Los presentes abrigamos una cautelosa esperanza de que el espacio de diálogo abierto el 10 de abril con la intermediación de Unasur logre cuajar. Desde entonces cruzamos los dedos. No es diálogo aún, solo un lugar donde actores en conflicto comienzan a hablar. Hablar, explicó Packer, no es dialogar; pero, para desmontar la violencia política, es necesario comenzar por hablar. El diálogo llega cuando las partes en conflicto se escuchan, exploran, aprenden y tratan de entenderse. Entonces aparecen condiciones favorables a la negociación y son posibles decisiones que nos regresen a la convivencia democrática y pacífica. Eso se demorará, pero es responsabilidad de los actores sentados en la mesa, movilizados en la calle y del ciudadano común, desarrollar la voluntad política y condiciones que permitan ese diálogo, sacándonos de la ruta violenta que transitamos. No es suficiente reprimir manifestaciones, como parece creer el Gobierno, tampoco esperar elecciones. Volver al régimen democrático implica diálogo, reconocimiento y reconstruir el tejido social destruido por la profunda crisis, la polarización y la violencia.

Los académicos presentes le dedicamos una mañana a pensar el país que podría, emergiendo del diálogo, regresarnos a la paz. Fue mi percepción que existen dos requisitos imprescindibles: institucionalizar las relaciones entre poder y sociedad, para regresar al Estado de derecho, y desmilitarizar esas relaciones, para devolvernos a la lógica y dinámica de la vida civil republicana. La recomposición de los poderes públicos con figuras independientes y preparadas para asumir sus funciones es ineludible. También la cortesía en el trato público, y la acción del Estado dirigida por lógicas y ritmos de vida cotidiana donde se valore el trabajo del día a día y no las batallas, operativos y emergencias. Solo así comenzaremos a transitar por el camino del bienestar colectivo a futuro como demandan sobre todo nuestros estudiantes.