Un Gran Amor: DiMaggio y Monroe - Runrun
Redacción Runrun.es Feb 14, 2011 | Actualizado hace 13 años

Ella era la mujer más bella del celuloide.

Aún hoy hay quienes afirman que ninguna de las divas que la han sucedido han podido superar su magia y sensualidad.

Admirada, amada, deseada… su historia como actriz dejó grandes películas hoy convertidas en clásicos. Su fotografía en un almanaque fue la primera de centenares de miles que todavía se venden en el mundo entero.

Amada por un ex capitán de fútbol, un beisbolista, un intelectual y uno de los admirados políticos del siglo  XX, fue protagonista de un verdadero drama que terminó una tarde agosto, cuando decidió quitarse la vida intoxicada con barbitúricos.

Desde ese día y por más de 20 años, en su mausoleo no faltó una rosa roja como testimonio de un amor tan legendario como sus protagonistas.

El fue uno de los jugadores de beisbol más célebres de todos los tiempos, sin duda uno de los hombres más elegantes de la historia  del juego y poseedor de un récord que es difícil imaginarse  que alguien pueda romper. En 1941, estuvo conectando al menos un imparable por 56 juegos consecutivos.

Se casó con la actriz Dotothy Arnold, pero el matrimonio no duró mucho, en 1943 se alistó en el ejército y según ella declaró, la relación terminó porque casi no se veían.

Era el Yankee más destacado desde Babe Ruth, perteneció a esa élite de Casey Stangel que ganó 10 Series Mundiales,  tres veces mereció el premio al Jugador Más Valioso (MVP) y se le conocía como “El Yankee Clipper”.

Es inderrotable en el recuerdo,  como el más glamoroso jugador que ha existido en el beisbol.

Al año de retirarse, con varios años divorciado y trabajando como comentarista en los juegos locales de los Yankees, asistió a una cita a ciegas que le organizó un amigo empresario, David March, con una bellísima actriz destinada a ser la gran estrella de la 20th Century Fox.

Él era Joe DiMaggio y ella Marilyn Monroe.

Él era un hombre tímido, hijo de inmigrantes italianos, ella una joven de infancia accidentada, sin embargo congeniaron e iniciaron un romance que se sostuvo en dos años de un maravilloso y romántico cortejo que buena parte del mundo siguió como la gran historia de amor entre un extraordinario beisbolista  y el símbolo sexy de Hollywood.

Decidieron casarse un 14 de enero de 1954, él le dio un anillo de compromiso con un diamante de tres quilates y ella lo complació luciendo un recatado traje color café de grandes botones, porque a él le gustaba verla con ropa conservadora. En el acta de matrimonio ella firmó con su verdadero nombre: Norma Jean Baker.

La unión legal sólo duró nueve meses. Se separaron alegando que sus “carreras” no les permitieron hacer una vida en común.

Aunque ella volvió a casarse con el escritor Arthur Miller, podríamos decir que existe un acuerdo tácito entre los seguidores de ambos,  en que nadie la amó más que Joe DiMaggio.

Convencido de que el final trágico de Marilyn tenía que ver con su relación con los Kennedy, romance del que no quedaron dudas luego de la interpretación del famoso “Feliz cumpleaños señor presidente” que desde el Madison Square Garden la rubia le dedicó al presidente John Fitzgerald, DiMaggio no veía con simpatía al cantante Frank Sinatra quien tuvo que ver con la escandalosa relación.

En el Yankee Stadium existe la tradición de poner en los altavoces “New York- New York”, pero cuando DiMaggio estaba presente no podía sonar la versión de Frank Sinatra sino la de  Liza Minelli.

DiMaggio tenía un carácter particular, le gustaban los aplausos y que lo aclamaran como la “leyenda viviente más grande del beisbol” pero no era muy amigo de los flashes y las cámaras.

Cuando Simon y Garfunkel lo incluyeron en el famoso tema “Mrs. Robinson” de la película “El Graduado” en 1968, DiMaggio se molestó muchísimo y consultó con sus abogados si emprender una demanda por la utilización de su nombre. Afortunadamente después entendió que la intención era rendirle homenaje.

En 1984, sin explicación alguna, DiMaggio no renovó más el contrato con la floristería encargada de llevar una rosa roja tres veces por semana al mausoleo de Marilyn, sin embargo, unas horas antes de  su muerte en Hollywood (Florida) el 8 de marzo de 1999, se le escuchó decir que ahora si iba encontrarse con “ella”.

El amor de Joe DiMaggio por Marilyn fue tan intenso como su forma de jugar.

Su récord de cincuenta y seis juegos podría ser abolido por algún bateador quién sabe cuándo, pero el recuerdo de ese romance, no hay dudas, es irrompible.