La "revolución" y la democracia por Elías Pino Iturrieta - Runrun

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Los venezolanos estamos familiarizados con la democracia. La vivimos de manera estable a partir de 1958, después de su pujante y frustrada aparición entre 1945 y 1948. La padecimos, también se puede afirmar, debido a que no todo fue miel sobre hojuelas a partir del derrocamiento de Pérez Jiménez. Supimos de sus excelencias y sus limitaciones, de lo que dio a la sociedad y de lo que no fue capaz de dar, partiendo de unas vivencias susceptibles de identificar lo que ha quedado de ella y lo que se convierte en su negación.

El proyecto dominante en nuestros días se anunció como el perfeccionamiento de la atención del bien común que se había llevado a cabo. El discurso repetido por Chávez cuando se presentó como candidato presidencial, pero también cuando llegó a la primera magistratura, insistió en unas búsquedas que no se alejaban del camino andado. Lo harían más llevadero y hospitalario, especialmente para los sectores más humildes, en la culminación de una etapa susceptible de identificarse con lo anterior porque se dedicaría a corregir errores partiendo de una reforma de la legalidad que respetaría los valores y los usos de la república vivida hasta entonces. Como todo se hizo en el seno del Congreso y mediante la convocatoria de la voluntad popular, según los usos del pasado reciente; como todo desembocó en la redacción de una carta magna cuyas disposiciones se parecían a las de la Constitución anterior, mejoradas pero jamás desconocidas ni negadas; como los nuevos actores se asemejaban a los de la víspera, en algunos casos cual gotas de agua, se pensó en un capítulo de la historia que encontraba fundamento en la experiencia democrática que permitió su advenimiento y le hizo el servicio de sus instituciones. No se habló al principio de proyecto socialista, sino solo cuando la tranquilidad de unas mudanzas apegadas a la formalidad de las rutinas permitió cambiar la guitarra por la bandola.

El triunfo democrático, convertido después en “socialismo del siglo XXI”, ¿se relaciona con la vida que se estableció desde 1958? Es una separación tajante, un divorcio sin posibilidad de conciliación, el anuncio de una edad dorada que nunca llega, pero que pretende llegar y permanecer mediante la destrucción de los espacios de convivencia gracias a los cuales existe hoy. No se habla ahora de la democracia como fenómeno abstracto y panorámico, sino como la pensamos e hicimos los venezolanos en medio de sacrificios y dificultades que nadie puede desconocer sin el riesgo de orientarse hacia rutas demasiado aventuradas, hacia el vacío que produce el desprecio de la vida de los antepasados. No fue obra perfecta porque desembocó en su antípoda de la actualidad, es decir, en un régimen valorado como catastrófico por la mitad de la ciudadanía. El chavismo se ufana de su batalla contra la democracia representativa, como si lo estuviera haciendo mejor y como si pudiera borrar de un plumazo la mayor obra de la sociedad en el período contemporáneo. No cesa en un empeño capaz de convertir a la sociedad en lo que no ha querido ser desde los inicios de la república.

Los lectores más viejos, pero también sus hijos y sus nietos, tienen posibilidades de hacer analogías a través de las cuales se calibre con justicia la obra de la democracia y el perjuicio que causan sus enemigos. No es cuestión de que un escribidor los guíe como a niños en el aula, aunque no resiste la tentación de sugerir asuntos de comparación como: el principio de alternabilidad en el ejercicio de cargos públicos, la influencia del personalismo, la presencia del militarismo, la división de los poderes del Estado, el respeto de la opinión del adversario, la libertad de prensa, la construcción de argumentos de naturaleza republicana, la deliberación en el seno de la representación popular, la consideración de los fueros regionales, la limpieza de los procesos electorales y la pulcritud en el manejo de los dineros públicos. Del más ligero cotejo seguramente llegarán a un dilema ineludible: no sé si esto es revolución, pero no es democracia.

El Nacional