Este es el artículo censurado por El Universal de Julio Dávila Cárdenas: Algo para recordar - Runrun

MediosEscritos

 

Sándor Márai, uno de los intelectuales húngaros más destacados del siglo XX, escribió una novela denominada ¡Tierra, Tierra!, en la que describe lo que se vivió en su país durante los últimos meses de la ocupación nazi y en la posterior  instauración del régimen comunista.

“Un régimen que sólo puede sobrevivir si les arrebata a los seres humanos su libertad (…) no puede renunciar a la tiranía, porque esa es la única posibilidad de salvaguardar el poder.” Tanto durante el nazismo, como en el comunismo lo que imperaba era el Terror, sus ejecutores eran los mismos, lo único que cambiaba eran los uniformes. La maquinaria del Terror sabe que todo terror llega a una cúspide, a un Termidor, en el que cae no sólo la cabeza de Robespierre, sino también la de los verdugos y sus ayudantes.

Decía Babits que de los culpables se hace cómplice quien mudo se quede. En esos casos, hablar en voz alta no es un derecho, sino un deber, por eso cuando te veas obligado a callar, mejor es irse. Lamentablemente en un régimen comunista te obligan a callar de muchas maneras. Una de ellas es negarte el papel para que escribas. Otra es permitirte hablar pero sin criticar al sistema.

Sin propiedad privada no hay libertad. La libertad no es un estado consciente y permanente, sino un afán constante por algo y cuando te lavan el cerebro están aniquilando ese afán en la conciencia de la víctima. Quienes lo sufren llegará el momento en que creerán que todo está bien como está.

Continúa Márais diciendo lo que sucedió en Hungría: “La ‘nacionalización’ fue perfectamente llevada a cabo por los comunistas. Un propietario de una imprenta y de un periódico liberal fue expulsado del edificio que habían levantado su padre y su abuelo, tras haber dirigido el negocio con talento, proporcionando trabajo y asegurando el pan de cada día a varios centenares de operarios de imprenta, oficinistas y periodistas. El nuevo “director gerente” le ordenó al portero que lo cacheara para comprobar si había escondido algo de valor en los bolsillos –dinero, títulos o valores, cualquier cosa que hasta el día anterior había sido de su propiedad- intentando averiguar si se había guardado algo de lo suyo propio. El viejo portero que había servido en la empresa desde su juventud, obedeció pero prorrumpió en llanto, por esto fue humillado. Mientras, el propietario se marchó sin pronunciar palabra, dejando tras de sí al edificio donde su familia había trabajado durante cien años hasta consolidar la empresa”.  Esto es algo para recordar.

 

julio.davilacardenas@gmail.com