Factor económico ha incidido en la nula participación de Venezuela en los premios Óscar - Runrun

Edgar-Ramírez

Aunque faltan seis meses para la próxima entrega del premio Oscar, esta semana se anunciará la cinta venezolana que competirá por un cupo en la categoría de Mejor Película Extranjera. Se espera que mañana el comité especializado tome la decisión. En varias páginas de Internet se especula que la favorita podría ser Libertador de Alberto Arvelo, La distancia más larga de Claudia Pinto, Pelo malode Mariana Rondón o Liz en septiembre de Fina Torres.

Sea cual sea la aspirante, la producción tendrá como objetivo una meta que hasta la fecha no ha podido alcanzar la cinematografía nacional. El logro ha sido esquivo, incluso con historias que a juicio de la crítica han tenido los méritos necesarios para entrar en la categoría.

Desde 1977 se escogen películas para ser evaluadas en los Oscar. Con El pez que fuma de Román Chalbaud se hizo la primera prueba. Luego se presentaron otros filmes con propuestas interesantes y que han marcado el cine venezolano, que fueron obviadas por los miembros de la Academia: La casa de agua de Jacobo Penzo (1984), Oriana de Fina Torres (1985) y Jericó de Luis Alberto Lamata (1991).

El crítico de cine Sergio Monsalve piensa que el factor económico ha incidido en la nula presencia del país en la ceremonia de Hollywood. “Ha habido películas que cuentan con el consenso de los especialistas, pero terminan enfrentándose con una serie de títulos que han sido respaldados en festivales internacionales y por distribuidoras de peso. Creo que las candidatas más fuertes las tuvimos entre los años setenta y ochenta, el problema es que no tenían respaldo monetario para promocionarlas y eso es algo que hemos aprendido en el camino”.

Monsalve expresa que en la década de los noventa se inscribió una serie de filmes más comerciales, pero a su juicio ese formato no interesa en los Oscar. “Hubo un bajón muy grande. En los últimos años empezaron a participar historias de más calidad como El tinte de la fama (2008) y El rumor de las piedras (2011), ambas de Alejandro Bellame; Hermano (2010) de Marcel Rasquin, que es una típica cinta oscarizable, y Brecha en el silencio (2013) de Luis y Andrés Rodríguez. Son buenas cintas en el mercado nacional, pero necesitan internacionalizarse. Aprovechar la vitrina que se ha obtenido con premios como la Concha de Oro de San Sebastián para Pelo malo”.

Bellame considera que la competencia con el circuito de películas extranjeras es muy dura. “Hablamos de un universo de alrededor de 70 filmes. Participan países de cinematografía muy fuerte como Italia y más recientemente de África y de Asia, que han comenzado a tener relevancia. Percibo que Venezuela está cerca, pero no es tan fácil. Más allá de la calidad que debe tener el largometraje para alcanzar una postulación, deben tener un recorrido previo en festivales clase A. Eso y las campañas de mercadeo son las que terminan de definir a las nominadas. En los últimos años el CNAC ha hecho esfuerzos importantes, pero no terminan de ser suficientes”, señala el director, que es miembro del comité de selección de la candidata del país.

Solveig Hoogesteijn tuvo la oportunidad de conocer de primera mano el proceso en 2006 con su filme Maroa: una niña de la calle. “Nos falta el know how. Hay que hacer un lobby muy grande en Los Ángeles, tener un distribuidor estadounidense, conseguir muchos contactos allá. Creo que la única película que contaba con ese respaldo era Secuestro express (2005) de Jonathan Jakubowicz y en esa época no decidía un comité, sino el CNAC. Consideraron que era muy fea la imagen que transmitía del país, pero la oportunidad se perdió por razones morales, por pacatería. A última hora optaron por enviar a 1888: el extraordinario viaje de Santa Isabel de Alfredo Anzola y fue descalificada porque se presentó tarde”.

Monsalve piensa que los cineastas del país deben arriesgarse más, tocar temas controversiales y revisar la historia del país de manera más crítica.  “Eso también nos ayudaría a conseguir la nominación, como le ha ocurrido a Argentina y Chile”.

Para el crítico Rodolfo Izaguirre Pelo malo es un ejemplo de las tramas que debe buscar la cinematografía nacional. “Cintas como esa merecen un Oscar no solo por los valores que significan para el venezolano, sino para el mundo entero. A mi parecer filmes comoLibertador no interesan a la Academia porque son revisiones históricas y hoy el interés está en otro lado, sobre todo en lo social”.

El Nacional