Jon Lee Anderson: "Las redes sociales son como un gran basurero" - Runrun
Jon Lee Anderson: «Las redes sociales son como un gran basurero»

El reconocido reportero del ‘New Yorker’ analiza los nuevos retos del oficio de cara a internet.

En uno de sus más recientes textos para The New Yorker, el periodista Jon Lee Anderson escribió: “Tristemente, si alguna vez fue difícil concebir personas capaces de una crueldad tan insondable, ya no es así. Las guerrillas de ayer han dado paso a los terroristas, y los terroristas dan paso a esta nueva banda, que son algo así como asesinos en serie”. Escribía con rabia, sin duda, con dolor, sobre el asesinato de su amigo y colega James Foley, decapitado semanas atrás.

Porque si alguien sabe qué significa pisar un campo de guerra con una libreta de apuntes como su única arma, es este reportero estadounidense, que prácticamente no ha dejado conflicto mundial sin cubrir. Y no lo ha hecho con un motivo distinto al que le corresponde al reportero de verdad: buscar historias que permitan comprender la realidad. Maestro de la Fundación Nuevo Periodismo y miembro del consejo rector del Premio Gabriel García Márquez, Jon Lee Anderson estará la próxima semana en Colombia y participará en la entrega del premio.

Con el mundo como está, ¿hay nuevos retos para el periodismo?

Sin duda. Si bien el mundo ha estado peligroso desde hace muchos años (el primer periodista decapitado no fue James Foley, por trágico y nefasto que fuera, sino Daniel Pearl, hace 13 años) ahora con Estado Islámico, que es un grupo singularmente perverso y maniático, se ha vuelto más peligroso para todos, periodistas o no. El periodismo se está haciendo con dificultades, el reportero que va al sitio ya es escaso. Desde hace semanas he estado contemplando un viaje a Libia, pero con la reciente ejecución del alpinista francés en Argelia, país vecino, hay que poner los frenos un poco, pues no hay que proporcionarles la oportunidad de más trofeos. La inseguridad ha hecho que los medios no quieran mandar a nadie, ni contratar a jóvenes freelance como Foley.

Se sumaron muchas crisis en los medios.

Sí, el aumento de la inseguridad y de amenazas directas ha coincidido con el declive del periodismo a causa de todos los factores que ya sabemos. Así como el mundo parece estar en hemorragia franca, también lo está la cobertura periodística. Dependemos ahora, y de una forma preocupante, de los Youtube, de los tuits, por medio de los cuales sabemos inmediatamente las cosas. Y muchas veces son los extremistas quienes están emitiendo la noticia. Me parece que hemos llegado casi a la tormenta perfecta. Una crisis máxima. El público está hastiado, le repugna la noticia, anda con desazón. Y lo comparto, porque estamos inundados de imágenes que dan prueba de que el mundo está jodido, que está en manos de los más maleantes que podamos concebir, y nuestras instituciones no pueden pararlos.

¿Qué opina de la reacción de Obama ante esta amenaza de Estado Islámico?

Puede sonar paradójico, pero lo único positivo que veo es el bombardeo desatado por Obama y los otros países. Por supuesto que ninguna acción bélica es positiva, pero el hecho de que una buena tajada de la comunidad mundial haya decidido tomar acción en contra de esa gente nos ofrece la sensación de que ciertas estructuras poderosas van a actuar para frenar ese salvajismo. Esos hijos de puta tienen por lo menos treinta rehenes más tan solo en Siria. Quizá los bombardeos sean la mejor solución, incluso para los mismos rehenes. Ahora, ¿a dónde va a ir a parar todo esto? Ni tú ni yo lo podemos saber. Puede llegar a ser peor de lo que está hoy. Porque estos sociópatas –y repito, estos hijos de puta– serían los mismos que hacen masacres en escuelas, como la de Columbine, si no tuvieran un Siria o un Irak donde ir a matar gente.

Y se les están uniendo personas de Occidente.

Porque vivimos en un mundo donde hay un montón de chicos enajenados. Hace un mes estuve en Somalilandia con un hombre que hace veinticinco años se había mudado a Finlandia y criado a su familia allí. Su penúltimo hijo, de 21 años, se fugó para irse con EI y convenció a otra chica para unirse. Y ahora se pinta como el reclutador de los posibles yihadistas finlandeses. Como estos grupos tienen medios para mostrar sus arengas, son capaces de dar la impresión de que su opción es razonable para unos jóvenes que pasan por trances de inconformidad y rebeldía. Es paradójico. Vivimos inundados de información y, sin embargo, volvemos al siglo XIV, a la barbarie.

En medio de todo esto, ¿qué camino va a tomar el periodismo?

Es la gran pregunta. Vamos a ver. Esto es solo un ingrediente más en un taco lleno de ingredientes, algunos tóxicos, que nos tienen jodidos desde hace tiempo. Hay que abrir un gran debate a ver si se llega a alguna claridad. Estamos en un mundo muy dinámico en el que prácticamente todos los ciudadanos son informadores. Cualquiera con un celular es un informador social. Sin embargo, hace falta que esa información se ponga en contexto. Estamos viviendo cambios. Un montón de especies morirán, otras transmutarán, entre esas nosotros. De aquí a unos años seremos distintos, pero seguiremos siendo importantes, quizá más importantes que nunca porque siempre ha hecho falta que la sociedad tenga narradores de su historia mientras sucede.

Ha nombrado las redes sociales. ¿Qué opina del papel que están tomando?

Es como una perversión de todo. El problema con las redes sociales es que son impulsivas. Se decapita gente porque saben que todo es globalizado y que con serruchar la garganta de alguien en vivo, frente a una camarita, pueden tener un impacto en 3.000 millones de personas en una hora. Hoy se habla de las redes sociales como si fueran inventos de gran virtud. Hay que calificarlo. Me acuerdo que en una época la gente hablaba del porno como algo casi virtuoso. ¿Hoy en día quién habla de la pornografía así? Ha llegado a niveles nefastos. Lo mismo pasa con las redes sociales. Estoy comparando las redes sociales con el porno… Pues sí: porque en realidad es como un gran basurero. A lo mejor puedes encontrar ahí alguna comida que sirve, pero mucho es basura.

La gente sabe que puede utilizar esas cosas tanto para el bien como para el mal. Y nadie lo controla. Estamos ante una serie de desafíos. ¿Qué impone el terrorismo? ¿Crear más controles sobre el flujo de la información? Se nos ha planteado un debate nuevo que no esperábamos. Habrá que analizarlo. ¿O tú quieres dejar tu computador abierto para que tu hijo de 4 o 6 años vea una decapitación en vivo? Los medios sociales tienen sus genialidades, pero también ofrecen ser eco de terroristas.

No puedo condenarlo rotundamente. Solo apunto con el dedo y digo que tenemos que hablar sobre esto, pensar en lo que estamos haciendo cuando repetimos esas cosas. Yo decidí ausentarme de Facebook y he pensado hacer lo mismo de Twitter. Porque francamente sufrí y me deprimí muchísimo al ver gente que yo conocía vilmente asesinada un poco para el entretenimiento del mundo. Eso me jode. Y eso va a seguir.

En este panorama, y con su experiencia de reportero, ¿cómo ve a América Latina?

Me da ánimo y esperanza. Es una parte del mundo que es sincrético. Si bien tiene sus problemas, y muchos, es el mundo nuevo. El mundo viejo es el que nos tiene jodidos hoy en día. América Latina no es el continente que fue hace 50 años, cuando la opción de la lucha armada parecía factible y la única respuesta a la injusticia. Hoy son sociedades un poco más justas y con un abanico de mayores posibilidades. Aunque sigue habiendo injusticia y pobreza, con el valor agregado y horrible, por decirlo así, del narcotráfico, la mayoría de los países son democráticos (en algunos casos de estirpe autoritario y populista) y hay una clase media que no existía antes. Incluso entre estas tendencias de izquierda y populistas veo una vertiente muy positiva.

Pueden ser lo que quieran, pero se ha abierto una veta más soberana. No lo digo en un sentido bolivariano, sino a partir de su definición en el diccionario. Y eso no lo veo mal para América Latina. Hablando en términos cándidos, América del Norte heredó el continente, lo gobernó desde lejos (y a veces desde demasiado cerca), con desinterés y con ignorancia y ha dejado aguas turbias. No viene mal que haya un Brasil más fuerte, que haya ciertas naciones contestatarias. Hay países como Chile, como Uruguay que han hecho grandes cambios; Colombia mismo, con su conversación con la guerrilla. Son avances muy positivos. En fin, este no es el viejo mundo jodido por los demonios pasados. América Latina se renueva y eso me da optimismo.

¿Y el periodismo de América Latina?

Bien, aunque falta mejorar. El Premio Gabriel García Márquez es una manera de poner por delante el gremio y ver lo que hay. Sabemos que el gran legado de Gabo se ha visto reflejado en el periodismo de América Latina. Como alguien metido en el asunto, diría que hay mucho de bueno y mucho por hacer. Me parece que hay una tendencia hacia el ‘tabloidismo’, producto de la matemática económica de los dueños. Creo que hace falta una separación de poderes: en el periodismo latinoamericano hay una cercanía demasiado claustrofóbica, de muslos enjabonados, entre los periodistas y las figuras del poder, sea político o económico. También habría que dejar ese ensimismamiento y falta de coraje en cuanto a lo que son capaces de cubrir. El mundo es suyo, no solo su país y su región. El periodismo de América Latina debería tener más incidencia, dejar más huella. Falta periodismo de investigación, no de denuncia, sino periodistas de investigación con el rigor, por ejemplo, de la escuela norteamericana.

¿Cuál es, para usted, el principal legado de Gabo, esa enseñanza que no debe olvidar un periodista?

Sobre todo la ética. Esforzarse por escribir bien. Comunicarse con creatividad. El periodista tiene que leer, tragar cultura, viajar, conocer mundo y, sobre todo, prescindir del bagaje cultural con el que nació. Hay demasiados periodistas buenos que tienen escuela, pero que nunca han agarrado un pico y una pala en su vida, ni lo piensan hacer, para lograr una historia. Un buen periodista debe ser capaz de andar en todos los niveles. O al menos intentarlo.

¿Es verdad que anda en la escritura de un libro sobre Fidel Castro?

Es un libro en el que Castro es figura central. Lo veo como la segunda parte del libro que escribí sobre el ‘Che’ Guevara. La revolución cubana es un gran acontecimiento histórico, sin duda. El ‘Che’ representaba esa parte utópica de la Revolución Cubana. Con su muerte, en el 67, más o menos se zanjó esa utopía, aunque no del todo. Su gran aliado fue Fidel y él ha seguido como el timonel de esa revolución. Mi idea es retratar esta segunda y última parte.

Eso está escribiendo, ¿qué lee, Jon Lee Anderson?

De todo. Paso la mitad del día leyendo. Leo el New York Times, The Economist, agencias, diarios de América Latina. Literatura también, aunque no lo suficiente. Intento estar leyendo siempre una novela. Ahora tengo un libro de Nuruddin Farah, el escritor somalí que es candidato perenne al Nobel. Se llama No Place to Hide y tiene lugar en Afganistán y Kenia. Y acabo de terminar uno de Maureen Freely, una colega norteamericana que vive en Inglaterra. Es una novela sobre una niña que crece en Estambul durante la época de la Guerra Fría y su papá era un científico izquierdista que estaba en la lista negra de McCarthy. Su título es Sailing Through Byzantium. Como puedes ver, intento ampliar mi abanico a temas y lugares que no me son naturales. Aunque hay algo en ellos que me resuena.

El Tiempo