Culto enfermizo por Antonio Ledezma - Runrun
Yeannaly Fermín Jul 11, 2014 | Actualizado hace 10 años

estampita-Chavez_ELPIMA20130307_0828_3

Culto a la personalidad. Adoración, exaltación, adulación exagerada a un personaje. Característica muy propia de los dictadores. La historia ha demostrado con creces que al final los falsos mitos se derrumban desplomándose por su propio peso. El dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht vaticinó en 1938, 15 años antes de la muerte de Stalin, ocurrida en 1953, que “de aquí a 50 años todos lo habrán olvidado”. 

Tres años después, en 1956, durante la realización del XX Congreso del Partido Comunista de la Urss, Kruschev se encargó de desempolvar y hacer públicos los asesinatos del “padrecito”, durante sus casi tres décadas de gobierno, los cuales se estiman en millones de víctimas, y otras arbitrariedades. Stalin fue uno de los campeones -entre muchos otros- de este culto enfermizo, y sus seguidores le habían creado una aureola de inmortalidad. Fue otra leyenda que se volvió trizas cuando su figura comenzó a ser eliminada de los santuarios de la idolatría.

En Venezuela el difunto presidente no escapó a este fenómeno. En vida, y después de muerto, es glorificado y exaltado fanáticamente como un nuevo Libertador, y los retratos con su imagen de “comandante eterno”, se reproducen como la hiedra en ministerios y otros organismos públicos, así como en autopistas y carreteras. Se distribuyen publicaciones oficiales donde colocan a Chávez recibiendo la espada libertadora de manos de Bolívar. Maduro también va a la par y lo presentan como “sinónimo de pueblo”. 

A propósito de este tema, traigo a colación un reciente comentario del analista Andrés Oppenheimer donde refiere que “en un momento en el que varios presidentes latinoamericanos promueven un descarado culto a la personalidad, el presidente de Costa Rica, Luis Solís, firma un decreto que prohíbe la exhibición de su retrato en oficinas públicas, y ordena no incluir su nombre en las placas inaugurales de obras públicas”.

Según el decreto presidencial, las placas de las nuevas carreteras, puentes, hospitales y otros edificios inaugurados durante su mandato solo mencionarán el año en que fueron terminados. Dijo Solís que “las obras públicas son del país y no de un gobierno o funcionario. El culto a la imagen del presidente se acabó, al menos durante mi gobierno”. Sin dudas, una decisión digna de los mayores elogios.

Solamente Dios es eterno, y el tiempo -inexorable juez de la historia- se encargará de poner las cosas en su verdadero y justo lugar. 

@alcaldeledezma

Últimas Noticias