesa -‘Fitna- que no encontró más que contundentes manifestaciones de rechazo.

Muchos extremistas de un lado y otro del espectro, se aprovechan de la situación coyuntural. Tanto quienes insisten en esteoreotipar a los musulmanes como quienes del lado del fundamentalismo y el radicalismo islámico, buscan crear la ficción de un enemigo externo para inflar animosidades, ganar respaldo político y copar espacios de poder en aquellos países que atraviesan complejos procesos de transición de sistemas autocráticos a ensayos democráticos de impredecible resultado, fruto de la lucha popular.

En ese marco, pedir mesura a los líderes es fundamental tanto como reforzar la seguridad de quienes llevan consigo la carga de representar diplomáticamente a un país u otro. Cierto que la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas prevé que el Estado receptor debe garantizar el resguardo de las misiones extranjeras y su personal, pero en las condiciones actuales, quizás el pleno cumplimiento de dicha provisión por parte de fuerzas de seguridad en reestructuración sea una utopía.

La espiral de violencia que sacude a muchos países de mayoría musulmana le hace un flaco favor a quienes creen en la convivencia o en ese experimento que Naciones Unidas llamó «Alianza de Civilizaciones». La sindéresis debe privar y el idealismo de una paz duradera debe dar al traste con quienes consideran que el pensar o creer diferente, es razón más que suficiente para acudir al conflicto.

Omar Hernández
Internacionalista
@omarhUN