La Diplomacia del Veto por Víctor Mijares @vmijares - Runrun

A pesar de sus evidentes diferencias, China y Rusia son potencias que comparten características únicas en el sistema internacional actual. De entre los BRICS, son las únicas que no son emergentes, en un sentido estricto, sino re-emergentes, pues entre los siglos II a.C. mediados del XVII d.C. China fue la primera economía mundial –aunque el estado en los avances en transportes y comunicaciones, y el aislacionismo chino, no permitieran que este potencial se convirtiera en poder efectivo en el mundo-, y Rusia, como cabeza y núcleo de la URSS, le disputó a los EEUU el liderazgo mundial hasta hace una generación. Esto marca una primera diferencia con Brasil e India, por ejemplo, y es base para la explicación del segundo y más importante rasgo común: son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo que les iguala en autoridad legal a los EEUU, Francia y Gran Bretaña. La cualidad de miembros permanentes les otorga veto en temas sensibles referidos a la paz y seguridad internacionales, lo que les convierte en garantes del orden mundial. Pero este par de garantes de la seguridad no comparten los mismos valores y objetivos de sus contrapartes occidentales, manifiestan insatisfacción con respecto al orden establecido, pero paradójicamente es ese mismo orden el que les otorga la autoridad de la que gozan. Bajo esta dualidad surge el veto como un instrumento diplomático excepcional para chinos y rusos.

China y Rusia han firmado acuerdos de distinta naturaleza con potencias menores en todo el mundo. Desde el antiguo espacio soviético en Asia central, hasta la faja del Orinoco en América latina, chinos y rusos han introducido en el discurso de líderes políticos regionales el tema de las alianzas estratégicas en la dinámica de las grandes potencias. En una búsqueda de mercados para sus armas, materias primas para sus industrias y posiciones geoestratégicas favorables en todos los continentes, ambos poderes eurasiáticos han ofrecido amparo ante posible sanciones del Consejo de Seguridad.

Pero el caso Gadafi es una herida en la confianza de los socios menores hacia los grandes aliados. Beijing y Moscú titubearon, a pesar de sus grandes inversiones en Libia, la geopolítica parecía condenar al régimen de 42 años, lucía improbable pensar en detener a la OTAN ante una decisión tomada sobre un tema de estabilidad en pleno Mediterráneo. Además, la debilidad del gadafismo borraba toda garantía y era mejor permanecer neutrales ante los acontecimientos. Al salvar el voto China y Rusia autorizaron por defecto la intervención legal en Libia. Salvaron sus inversiones, pero lesionaron la confianza de tantos otros aliados menores. En los foros revolucionarios a lo largo de la web se sentía la frustración por el desencanto, y muchos amargamente aceptaban que, sin importar el origen y los discursos, las grandes potencias son grandes potencias porque saben identificar sus intereses de poder.

Pero el caso sirio es muy distinto al libio. Una intervención en Siria, en el corazón del Medio Oriente, implicaría una activación de lealtades en cadena. Damasco está bien conectado a alianzas con Irán, Rusia y Hezbolá, y Assad cuenta con un partido y unas fuerzas armadas que no sufrieron la degradación del totalitarismo personalista al estilo Gadafi. Y si todo ello no disuadía a Occidente, como en efecto ocurrió, China y Rusia tenían una nueva oportunidad para reivindicarse ante sus socios menores. Fue a finales de agosto, en los días de gira latinoamericana del canciller Lavrov, cuando Rusia anunció oficialmente su reconocimiento al CNT libio (justo luego de salir de Venezuela). Lo mismo había hecho china poco antes. En Miraflores no hubo ningún comunicado acerca de esas decisiones. Pero el martes de esta semana (04 de 0ctubre), China y Rusia, en un inusual doble veto (con un veto habría sido suficiente), volvieron al discurso del presidente Chávez y afianzaron sus posiciones en Venezuela. El veto a las sanciones sobre Siria, vuelve a dar sentido a los beneficios que el gobierno venezolano ha dado a chinos y rusos en materia de armamento y petróleo. Para Venezuela, reafirmar lazos con China y Rusia, justo después del doble veto, es un mensaje para restaurar la confianza, sobre todo en momentos de debilidad -como lo demuestra el desafío guyanés a nuestros intereses históricos y el creciente aislamiento en los esquemas de integración y cooperación regional.

La diplomacia del veto que ejercieron chinos y rusos para proteger a Assad, es una bocanada de aire fresco para el gobierno venezolano, tan disminuido últimamente por los efectos del personalismo.