¿Qué se juega Colombia en las urnas con el plebiscito?
¿Qué se juega Colombia en las urnas con el plebiscito?

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El plebiscito que tiene lugar este domingo es mucho más que aprobar con un ‘Sí’ o desaprobar con un ‘No’ los acuerdos de paz con las Farc.

Lo que está en juego este domingo en las urnas es si Colombia termina de dar el salto al siglo XXI o si se mantiene atado a una guerra del siglo XX que ubica al país como el único del hemisferio con un conflicto armado interno, con todas las limitaciones que esto implica para el crecimiento económico y el progreso social.

No es que los acuerdos alcanzados con las Farc luego de tres años y nueve meses de negociaciones en La Habana sean el pase automático a un nivel superior de desarrollo, pero con una guerra irresuelta a Colombia sí le resultará muy difícil ofrecer a sus ciudadanos niveles aceptables de seguridad y bienestar.

En últimas, la votación de este domingo no es para apoyar o rechazar a las Farc, sino para decidir si el país acaba o no una guerra de 52 años.

El plebiscito no es tampoco para borrar con el voto el daño que hizo esa guerrilla ni para abrirle las puertas del poder. Es para avalar su desarme y su transformación en un partido político legal.

Precisamente, como partido o movimiento político, será en el futuro que las Farc se someterán al veredicto de las urnas y cada colombiano será libre de decidir si les da o no su voto.

La consulta de este domingo, como el plebiscito de 1957 para terminar la guerra liberal-conservadora, es la oportunidad del país para superar una etapa de su historia que le ha dejado 7 millones de víctimas y que ha mantenido al campo en una injustificable marginalidad.

De acuerdo con el Censo Nacional Agropecuario, en el 2014 el 72 por ciento de los jóvenes campesinos colombianos no tenía acceso a la educación y uno de cada 10 habitantes del campo, mayor de 15 años, no sabía leer ni escribir. Este domingo los pobres en las zonas rurales de Colombia casi triplican a los que hay en los centros urbanos.

Con la inversión prevista en los acuerdos sobre desarrollo rural y sustitución de cultivos ilícitos con las Farc, Colombia asume, por primera vez, el compromiso de saldar su deuda social con el sector más olvidado: los campesinos, cuya lucha por la tierra y la exclusión política dieron origen a esa guerrilla.

El peligro de la distorsión

Pero la polarización política frente al proceso de paz ha provocado en amplios sectores del país una peligrosa distorsión sobre el plebiscito, a tal punto que hay quienes creen que la votación de este domingo es para respaldar al presidente Juan Manuel Santos o al expresidente Álvaro Uribe.

Nada más lejos de esto. Los acuerdos de paz con las Farc trascienden, por mucho, los proyectos políticos de Santos y Uribe y es lo que tendría que considerar cada votante cuando acuda a las urnas.

De lo contrario, podría pasar en Colombia lo que les ocurrió a muchos votantes desinformados del Reino Unido con el ‘brexit’. Aterrorizados por la idea manipulada de que ese país podía llenarse de inmigrantes y de que le salía muy costoso hacer parte de la Unión Europea, votaron por la salida de esta comunidad y al día siguiente lo lamentaron.

En Chile, en cambio, el plebiscito de 1988 para votar la continuidad o la salida de la presidencia del dictador Augusto Pinochet le permitió a ese país deshacerse de ese lastre, que le había provocado el aislamiento diplomático y que había limitado sus posibilidades de comercio e inversiones.

En Colombia no vamos a votar por el fin de una dictadura, pero sí por el fin del lastre de la guerra.

Es absurdo que así lo entienda el mundo, mientras que un segmento de colombianos, legítimamente indignado por las atrocidades de las Farc, es arrastrado al ‘No’ por los intereses políticos de los opositores a los acuerdos de paz.

Uno de los argumentos centrales de esos opositores de los acuerdos con las Farc ha sido la supuesta impunidad para los crímenes graves, pero ni la Corte Penal Internacional (CPI), encargada de perseguir a los autores de crímenes de lesa humanidad y de guerra, ni los países que acompañaron la firma de la paz el lunes en Cartagena habrían avalado el acuerdo con esa guerrilla si existiera tal impunidad.

Además de 13 jefes de Estado, en Cartagena estaban el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, el enviado especial de la Unión Europea, Eamon Gilmore, y hasta el segundo hombre más poderoso del Vaticano, Pietro Parolin. Es decir, el mundo en pleno.

El mismo papa Francisco anunció ya un viaje a Colombia, siempre y cuando el Acuerdo Final de Paz con las Farc sea “blindado en el plebiscito”.

Y no solo eso. El papa tomó partido. “El presidente Santos –dijo– está arriesgando todo por este proceso de paz, pero también hay otra parte que también está arriesgando todo por continuar la guerra”.

 

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Puedes leer la nota completa de Marisol Gómez Giraldo para El Tiempo CO AQUÍ