Si la letra de sus hijos o alumnos cada vez se entiende menos y mientras escriben agarran el lápiz con todos los dedos, casi rompiendo el papel por la fuerza que aplican, consulte al terapista ocupacional porque puede ser un caso de disgrafía o trastorno de la escritura.
Aquellas letras que llamaban la atención por lo hermoso de su trazado, donde se adivinaba hasta la posición corporal que había adoptado la persona al escribir es un recuerdo casi histórico de la caligrafía, mientras que cada vez más son más apreciables los trastornos de la escritura que afectan su forma y contenido. A esto lo denominan disgrafía primaria que puede estar presente en cualquier individuo con alto nivel intelectual, sin problemas neurológicos, sensoriales, o motrices. De estar asociada a otro componente, bien sea motriz, sensorial, o pedagógico sería disgrafía secundaria calificada como un trastorno de mayor importancia que exige atención especializada por ser posiblemente de índole disléxica o motriz.
Adriana Blanco, del Servicio de Conducta, Desarrollo y Neurología Infantil del Centro Médico Docente La Trinidad, explica que “la disgrafía disléxica afecta el contenido de la escritura y se caracteriza por omitir letras, confundir palabras o sílabas, agregados de letras o palabras y uniones inapropiadas”. La disgrafía motriz afecta la calidad de la escritura en su proporción general (forma, tamaño, inclinación, espacio y presión o color del trazo) además de predominar las alteraciones de la fluidez y ritmo motor como se dan en niños cuya escritura es muy lenta, con frecuentes paradas forzosas debido al cansancio y debilidad de la musculatura. Otros rasgos más específicos son la alteración de la direccionalidad donde se aprecian giros invertidos usuales en los zurdos, y las alteraciones tónico posturales frecuentes en niños hipotónicos e hipertónicos.
Ignorar el problema
La población tiene mucho desconocimiento del problema en sí y de la especialidad que lo corrige. La mayoría de quienes consultan son el fruto de un programa de charlas educativas y talleres dirigidos a padres y maestros que dicta el equipo de profesionales en diversos centros educativos para brindar información y recomendaciones en el desarrollo motor fino y en la evolución del grafismo. Los pacientes son referidos por padres, maestros y colegas de otras especialidades que previa orientación identifican de forma precoz y objetiva del problema, así como los posibles riesgos a una disgrafía. Las edades de alto riesgo están entre los 4 y 6 años, sin embargo la prevención debe iniciarse desde la etapa maternal o a los 2 años y 6 meses cuando las actividades manipulativas contribuyen al desarrollo de la musculatura más pequeña de la mano.
Grandes Culpables
Las causas del trastorno pueden ser madurativas en las cuales están incluidos los trastornos de lateralización que comprenden los casos de ambidiestros y zurdos contrariados. Se presenta disgrafía por trastornos psicomotores (fallas de equilibrio y alteraciones de la motricidad fina), trastornos de organización perceptiva, estructuración y orientación espacial, esquema corporal, expresión gráfica similar al tartamudeo gráfico como en los niños que repiten o bloquean una expresión, por ejemplo: eeee, en vez de hablarlo lo escriben. La instrucción rígida e inflexible de un sistema formal, ritualista sumado a la exigencia de calidad en la escritura en etapas tempranas es ejemplo de índole pedagógica.
La población de zurdos necesita orientación y atender a los factores ergonómicos como la postura al escribir, la posición del papel, la manera de agarrar el lápiz, amén de otros detalles. Padres y maestros no deben coaccionar el uso de la mano izquierda obligándolos a usar la derecha porque no causarán nada positivo. Si observamos un niño de 4 a 6 años usando ambas manos por igual, pero notamos la preferencia de la mano izquierda para determinadas actividades como al agarrar la cucharilla o el cepillo de dientes pudiera indicar su lado dominante, aunque es a los 7 años cuando se establece la dominancia manual.
Lograr el diagnostico
Lo inicial es la entrevista con los representantes y continuar con la observación clínica y aplicación de pruebas estandarizadas al niño en diversas áreas como motricidad fina y gruesa, área perceptual, grafomotora y personal social. Es importante evaluar el ambiente escolar tomando en cuenta las inquietudes de los maestros. En ocasiones los resultados sugieren evaluación de otras especialidades como psicología, terapia de lenguaje, psicopedagogía y neuropediatría.
Blanco aporta su experiencia en un campo novedoso posterior a su experiencia en Springfield, Massachusetts, donde participó al lado de otros terapeutas ocupacionales en el análisis y adiestramiento del desarrollo manual, grafomotor y perceptual de las actividades académicas.
Una vez finalizada la evaluación y dependiendo de los resultados se orienta el tipo de tratamiento que puede ser para reeducar al niño en el nivel preescolar haciendo énfasis en áreas psicomotoras, dígito manual y visomotor. El tratamiento de corrección para la disociación de los patrones de prehensión, área perceptual, grafomotora, relajación global y segmentaria destinado a la etapa escolar básica entre 1ro. y 3er. grado. Después de 4to. grado el tratamiento está basado en la compensación de los factores ergonómicos referidos a la postura, posición del papel, agarre y adaptadores del lápiz, tolerancia a la escritura (velocidad y ritmo). La mejoría es definitiva y objetiva siempre y cuando el niño sea tratado en las etapas de reeducación, corrección y comorbilidad (estados afectivos intensos, depresión). El tiempo dedicado al tratamiento oscila entre 2 y 3 meses, aproximadamente.
Tras la pista
Los padres están en la posibilidad de identificar los riesgos a una disgrafía motriz si sus hijos se quejan de dolor en los brazos, son muy lentos al escribir, tienen detención forzada durante la escritura, les sudan las palmas de las manos, con frecuencia reposicionan el agarre o aprehensión del lápiz y el rechazo de la escritura en sí.
La idea es capacitar a los maestros en la identificación de la disfunción motora fina proporcionándole técnicas y herramientas mediante cursos y talleres que versan en el desarrollo manual, la evolución de la aprehensión, técnicas y sugerencias para el desarrollo de la motricidad fina, evolución del grafismo, técnicas de rasgado y uso de la tijera.
Blanco considera que “padres y maestros deben ser observadores y mejores clínicos en los signos que acusen los niños para que el tratamiento más bien sea preventivo, apoyándose en información profesional a fin de realizar un buen trabajo en equipo”. La corrección o modificación de la manera de colocar el lápiz entre los dedos está contemplada antes de los 9 años y se compensa después de esa edad, su causa fatiga y afecta la legibilidad de la escritura. Desde los 3 años hasta los 4 años y medio todo niño debería realizar actividades de pintura, descarga motriz o preescritura en posición vertical cuando lo en caballetes, pizarrón y pizarras magnéticas porque le proporcionan estabilidad al miembro superior y contribuyen a la disociación del movimiento.
Es recomendable el uso de marcadores gruesos antes de involucrar a los niños en el uso de creyones de cera a fin de facilitar la descarga motriz y la manera correcta de agarrar el lápiz. En el mercado existen diversos adaptadores de lápices, aunque no todos deben usarse con el mismo objetivo. Es vital considerar la inclinación del papel antes de comenzar a escribir porque fomenta la correcta aprehensión del lápiz y el uso de la musculatura de precisión.