Ideas para el debate en Política Exterior (3/5): Política Multilateral Extra-Continental por Víctor Mijares - Runrun

Más allá del hemisferio, Venezuela forma parte de organismos multilaterales de diversa índole, tanto de carácter técnico como político, de alcance limitado y universal. En esta ocasión, nos concentraremos en los más significativos de estos cuerpos intergubernamentales, seleccionados por su importancia política y económica: la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el binomio Banco Mundial-Fondo Monetario Internacional (BM-FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

La inercia organizacional, y las múltiples agencias que componen a la ONU, brindan un margen de maniobra cada vez menor si se quiere desarrollar una política destacable, pero los temas de seguridad y mantenimiento de la paz siempre brindan la oportunidad de demostrar el compromiso con la estabilidad del sistema internacional. Venezuela, que desde su giro a la democracia había sido miembro rotativo del Consejo de Seguridad, al menos una vez por década, lleva más de 18 años sin formar parte del órgano más importante de la ONU. La percepción que se comenzó a tener sobre Venezuela a partir de los primeros años de la década de los noventa, era la de un país inestable con poco que ofrecer en materia de seguridad internacional, y hacia la primera década del siglo XXI esta percepción se agudizó, al punto de ser considerada una potencial amenaza a la estabilidad. Para volver a tener voz y voto de forma regular en órgano que funge como poder ejecutivo del mundo, un próximo gobierno deberá comprometerse con la estabilidad del sistema internacional, cesando la política tendiente a generar perturbaciones (sobre todo en materia de alianzas y alineamientos políticos con grupos y Estados agresivos) e involucrando a las fuerzas armadas en las operaciones de paz de la ONU. Esta última medida no sólo elevaría el prestigio del Estado como garante de seguridad, sino que permitiría, como valor añadido, que nuestros oficiales obtengan experiencia internacional en conflictos, sin tener que participar en guerras, sino en procesos de reconstrucción post-bélica, y de construcción y mantenimiento de la paz.

La propaganda oficial convirtió a las más importantes instituciones financieras multilaterales, BM-FMI, es las bestias negras de “los pueblos”. No es exclusivo de Venezuela, el discurso contra el binomio BM-FMI ha sido el recurso predilecto de los sectores más radicales de izquierda para condenar la arquitectura financiera capitalista surgida a partir de la postguerra, y que sobrevivió a la alternativa planteada por la economía de corte soviético. Las medidas de ajuste estructural, no cabe duda, generan traumas sociales, pero estos se pueden evitar con previa y consistente disciplina fiscal. Pero en la sociedad de masas la disciplina no es el rasgo más generalizo, y las instituciones financieras son los chivos expiatorios por excelencia ante el fracaso de modelos basados en la demagogia del gasto público ejecutado con escasez de criterio. Venezuela sigue siendo parte del sistema BM-FMI, y no posee deuda con ellos. No obstante, la deuda adquirida con sectores privados nacionales e internacionales, y con gobiernos extranjeros, pone en jaque la posibilidad de llevar adelante proyectos de desarrollo de cierta envergadura. BM-FMI podrían ofrecer la experiencia que han adquirido desde el Consenso de Washington, aplicando un liberalismo cada vez más realista con respecto a aspectos socio-políticos, sin contar con los proyectos de desarrollo que pueden ser financiados bajo esquemas blandos, sobre todo en momentos de fragilidad financiera de PDVSA y de deterioro de la infraestructura nacional. Una relación franca con BM-FMI puede ser de provecho para estabilizar las cuentas del próximo gobierno.

Nuestra cada vez mayor dependencia al crudo, un bien exento de aranceles por su valor estratégico, nos ha alejado de la lógica de funcionamiento de la OMC. Entrar en los debates de la Ronda de Doha no parece tener sentido si el proyecto es seguir en este esquema monoexportador. Pero si el proyecto incluye la modernización del aparato productivo, la inserción del país al sistema internacional como actor próspero generador de seguridad y confianza, pasa por involucrarnos para luchar por las mejores condiciones para economías medias con aspiraciones a emerger. La liberalización plena del comercio mundial no favorecería a Venezuela, como tampoco el proteccionismo neomercantilista que se asoma con fuerza en el mundo a raíz de las perturbaciones socioeconómicas, y es por ese punto de equilibrio de “liberalismo selectivo” en el nuestra diplomacia comercial debe afincar su mayores esfuerzos, pensando en las nuevas etapas de nuestra economía y en el lento declive del petróleo.

Mientras tanto, seguimos siendo un pivote de la geopolítica petrolera. El paso que consideramos que debería dar un próximo gobierno es hacia convertirnos en un jugador geoestratégico en el mercado de la energía. Eso pasa por inversiones en refinerías que amplíen nuestra ventaja y nos permitan entrar en el mercado de los derivados, más que en el del crudo. Pero también pasa por repensar nuestro papel dentro de la OPEP. En Venezuela la OPEP es un tótem, y con sobradas razones, pues fue un brillante cerebro venezolano uno de sus principales formuladores y promotores, Juan pablo Pérez Alfonso.Pero ha pasado poco más de medio siglo desde su fundación, y aunque ha cumplido con objetivos vitales para los grandes exportadores, el sistema internacional, en ese mismo periodo, experimentó (y sigue experimentando) transformaciones trascendentales. ¿Conviene seguir siendo miembro de la OPEP mientras que los exportadores no miembros, en especial Rusia, han demostrado que se pueden obtener más beneficios no siéndolo? ¿Está en nuestro interés nacional ligar nuestro destino al de la región más volátil del mundo? O en un sentido más reflexivo, ¿nuestro estatus de miembro pleno es absoluto, o podríamos relativizar nuestra participación? La OPEP ha perdido poder en el mercado, pero su existencia sigue influyendo en el éste. Consideramos que la continuidad de la organización es importante, pero llamamos la atención sobre nuestro papel en ella, sobre todo tomando en cuenta que, para ser un jugador geoestratégico energético, nuestra producción debe expandirse más allá de las cuotas OPEP. Un nuevo gobierno debe, al menos, plantear este debate.

La próxima semana, en la cuarta y penúltima entrega de esta serie, expondremos nuestros criterios sobre lo que deberían ser las relaciones bilaterales de Venezuelacon grandes potencias extra-continentales.

Víctor M. Mijares

@vmijares