Una “transición” propuesta hace 170 años por Francisco J. Quevedo - Runrun

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Para entender el proceso que estamos viviendo, incluso la crisis en la cual estamos inmersos, debemos, si no comprender, al menos estudiar la ideología y  manera de pensar de quienes hoy dirigen los destinos de la Nación.

El pensamiento marxista gira alrededor de conceptos como “el materialismo histórico” “la plusvalía”, entre otros. Marx sentía que las relaciones sociales emanaban de las relaciones de producción, es decir que el trato entre clases dependía de cómo se relacionaban unas y otras, es decir, quienes ostentaban la tierra y el capital, lo que el llamaba “los medios de producción”, por un lado, y quienes trabajaban para ellos, por el otro. Propuso que el valor del trabajo que sumaban estos trabajadores para fabricar un bien no alcanzaba para comprarlo, visto que el capitalista se reservaba para sí una retribución, razón por la cual el sistema estaba obligado a producir otro más para poder comprar el primero. Este crecimiento obligatorio, decía, terminaría por acabar con el “establishment”. Las ganancias serían así, para él, el veneno del capitalismo.

En 1847 Marx y Engels presentan el “Manifiesto Comunista”. En sus prólogos leemos cosas tan sorprendentes como reveladoras. “Cuando este Manifiesto vio la luz, no pudimos bautizarlo de Manifiesto Socialista… El “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero…”  Afirmaron que “sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra; y esta familia encuentra su complemento en la carencia forzosa de relaciones familiares de los proletarios y en la pública prostitución…” El documento planteaba, además, la abolición de la patria y la nacionalidad por cuanto, precisaban sus autores, “los trabajadores no tienen patria.  Mal se les puede quitar lo que no tienen…” Una visión quizás trastornada del mundo, pero recordemos la época cuando se escribió y la personalidad del autor principal.

Sobre estas bases se desarrolla el pensamiento marxista de hoy, sin mayor evolución, al contrario, reviviendo propuestas de revolución y lucha de clases planteadas hace 170 años, avivando el resentimiento del pobre que culpa al rico por su propia desdicha, reafirmando las críticas al consumismo y al estado burgués, concluyendo que “ser rico es malo” al creer que la ganancia del capitalista es un veneno, y tomando como bandera el etéreo concepto de patria, y vendiéndolo como cualquier cosa, como quiera interpretarlo el populacho. De aquí emana el planteamiento revolucionario.

El “Manifiesto Comunista” precisó que “el proletariado se valdría del poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante… Claro está que, al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindirse como medio para transformar todo el régimen de producción vigente…” (subrayado nuestro). Más claro no canta un gallo, la crisis es parte del proceso. Por eso nuestros gobernantes creen que vivimos un momento histórico, y que de las cenizas del capitalismo surgirá el socialismo como un ave fénix.

El “Manifiesto Comunista” planteó la transición del sistema capitalista al socialismo claramente, en los diez pasos que resume el cuadro.

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Basta solo con observar lo sucedido en Venezuela entre 1999 y el presente para identificar cuáles de estos planteamientos se han instrumentado en el –no tan “inédito”– modelo de Chávez, comenzando por tantas expropiaciones, apalancándose en uno de los IVA más caros del mundo y exprimiéndole regalías al petróleo para alimentar la voracidad del fisco, confiscando las fortunas de boli-burgueses disidentes y de capitalistas ahora en el exilio, con la creciente centralización del crédito en bancos nacionales o estatizados, la multiplicación de fábricas nacionalizadas, la propuesta creación de milicias industriales y campesinas, y la educación pública como medio de ideologización de niños y niñas.

¿Pero, podrá el Gobierno Revolucionario llevar a cabo su transición al socialismo, por encima de la crisis? Creemos que no. ¿Por qué? Por su fracaso histórico, porque ningún país logro superar la crisis. Rusia vio caer la cortina de hierro, China se desentendió del proletariado para constituirse en un capitalismo de estado, y Cuba es un fiasco que sin los petrodólares venezolanos, sería otro Haití; Porque el socialismo es una filosofía política que rompe con la lógica económica; Por el rechazo del modelo expresado por la mayoría aquel 2 de Diciembre, y reiterado de manera aplastante en las encuestas de hoy; Porque no estamos en el Siglo XIX, porque hoy el mundo está interconectado, y Venezuela no es una isla; Pero, en el fondo, por la inviabilidad del sistema ante una realidad incuestionable: El ser humano no trabaja por el bien común, sino por el bienestar propio, cosa que confirma la avasallante corrupción oficial que empobrece al pueblo para enriquecerse, y porque cuando el Estado le niega al individuo su dignidad, se le rebela.

De que estamos sometidos a un plan de transición escrito en 1847 no hay duda. Que sea el socialismo bolivariano un modelo inédito es evidentemente otra mentira más. De que fracasarán en el intento de llegar a él es indudable, pero que tendremos que sufrirlo es inevitable, por la terquedad de tanto trasnochado y por los intereses creados en el proceso mismo.

 

@qppasociados