Las cuentas de Evo por Gerardo Blyde
Yeannaly Fermín Oct 17, 2014 | Actualizado hace 10 años
Las cuentas de Evo por Gerardo Blyde

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Evo Morales volvió a ganar las elecciones bolivianas. Según los datos de las encuestas a pie de urna y el recuento rápido elaborado por los medios de comunicación bolivianos -ha habido algún problema técnico en el sistema y falta por confirmarse los números exactos-, el candidato del Movimiento al Socialismo MAS habría alcanzado entre el 59,5% y el 61% de los votos. Para lograr esas cifras, hubo de conquistar las voluntades de muchos que antes votaron en su contra. Un dato importante se lee en los resultados en Santa Cruz, tradicionalmente bastión opositor y zona considerada como uno de los principales motores económicos del país. Allí Evo consiguió hacerse del 49% de los votos.

¿Por qué Evo Morales ganó abrumadoramente y conquistó sectores de clase media que antes lo detestaban? ¿Por qué consigue el apoyo de sectores industriales y comerciales privados? Podemos, por supuesto, lucubrar ad infinitum, pero creemos que tres razones se empinan en el análisis. En Bolivia no existe control de cambio. En Bolivia, la inflación llega apenas a 3 por ciento. En Bolivia, el PIB crece anualmente 5 puntos promedio. Es decir, en Bolivia la gente no sufre los dolores y calamidades de una economía que destruye la calidad de vida de los ciudadanos.

No hay…

En Bolivia hay problemas, como no. Pero no hay escasez ni desabastecimiento. No hay destrucción del aparato productivo. No hay desconfianza de los industriales y comerciantes en cuanto a las garantías y respeto a las inversiones privadas nacionales o foráneas. No hay trajín para conseguir dólares. Y el bolsillo de los consumidores no sufre los embates de una inflación desbordada. 

Claro que Bolivia ha tenido golpes de suerte, que ha sabido aprovechar. La industria gasífera le está produciendo buenos y sólidos ingresos. Y en áreas de producción privada la confianza ha hecho que crezcan las inversiones.

Suponemos que en algún momento al presidente Evo Morales le cayó la locha del beneficio económico, social y político que produce convertir una revolución descabellada en una evolución sensata. Dejó el presidente de gritonear y pasó a conciliar con todos los sectores. Escuchó y dialogó. Y cambió. No es éste de ahora el mismo Evo de hace 10 o 12 años. Ha evolucionado, para bien. De hecho, en sus primeras declaraciones luego de las elecciones del pasado domingo, instó a la oposición a «trabajar juntos» por Bolivia. «No hagamos confrontación», insistió. En su discurso ha bajado el tono.

No es casual que un mismo cambio en el estilo se observe en Ecuador y Nicaragua, países donde sus presidentes han abandonado la estrategia de polarización y enarbolan ahora banderas de diálogo. Ellos están leyendo con propiedad la escena y han concluido que polarizar ya no les daría rédito. En cambio, en Argentina la señora Cristina sigue hundiéndose en la opinión pública con su discurso y accionar despectivos y divisionistas.

Errores

En Venezuela, los crasos errores del gobierno nos han traído a la crisis innegable en la que estamos. No han sido tan sólo gigantescas equivocaciones en materia social y económica, de las cuales hemos escrito en abundancia y autores con experticia en las materias se han explayado con la suficiencia que amerita la gravedad de la situación. Los errores políticos del gobierno han sido graves, y no se vislumbra propósito de enmienda. Siguen pensando que polarizar es el camino. No entienden que esa táctica fue exitosa, pero que ya se agotó. El país y los ciudadanos tienen tantos problemas, tantas angustias, tantos sufrimientos que necesitan desesperadamente soluciones y no más conflictos. 

La revolución bolivariana promovida por el gobierno ya no da más. Ha producido la mayor inflación del continente y casi del mundo. El desabastecimiento y la escasez de hasta los más elementales productos y servicios carcome la calidad de vida de los ciudadanos, con independencia de su preferencia política. 

Venezuela tiene hambre. Hambre de paz, de seguridad, de abastecimiento, de empleos dignos, de disponibilidad de productos y servicios, de políticas públicas sensatas. Tiene hambre de confianza, de esperanza, de futuro.

Evo Morales lo entendió. Y cambió. Vaya si cambió. Pero todo indica que en Venezuela el gobierno no entiende nada y no cambiará. No hubo sacudón, siempre hay enroques y no hay rectificación ni propósito de enmienda. Se repiten los errores y se profundizan. ¿Por qué en uno de esos viajes no le preguntan a Evo qué hizo allá que si le está dando resultados económicos tangibles y sostenibles a ver si él sí les sirve de ejemplo? Harto es sabido que a nadie de aquí escucharán. A Evo no le pueden decir capitalista ni lacayo del imperio. ¡Evo, aconseja a los nuestros que nos están quebrando!


@GerardoBlyde

El Universal