Hace poco me comentaba un amigo que por conflictos mucho menos graves que los que estamos viviendo ahora, se desató la I Guerra Mundial. En efecto, sin lograrse resolver el martirio de Siria, aparece el medieval Califato suní en Iraq, con lapidaciones, ejecuciones someras y genocidios religiosos. Apenas logrando entender de qué se trata, desaparece de los titulares de la prensa mundial para ser reemplazado por el nuevo brote de guerra en Ghaza y el inconcebible ataque en contra del avión malayo. El impune activismo ruso pareciera estar desafiando al presidente Obama, tal como lo hizo Kruschev en una época contra el jóven Kennedy. Pero ahora los actores son mucho más peligrosos e impredecibles que en los años 60 y Obama no ha demostrado tener la estatura de Kennedy.
Derribando un avión civil, sin que haya consecuencias inmediatas para culpables, se cruza un nuevo umbral en el terrorismo internacional, cuyas consecuencias las estamos viendo en las reacciones de las líneas comerciales. Terrorismo que ahora se extiende por todo el Medio Oriente y que lleva a Israel a defender su existencia misma, con el precio terrible de la matanza de niños palestinos. Un mundo herido, estupefacto, que no sabe ya cómo reaccionar.
Mientras tanto en Venezuela no tenemos conflictos religiosos, ni étnicos. Los problemas territoriales tienen solución y hemos vivido bonanza petrolera inusitada en la historia de la humanidad. Pero en el país hay más muertos que en Gaza, tanta escasez e insalubridad como en Iraq, elecciones más cuestionables que en Afganistán. Se retiran más lineas aéreas que en el bombardeado aeropuerto de Tel Aviv. La gente emigra, como en Ucrania. Tenemos una gigantesca calamidad que ha causado todas las otras penurias. Llevamos 15 años de gobiernos chavistas.
