Corruptocracia por José Vicente Carrasquero A. @botellazo - Runrun

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No es difícil adivinar que el título de este artículo se refiere a la forma de gobierno que impera en Venezuela desde 1999. Sin entrar en sesudos análisis etimológicos diríamos que es el gobierno de los corruptos. Donde mandan aquellos que no dudan en quebrantar cualquier ley en beneficio propio.

El uso que esta clase política le ha dado a Venezolana de Televisión no puede ser más reñido con la ética. Hemos visto como se usa esta señal para mentir descaradamente y tratar de esconder la variedad de problemas que azotan a los venezolanos. Pero, si algo puede considerarse un acto de descomposición sin precedentes en la historia venezolana es la trasmisión de programas como La Hojilla y Los Papeles de Mandinga.

Desde estos espacios, personajes de clara calidad criminal se dedican a arremeter contra aquellos que no están alineados con el gobierno que los cobija. Programas como el conducido por Mario Silva constituyen una prueba palmaria de la pobreza moral de quienes permitían su difusión. Este espacio contó muchas veces con la participación de Hugo Chávez en lo que constituía un claro apoyo presidencial a esta guillotina mediática que se ponía en ejecución todas las noches.

Desplegando un lenguaje soez, indigno de ser transmitido por un canal oficial, Silva llegó a ser el personaje del oficialismo con más horas de televisión después de Chávez. Este record nada envidiable fue logrado con base en la mentira, en intentos de ejecución moral de los adversarios, con vanos intentos de presentar las glorias de un gobierno fracasado.

Y si esto ocurre en VTV, ¿podemos esperar que sea distinto en el resto de las instituciones del estado? Lo cierto es que en Venezuela se habla de cantidad de personajes que se han enriquecido a costa de saquear el erario público. Sabemos que hay personas que han ido a parar con sus huesos a la cárcel por oponerse al gobierno. Sabemos que los crímenes que se cometen contra los venezolanos no son investigados. Sabemos de grupos paramilitares que operan en ciudades del país con total impunidad. Sabemos que Cadivi otorga dólares a empresas de maletín que al final no traen la mercancía prometida. Sabemos que los hospitales no cuentan con insumos. Sabemos que los sindicatos de las industrias básicas esperan por la discusión de los contratos colectivos. Sabemos que los profesores universitarios, de la educación media y los maestros ganan salarios de hambre. Sabemos que los usurpadores del poder viajan con lujos propios de miembros de la realeza europea. Sabemos que el CNE se las arregló para esquilmarle la victoria a Capriles. Sabemos que Maduro ocupa ilegítimamente la silla presidencial.

Este corto inventario de “sabemos” nos dibuja la escena de una clase política corrompida hasta los tuétanos. Unos personajes que se han apropiado del poder dejando al pueblo soberano sin acceso alguno a cualquier institución que le haga valer sus derechos. Un grupete de truhanes que con total desparpajo se reparten accesos a los recursos del país con la única finalidad de usufructuarlos y provocar así el empobrecimiento de los venezolanos.

Sin embargo, en medio de este maloliente pantanal, la providencia nos regaló en boca, nada más y nada menos, del dirigente más mediático del oficialismo, el testimonio que prueba todas nuestras denuncias. El propio Mario Silva la emprende contra la corruptocracia que nos agobia. Así será de sucio el ambiente, que este inmoral se atreve a arremeter contra capitostes del régimen. Pero, también da cuenta de su propia podredumbre al justificar que se le entreguen armas, que cuente con privilegios, que insinúe el haber ajustado cuentas con otros de su especie y cosas por el estilo.

Al final, un gobierno que prometió acabar con la corrupción no ha hecho más que fomentarla. Hasta el punto de convertirla en una forma de ejercer el poder. La trampa, la mentira, la dilapidación de recursos, las obras pagadas pero inconclusas, los privilegios de los que gozan los miembros de esta clase política, dejan claro que el único objetivo es mantenerse en el poder para seguir haciéndose de los dineros de unos venezolanos que nunca habían estado tan mal.

Contra la corruptocracia, el poder popular organizado en democracia.